sábado, 26 de septiembre de 2015

137. Puentes Grandes: el ADN de una barriada habanera.

“...si yo quiero que la República sea amable, si yo quiero que los cubanos amen la Nación y la República, me importa muy poco que amen al Gobierno. El Gobierno es una cosa transitoria y la República es algo que debe ser inconmovible. El Gobierno se compone de personas que pasan. La República se compone de las leyes, de los sentimientos, de la historia que son duraderos. Amar a la República no implica amar a sus gobiernos.[1]Manuel Sanguily Garrite.

clip_image002Por Yizzet Bermello. Foto sin autor. Cubacontemporanéa.

Una amiga me repite todo el tiempo que vivir en Puentes Grandes es como vivir en un pueblo de provincia, y a mí, que vengo del interior de Cuba, quizás sea precisamente eso lo que más me gusta del barrio.

A pesar de su céntrica ubicación, y de que la comunidad ha quedado subdividida entre cuatro agitados municipios de La Habana (Playa, Marianao, Plaza y Cerro), quienes la habitamos sabemos de sus tardes sosegadas, de la costumbre de los vecinos más antiguos de tratarse como “comadres” o “compadres”, y de una añeja tradición que convida, en las noches más calurosas, a sentarse acera afuera y disfrutar de la buena conversación. [Costumbre que se mantiene, durante el verano, en los pueblos españoles.]

En Puentes Grandes he escuchado a muchas personas decir, con orgullo manifiesto, el “yo soy nacido y criado aquí”; me han invitado a cenas preparadas por un grupo de vecinos que comparten como si fueran familia, y he aprendido que el peor de los días puede cambiar si la viejecita de al lado te recibe a la vuelta del trabajo con una sonrisa y uno de esos dulces caseros que saben justo como los que hacía tu abuela.

No debes extrañarte tampoco si esa misma anciana, o la de la calle [acera] de enfrente, se sabe los nombres de todos tus amigos y lleva un calendario exacto de cada visita que recibes; el preocuparse por el prójimo, hasta un extremo que puede llegar a molestar a algunos, es su manera de decirte que formas parte de esta comunidad y que lo que te sucede también es importante para ellos. [Esta costumbre de pueblos, es sin malicia, no para “informar” sobre ti. Simple hábito pueblerino. Es increíble lo que saben los vecinos sobre tu vida. Repito: no hay mala intención en estos casos. Desde luego, no ocurre en la ciudad.]

Lo cierto es que no puedo negar que durante casi quince años este barrio ha sido mi refugio, el único sitio donde me he sentido a gusto tras una jornada luchando con la ciudad convulsa y despiadada. Un espacio al que siempre quería regresar.

Mirando desde mi azotea la geografía curiosa de su entorno, en la que alternan pequeños islotes de verde, que lucen como despegados del cercano bosque capitalino, junto a antiguas chimeneas de fábricas de todo tipo que hace ya bastante tiempo pararon su fragor; disfrutando de esos rasgos tan “provincianos” de quienes me rodeaban, me dije desde el primer día que Puentes Grandes bien se merecía estas letras.

Escribiendo, quería intentar explicar ese sentimiento de pertenencia e identidad que sigue caracterizando a la mayoría de los puentegrandinos, quizás no conscientes de que podrían ser agrupados bajo un gentilicio, pero muy seguros del “yo soy de aquí”, y del tu “eres de los míos”, que te otorgan “otra” procedencia, y de alguna manera extraña te hacen sentir que el hogar se extiende más allá de las paredes de tu casa. [En España, si no eres nacido en el pueblo, jamás era “de aquí”. He visto personas con más de treinta años viviendo en el pueblo, que no los reconocen como “auténticos” de la villa, aunque los quieran, ayuden y respeten.]

Hurgando en los genes originarios. Pocos lo saben, pero esta localidad del centro de la capital cubana tiene una historia de 385 años, en la que se asientan nombres de nobles familias que por allá, por el siglo XVIII establecieron sus casonas de descanso en los alrededores.

El devenir posterior estuvo muy vinculado a dos famosas fábricas de cerveza y un incipiente desarrollo de otras industrias que fomentó la llegada a la zona de muchos emigrantes españoles o sus descendientes, decididos a echar raíces en un sitio que les garantizara trabajo honesto y sustento para la familia.

Aquí la mayoría éramos iguales cuando llegamos al barrio y todo el mundo se esforzó mucho por salir adelante. Existió siempre una especie de confraternidad; nos ayudábamos unos a otros, hacíamos fiestas y celebraciones de todo tipo, existían dos equipos de fútbol y una especie de campeonato local que las mujeres apoyábamos. Fueron años lindos, de mucha unidad”, recuerda una de las vecinas que vivió un período clave en la gestación de este barrio en su versión más proletaria. [Proletaria e inmigrante. Una de las leyes por la que lucharon los trabajadores cubanos durante años fue contra la discriminación al cubano en favor del “sobrino” traído de España y colocado por encima de los nacionales. La Ley del 50% de puestos de trabajo para cubanos fue una conquista del gobierno de Los Cien Días, y obra personal de Antonio Guiteras Holmes que, curiosamente, tuvo la oposición del P. Comunista cubano de la época, porque era opuesta al “internacionalismo” y porque muchos fundadores del movimiento obrero en Cuba, eran anarcosindicalistas españoles, perseguidos y deportados, cuando no asesinados por organizar sindicatos. Fue un error que pagó caro el PC.]

Entre los años 40 y 50 de la pasada centuria, quienes se asentaron en Puentes Grandes, tras conseguir empleo en cualquiera de las industrias cercanas (las famosas cervecerías La Tropical y La Polar, la papelera, la fábrica de hielo y la de chocolate, los tejares y hornos de cal, o muchos de los pequeños talleres que abrían por aquella época) se adecuaron de alguna manera a este “vivir y compartir” el barrio, que aporta otra identidad.

Para la comunidad, el río Almendares que la atraviesa y sobre el que se construyeron desde la colonia los puentes que le dieron nombre, significó desde el principio una especie de carta de triunfo que le garantizaba la prosperidad. De hecho, según reza en los más antiguos documentos sobre la historia de la barriada, el caserío primario estuvo vinculado con un ingenio azucarero establecido en estas tierras a fines del siglo XVI.

Aunque al dueño de esa fábrica de azúcar le golpearon bastante los ciclones y la crecida del río cercano, su proyecto fabril atrajo muchos pobladores al lugar, en su mayoría trabajadores, y ya en 1,762, cuando el sitio y toma de La Habana por los ingleses, Puentes Grandes aparecía con esa denominación en documentos oficiales. Existían además por aquella época en sus alrededores algunos molinos industriales.

Por entonces se comenzaron a robustecer los dos puentes (uno sobre el Almendares y el otro sobre el Mordazo, su afluente), con ordenanza incluso del Capitán General de la Isla, buscando mejores vías para facilitar la conexión entre La Habana, donde bullía la vida colonial, y su territorio occidental.

Surgió posteriormente en la zona la primera parroquia, que estableció su sede definitiva en 1,817 con San Jerónimo como santo patrono, mientras en sus alrededores se comenzaron a construir fincas de descanso y recreo al estilo de las del cercano poblado del Cerro, entonces el municipio cabecera.

Aunque queda poca evidencia de aquellas casonas en el barrio de hoy, está claro que su asentamiento en los siglos XVIII y XIX contribuyó a darle valor a la localidad, y a identificarla como sitio de ocio, baños y descanso. Esa aura trascendió de alguna manera al Puentes Grandes actual, y a su relación de dependencia con los espacios verdes y la paz, con un tiempo más lento que el que se respira en el resto de la ciudad.

Un lugar para trabajar y vivir. Tal vez, en la propia existencia de los puentes y en su misión de conectar entre territorios, más el hecho de que se viera como un lugar por el que “se transitaba” hacia otro, se selló la vocación de sitio tranquilo de esta barriada, aún cuando ha crecido en los márgenes de una avenida bien transitada en la actualidad.

Quienes se establecieron finalmente en Puentes Grandes para trabajar y vivir contaron además con increíbles espacios de recreación creados por las fábricas cercanas, a fin de garantizar el ocio de sus empleados.

De hecho, las familias se formaron entre ellos, o entre sus hijos, a partir de amoríos que surgieron en algunas de las fiestas que se celebraban en los Jardines de la Polar y La Tropical: romerías de todo tipo, cumpleaños, cierres de campeonatos de fútbol, casamientos, o grandes cenas para despedir el año. [Ambas cervecerías,- de gran calidad durante muchas décadas, ofrecían sus amplios jardines con casetas para actividades festivas de forma gratuita; además, la cerveza era gratis para los comensales. Son cosas que se han perdido, como muchas otras igualmente importantes.]

Casi no tenías necesidad de salir de aquí, las fábricas estaban muy cerca, los amigos y la familia también, los comercios, la iglesia, las festividades… sólo te movías fuera a lo necesario. Por eso las personas se conocían desde niños, crecían juntos”, me cuenta otra de esas ancianas que ha hecho toda su vida en la comunidad.

Así, por alguna razón que tiene que ver con sus orígenes, o con su propia ubicación dentro de La Habana, o con un deseo de quienes nos hemos ido incorporando a la comunidad, imbuidos por el querer preservarla que nos trasmitieron esas otras personas que ya la habían hecho suya, mi barrio sigue teniendo un alma muy provinciana, con mucho de camaradería y experiencia compartida, de chisme sano y tardes en los portales.

Seguimos siendo un asentamiento de proletarios, aunque la mayoría de las fábricas de la zona languidezcan ahora en un letargo que parece condenarlas al olvido.

No faltan aquí la taza de café compartida a través del balcón o la ventana, el juego de dominó [herencia canaria. El de Cuba se juega con nueve fichas por jugador. En España se utiliza el de cinco fichas.] vespertino o la algarabía de niños jugando juntos en la calle; no es raro tampoco escuchar sus discusiones y a las madres que salen preocupadas al portal para saber qué pasó. “No cojas lucha [No te incomodes, no te alteres], comadre, los vejigos [niños] son así”, se suele escuchar entonces, y uno no puede menos que recordar el léxico de aquella abuela española que repetía una y otra vez que sin armonía no existía vecindad. Fuente:

http://www.cubacontemporanea.com/specials/puentes-grandes-el-adn-de-una-barriada-habanera#sthash.2KTK26PW.nG1oiCBf.dpuf

Aforismos y frases célebres:
Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento y muera el que no piense como yo.” Voltaire (1,694-†1,778) Filósofo y escritor francés.

La libertad de amar no es menos sagrada que la libertad de pensar. Lo que hoy se llama adulterio, antaño se llamó herejía.” Víctor Hugo (1,802-†1,885) Novelista francés. Fuente: http://www.proverbia.net/

EFEMERIDES mundiales: (26 septiembre a 1º de octubre.)
27 de septiembre de: 1,933 - Llegan a Cuba las cenizas de Mella. El arribo a Cuba de las cenizas de Julio Antonio Mella, traídas desde México por una comisión que presidía Juan Marinello, fue acompañado por amplias manifestaciones del pueblo, que veía un símbolo de rebeldía en el líder asesinado. Dos días después de su llegada, las cenizas debían ser depositadas en un pequeño obelisco erigido para ese fin en la Plaza de la Fraternidad. En la mañana del entierro se recibió la orden de suspensión del acto, en tanto que los soldados destruían el obelisco. Las cenizas de Mella estuvieron al cuidado de varias personas hasta los años 60 cuando se dice que situaron en el pequeño obelisco que está a la entrada de la Universidad de La Habana. 28 de septiembre de: 1,920 - Nace Raúl Cepero Bonilla. Economista e historiador, destacado estudioso de la Historia Económica de Cuba y de las raíces de ésta en el siglo XIX, se consagró al análisis azucarero y a la crítica de la tiranía. Al triunfo de la insurrección ocupó cargos como Ministro de Comercio, Presidente del Banco Nacional de Cuba; presidió diversas delegaciones cubanas en el extranjero. Fue uno de los fundadores del Consejo Asesor del Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de Cuba. Hombre honesto cuyo pensamiento económico no fue tenido en cuenta en el proyecto de la Nueva Cuba. 1,942 - Muere Armando García Menocal. El autor de La muerte de Antonio Maceo, entre otras obras, decidió abandonar la seguridad del aula para enrolarse en las filas mambisas y ponerse a las órdenes de Máximo Gómez. Nacido en La Habana en 1,861, Menocal comenzó sus estudios de pintura en su ciudad natal, y los amplió en Madrid, donde alcanzó un merecido renombre, afianzado después en la Isla, donde ocupó la cátedra de Paisaje de la Academia de San Alejandro y se dedicó a la realización de retratos con gran éxito de público y de crítica. En las filas insurrectas, el pintor devenido mambí se ganó la confianza del generalísimo Máximo Gómez y puso su pintura al servicio de cualquier menester de la guerra, sin importarle lo modesto que sea. Pintó escarapelas. Hizo retratos de sus compañeros de armas, apuntes y escenas que se vendían en la emigración con el fin de recaudar fondos para la causa. Participó de cargas al machete a la orden de Máximo Gómez y de Antonio Maceo. Con los grados de Comandante del Ejército Libertador terminó la contienda. 1,960 - Creación de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) La creación de los CDR constituyó una respuesta enérgica del Gobierno cubano a la ofensiva contra sus reformas. Muy pronto se convirtieron en la más pujante organización de masas de Cuba. Su actividad ha ido cambiando poco a poco: fue el mecanismo social integrador y protector contra los robos y delincuentes, así como la labor contraria al Gobierno. Poco a poco pasó sólo a ser un instrumento de control e información de la actividad ciudadana. En la actualidad, tiene un carácter simbólico, como la Federación de Mujeres Cubanas, la Unión de Jóvenes Comunistas e incluso el propio Partido Comunista, por cuanto la pertenencia a ellos es formal, prácticamente obligada, pero sin vínculo real con los vecinos. Las ollas festivas colectivas y actividades similares han desaparecido y, prácticamente, también su papel de control de la “disidencia”. 29 de septiembre de: 1,906 - Segunda intervención estadounidense en Cuba. El 12 de septiembre de 1,906 el presidente Don Tomás Estrada Palma, temeroso ante la insurrección que había motivado su fraudulenta reelección, solicitó la intervención norteamericana, y un día como hoy ya estaban aquí nuestros vecinos del Norte. Esta segunda intervención se prolongó hasta el 28 de enero de 1,909. A raíz de esta nueva ocupación norteamericana y de los renovados comentarios de anexión cubana a EE.UU., los estudiantes de la Escuela Normal de Kansas se dirigieron al patriota y diplomático Manuel Sanguily, solicitándole opiniones directas para apoyar los pronunciamientos que, desde allá, formulaban ellos contra la anexión. Sanguily les respondió con una carta, larga y ejemplarizante, fechada el 6 de marzo de 1,907. En uno de sus párrafos expresó: “Cuba –para su bien, así como para el bien, la honra y la gloria de la nación americana- debe ser siempre una República independiente y soberana”. Esta intervención se destacó por el robo, las prebendas y arbitrariedades de las autoridades interventoras, especialmente del equipo de gobierno de Charles E. Magoon: “La intervención se caracterizó por el derroche de los fondos públicos, la corrupción política y administrativa, el endeudamiento de la República y las transacciones onerosas. Estableció el uso ilimitado del soborno, la compra de conciencias y la botella (cargo por el que una persona cobra sin trabajar). Las obras públicas constituyeron una rica fuente de peculado. Del Tesoro de la República, Magoon pagó prolijamente los gastos ocasionados por la “Guerrita de Agosto” (1,906) [Insurrección de negros y mulatos que se sentían discriminados en la República], aumentó los sueldos a la Guardia Rural, cobró los costos de la intervención yanqui y entregó a la Iglesia Católica una elevada suma por concepto de indemnización de los bienes que le había ocupado el gobierno español en el siglo XIX, no obstante que España había indemnizado con creces a la Iglesia y Leonard Wood le había entregado otra gruesa suma. Por otro lado, Magoon dejó comprometido un empréstito de $16 500 000 para obras en el alcantarillado de La Habana. Habiendo recibido del gobierno anterior fondos por la suma de $13 625 539, Magoon dejó a su sucesor sólo unos $2 800 000,… La segunda intervención estadounidense en Cuba sentó las bases de la corrupción desenfrenada, que sería desde entonces uno de los más graves males de la República Neocolonial. Otra característica negativa de este período, fue la violenta represión contra los obreros que reclamaban demandas como jornada de ocho horas, salarios justos, seguridad en el empleo, trato adecuado. La única acción proletaria que se desenvolvió normalmente fue la llamada «huelga de la moneda», en demanda de que se pagaran los salarios en moneda estadounidense porque la española estaba devaluada. El gobierno se mostró receptivo porque lo que le interesaba a Magoon era generalizar el uso de la moneda estadounidense para contribuir al afianzamiento del control de los Estados Unidos sobre la economía cubana. La huelga fue ganada por los obreros. No ocurrió lo mismo, sin embargo, con las huelgas de los ferroviarios, tabaqueros, azucareros y otros sectores. En estos casos, la represión ocasionó golpes, detenciones, cesantías, muertos y heridos, y hasta se trajeron esquiroles [rompehuelgas] de Nueva York. Un aspecto aceptable de esta administración estadounidense en la Isla, fue la elaboración de una serie de leyes complementarias a la Constitución de 1,901, como la ley municipal, la ley orgánica del Poder Judicial, la ley del servicio civil, una ley electoral y otras disposiciones necesarias para el regreso a un gobierno dirigido por los cubanos. A fin de elaborar esas leyes, se creó una Comisión Consultiva integrada por tres estadounidenses, uno de los cuales la presidía, y por nueve cubanos de diversas tendencias políticas. En esa Comisión desempeñó un papel decisivo el viejo combatiente independentista Juan Gualberto Gómez, que logró importantes victorias democráticas en asuntos como el sufragio universal y la autonomía de los municipios, frente a la tesis de sufragio limitado y de organización centralizada que defendían los tres delegados estadounidenses y algunos cubanos…” Fuente: es.wikipedia.org 30 de septiembre de: 1,880 - Nace Ángel Arturo Aballí Arellano. Este día nace en Matanzas el padre de la Pediatría cubana; profesor emérito de la Universidad de La Habana, considerado el más grande pediatra que ha dado Cuba en toda su historia. Fue miembro destacado de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. 1,930 - Asesinato del revolucionario Rafael Trejo González: El acto del 30 de septiembre no fue una algazara improvisada y pasajera, sino el inicio consciente de una lucha tenaz por la liberación nacional. Este hecho marca una fecha histórica en las luchas revolucionarias del pueblo cubano. El joven estudiante fue abatido a balazos en el parque Eloy Alfaro, y pocas horas después falleció en el hospital donde fueron conducidos, también gravemente heridos, Isidro Figueroa y el escritor Pablo de la Torriente Brau quien posteriormente moriría en las trincheras españolas defendiendo la República. 1º de octubre de: 1,834 - Nace Quintín Banderas. Su infancia transcurrió en la mayor pobreza en la Villa de El Cobre, donde aprendió a trabajar en disímiles oficios. Apenas tuvo tiempo de asistir a una de las nueve escuelitas para niños negros que había en el país por aquella época. En su juventud conoció a varios jóvenes que se encontrarían después como mambises en el escenario de la guerra: los Maceo, Flor, Guillermón Moncada y otros. La guerra lo arrastró desde su primer ascenso a cabo, en tan solo los primeros ocho días de combate, hasta los grados de General de División, ganados machete a machete hasta el 95. Su mayor éxito político fue el de estar con su “compadre”, el General Antonio Maceo, en la Protesta de Baraguá. En cuanto a lo militar, su participación en las tres guerras con cientos de combates, y en la última, estuvo Quintín a cargo de la principal Arma del Cuerpo de Infantería del Ejército Libertador, constituyendo la médula de la Invasión a Occidente. Es históricamente necesario expresar que Quintín Banderas cometió excesos por los cuales fue degradado en más de una ocasión, no siendo fusilado por sus indudables méritos con la Patria, su valor y lealtad a la causa de la Libertad. Murió vilmente macheteado cuando la “Guerrita de los Negros” cerca de Arroyo Arenas, La Habana, destino que también tuvieron sus dos ayudantes. No merecía esa muerte.

Fuentes Principales: efemérides.cuba.cu; es.wikipedia.org; datos históricos del autor.

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[1] Citado por el historiador Octavio R. Costa.

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