domingo, 19 de noviembre de 2017

197. La miseria que llevamos dentro en Cuba.

Por Ernesto Pérez Chang. CubaNet. Noviembre 6, 2,017.

Para muchos cubanos la utopía no es pasear por Miami Beach, sino adquirir una lata de carne prensada.

No pretendo escribir de televisión pero hay un programa de participación en la señal estatal de Cuba que desea imitar la factura de aquellos que vienen en el “paquete semanal” o que “bajan de la antena”. [Paquete semanal: la inventiva criolla ha creado un sistema de distribución semanal de programas “a la carta” del comprador, según sus intereses, que es entregado en su domicilio en pendrive. Se omiten las informaciones de carácter político o discutible con la posición oficial. Entretenimiento puro, en el que “se cuela” la realidad externa. Bajar la antena: antena parabólica semiclandestina para captar los canales exteriores. Más variedad y, de conjunto, más barato. Más común entre clase media alta y dirigentes de medio-alto nivel; perseguidas para el resto de la población porque entra de todo.]

Dos familias se enfrentan en un concurso televisivo que, aunque se esfuerza en proyectar la idea de un cambio de concepto en un país donde los medios de comunicación masiva son “orientados” por el Partido Comunista, termina siendo el reflejo de la sociedad y las circunstancias que lo generan.

No importa que la ambientación del estudio y el ritmo del espectáculo, en el afán de comunicar el mensaje oficialista de que “somos un país normal”, reproduzcan los patrones impuestos por las producciones foráneas, al final los realizadores no han podido evitar que los signos de la miseria cotidiana se reflejen en detalles como premiar a la familia ganadora con una botella de refresco y un pomo de champú.

El entusiasmo de los presentadores, vestidos como para una gala “criolla” de los premios Oscar, además de artificial, resulta desmedido. La escena más que ridícula se torna dolorosa, precisamente por el regocijo de los concursantes al recibir su “valiosa” recompensa.

Pero pudiera apostar a que este pormenor apenas fue notado por una buena parte de la audiencia. No solo porque otros programas de participación en la televisión en Cuba conviertan en trofeos codiciados un manojo de baratijas y chucherías sino porque estas son un lujo para quienes viven de un salario estatal que no supera los 30 dólares mensuales como promedio.

Observaba el programa de televisión junto a un amigo extranjero que lleva poco tiempo en la Isla y fueron sus expresiones de asombro las que me hicieron reparar en cuán acostumbrados estamos los cubanos a no percibir y desgranar nuestra profunda miseria en tales pinceladas de la realidad.

Hace apenas unos días pude observar el júbilo de un grupo de vecinos del barrio marginal donde vivo. Uno de ellos había traído la noticia de que estaban vendiendo en la bodega, por la libreta de racionamiento, una lata de carne prensada. Una lata de apenas 400 gramos de carne en salmuera, por familia. La mayoría eran ancianos y se reían porque después de mucho tiempo volverían a probar la carne de res, aunque fuera procesada.

Pienso en que, si les hubiera tomado una foto, no podría convencer a nadie de que la paradójica alegría en sus rostros no se debía precisamente a un estado de complacencia con la realidad donde viven sino a la resignación o tal vez a un sentimiento posterior, mucho más amargo.

Me río para no llorar”, pudiera decir cualquiera de ellos. Son los mismos que, con similar entusiasmo y a pesar de cobrar menos de 8 dólares mensuales como jubilación, años atrás fueron obligados a endeudarse con el banco para poder adquirir los electrodomésticos de la llamada “Revolución Energética”, causante de un gigantesco desastre económico aún no superado ni analizado en profundidad.

Una revolución energética para la cual, vale acotar, hace ya casi dos décadas, se establecieron millonarios acuerdos comerciales con empresas chinas, en buena medida a partir de préstamos del propio gobierno chino y de convenios con Venezuela, lo cual condujo nuestra economía a un círculo vicioso de impagos y renegociación de las deudas que, junto a otras calamidades naturales y políticas, han tenido su peor impacto en aquellos cubanos que no viajan al extranjero, que no reúnen los requisitos para enrolarse en el sistema comercial de las llamadas “misiones” en el exterior, que no reciben remesas ni tienen vínculos directos con extranjeros, militares, dirigentes de empresas o funcionarios del gobierno.

Para estos verdaderos desamparados no ha quedado otro camino que la resignación o, para ser más exacto, ese estado anímico posterior que no alcanzo a discernir y que jamás podrán mostrar las fotos tomadas por aquellos que, equivocadamente, piensan que toda sonrisa es de felicidad.

Escribo “resignación” y no “aceptar la realidad” ni “adaptarse a ella” porque son caminos muy distintos por los cuales no transitamos todos los cubanos.

Por ejemplo, un emprendedor –término que considero disparatado en tanto se refiere al peculiar entorno económico nuestro— no se ha resignado a las condiciones y leyes que le impone el gobierno sino que ha aceptado la realidad y se ha adaptado a ella jamás como víctima sino como beneficiario de un caos del cual extrae prosperidad económica e incluso influencia política, no nos engañemos. [Como los grupos criminales de otros países: lo mismo.] Foto: La miseria que en Cuba llevamos dentro (America teve)

En el ejemplo anterior también cabrían los médicos y demás profesionales que firman contratos para trabajar en el exterior en condiciones que clasifican como explotación laboral pero, además de ellos, también todo un espectro social muy complejo donde ni remotamente alcanzan la condición de víctimas.

Son, en gran medida, privilegiados por el sistema y, en consecuencia, han tenido la opción de aceptar y adaptarse. También la posibilidad de salirse del juego o permanecer en él, una alternativa que resulta imposible para aquel otro grupo de cubanos para los cuales la utopía no es manejar un Lamborghini en Montecarlo o Miami Beach ni tener un puesto de fritas o casarse con un extranjero sino, sencillamente, adquirir una lata de carne prensada, o ser premiado con un pomo de refresco o un champú.

Ni siquiera anhelan los tres productos juntos. Se conforman con cualquiera de ellos. He conocido jóvenes, apenas niños y niñas, en las calles de La Habana que sueñan con tomar refresco “de latica” y comer pan con jamón, incluso se prostituyen a cambio. También he conocido a quienes dicen que el cubano es alegre, aunque pase hambre y necesidad. Nada, que toda percepción es individual y depende de la miseria que llevamos dentro. [Entre 1961 y 1,962, ≈55 años, vendieron en la bodega del barrio aceitunas. Los niños no las conocían por lo que las usaron como canicas ante el escándalo de mi madre. De Ayer a Hoy el saldo es más miserable.]

Cuba: sin medicinas y sin “bondad” CubaNet noviembre 15, 2017 | Por Miriam Celaya. La severa escasez de medicamentos, lejos de solucionarse, amenaza con convertirse en un mal “irreversible

Cola en las afueras de una farmacia en La Habana, octubre 2017 (Foto archivo)

La farmacia, en plena avenida de Carlos III, en la capital cubana, estaba atestada de personas. La cola [fila] se extendía hacia afuera del local y formaba un conglomerado humano en el portal, entorpeciendo el paso a la entrada del edificio de apartamentos colindante. “¡Hace una semana que no puedo dormir por falta de mi medicina!”, grita a voz en cuello una paciente frustrada al enterarse que, después de esperar su turno por más de una hora, ya se ha agotado el alprazolam, medicamento indicado por su psiquiatra para tratar su ansiedad y su trastorno del sueño. “¡Llevo días recorriendo las farmacias de los 15 municipios y nada!, ¡A nadie le importa, nadie sabe cuándo habrá la medicina, nadie soluciona el problema! Aquí el que no tiene un buen billete o un familiar en el extranjero que le mande la medicina lo único que le queda es morirse. Y después pon el noticiero y oye lo bueno que es el sistema de salud cubano. ¡Es una burla y una falta de respeto!” [Recientemente una médica cubana residente en los EE.UU. trató de “ayudar” para que atendieran a su madre cuyas dolencias tenían meses sin determinarse. Repartió teléfonos móviles, dinero, regalos, etc. entre el personal sanitario, acudiendo a sus antiguos compañeros. La voluntad era mucha pero, por ejemplo, la muestra de sangre se perdió porque no había anticoagulante. Al final, regresó a los EE.UU. sin poder siquiera saber qué tenía su mamá.]

Las impasibles dependientas tras el mostrador continúan despachando los escasos productos en existencia y la mujer sale como una tromba furiosa de la farmacia. Mientras se aleja por la acera sigue descargando su impotencia en alta voz, desbarrando contra “este puñetero país de mierda” y agitando en el aire la inútil receta. La gente en la cola se queda mascullando sus propias y particulares desgracias. Un señor hipertenso se queja de que hace dos meses no logra comprar el enalapril ni la clortalidona, una cardiópata asegura que están faltando los antiarrítmicos como el atenolol y el nitrosorbide. Todo el mundo comenta sobre la escasez de duralgina, aspirina (sic), meprobamato.

Es una escena cotidiana. La severa escasez de medicamentos que se ha estado agudizando en Cuba en los últimos meses, lejos de solucionarse, ha devenido tendencia que amenaza con convertirse en un mal tan “irreversible” como el sistema sociopolítico que la genera. La propia prensa oficial ha reconocido la falta de medicinas, que incluye al menos 160 fármacos, pero no ha apuntado la solución del problema ni una probable fecha de normalización en los abastecimientos a las farmacias.

Esta carestía, sin embargo, no es un fenómeno aislado ni reciente. Desde los angustiosos años 90’, tras el colapso del comunismo soviético, no solo se produjo una caída estrepitosa en la producción nacional de fármacos, sino que también disminuyó sensiblemente la importación de los que no se generaban dentro de la Isla. De hecho, la mayoría de las medicinas que se expendían libremente en la red de farmacias, sin necesidad de prescripción facultativa, pasaron a ser “controladas”, lo que significa que comenzaron a venderse sólo contra receta médica debidamente acuñada. [Generando la consiguiente especulación y reventa.]

Desde entonces y hasta hoy, la lista de fármacos racionados incluye también algunos de los analgésicos más básicos, materiales de curación, ungüentos, termómetros y otros artículos, lo que ha marcado una mengua significativa en el botiquín familiar del común de los cubanos.

Fue precisamente en medio de la crisis de los 90 cuando se implementó el “tarjetón”; una ficha personal donde constan nombres y apellidos, número de identidad y dirección particular, concebida para garantizar en las correspondientes farmacias los medicamentos necesarios para los pacientes de enfermedades crónicas —diabéticos, hipertensos, cardiópatas, neuróticos, etc., previa presentación del certificado médico que acreditara el padecimiento en cuestión.

Justo es reconocer que la medida logró su propósito, al menos mientras se mantuvo estable el suministro regular de las medicinas en las farmacias. Sin embargo, la actual crisis de medicamentos afecta incluso a este creciente sector de pacientes crónicos, a muchos de los cuales les resulta vital el acceso a los fármacos indicados en el tratamiento de sus enfermedades.

El asunto se torna tanto más grave por cuanto la población cubana presenta una indetenible tendencia al envejecimiento, y se sigue registrando un aumento significativo de enfermedades de alto riesgo para la vida, como la hipertensión, las afecciones cardiovasculares, la diabetes y la hipercolesterolemia.

Entretanto, y como sucede invariablemente ante cada situación de penuria, a lo largo de los años se ha desarrollado una robusta e intrincada red de mercado ilegal de medicinas, en cuya ancha corriente medran tanto ciertos administradores y dependientes de farmacias —dado su acceso directo al producto— como pequeños negociantes de ocasión, de esos que pululan en cada barrio traficando con cualquier cosa medianamente vendible, hasta algunos galenos inescrupulosos y “cuadros” burócratas del sistema nacional de salud, quienes disponen a su arbitrio de los talonarios de recetas. Porque, como se sabe, la corrupción y las miserias son directamente proporcionales: crecen a la par.

Por supuesto, la ley de la oferta y la demanda funciona perfectamente en el mercado negro, de manera que a medida que aumenta la escasez los precios de las medicinas se han disparado. Algunos productos duplican, cuando no triplican, su precio anterior en el propio mercado informal. Por ejemplo, un blíster de 10 tabletas de la muy demandada duralgina (dipirona), un analgésico que en la red de farmacias tiene un precio de 40 centavos en moneda nacional y que hasta hace poco costaba 5 pesos (CUP) en el mercado negro, ahora se llega a cotizar en 10 (CUP).

Lo mismo sucede con los psicofármacos, también de alta demanda en un país donde el estrés y la depresión forman parte del cotidiano de vida. El clorodiazepóxido, el diazepam, el alprazolam, entre otros, se han encarecido hasta ponerse fuera del alcance de aquellos que más los necesitan: los más pobres.

Hasta el momento, las autoridades han evitado profundizar en el tema, que apenas han mencionado tangencialmente. Días atrás el anuncio en los medios oficiales acerca de que en la televisión se destinaría una transmisión de la “Mesa Redonda” a analizar este delicado asunto, creó expectativas en la población. Sin embargo, por razones no explicadas al público se ha pospuesto dicho programa.

Por el momento, se mantiene la crisis, y según testimonios de algunos galenos que han preferido permanecer en el anonimato, en hospitales como el muy renombrado Hermanos Ameijeiras, enclavado en el municipio Centro Habana, pronto comenzarán a impartirse charlas y conferencias a los médicos sobre las bondades y ventajas de la medicina homeopática, lo cual indica que las carencias de medicamentos verdaderamente efectivos van para largo. [La medicina verde ha formado parte tradicional de la cultura de la población cubana durante siglos. Esa medicación es lenta, insegura, no sirve para todo, sino para las más elementales dolencias. La homeopatía es más que discutible su efectividad, independientemente de que hay que ser un estudioso para poder obtener algún resultado útil. No existen esos conocedores de algunas ventajas posibles, sino meros charlatanes cuando no improvisados personajes en ese campo tan controvertido. Nada: ¡hay que joderse!]

Varios estantes están vacíos en esta farmacia. La situación se repite en toda la capital (Foto archivo.)

Pero tan irritante como la crisis es la “solución” que se aporta desde la sección Acuse de Recibo del periódico Juventud Rebelde. Bajo el título de “Medicamentos, angustias y estrategias”, el reportero Jesús Arencibia Lorenzo reproduce la carta de un lector que se queja de que nunca alcanza a comprar sus medicamentos de hipertenso —es decir, fármacos controlados por “tarjetón” y supuestamente garantizados por la red de farmacias— porque mientras él pasa el día trabajando hay personas que no trabajan y que hacen la cola y “acaparan”, de manera que “siempre son los mismos” los que consiguen las medicinas cada mes.

El lector en cuestión comenta que “cada minuto, hora, día y mes que pasa” sin las medicinas se sufre “deterioro del organismo y propensión a sufrir accidente cerebro vascular o de miocardio”. Todo lo cual es rigurosamente cierto y razonable; no así su propuesta de solución. El referido lector asume que, ante la insuficiente distribución del medicamento lo justo es “aunque sea repartir a la mitad: un mes para ti, uno para mí. [Es la solución del “socialismo” voluntarista: repartir la miseria.]

Es decir, su propuesta no consiste en exigir que se busque una vía para solucionar la escasez de medicinas, sino poder acceder a los fármacos al menos en meses alternos: el mes en que “le toque” la medicina estaría a salvo del infarto y al mes siguiente (cuando “le toque” a otros) viviría bajo riesgo de morir. O sea, este sujeto no aspira siquiera a tener la medicina cada mes, como “los acaparadores”, sino que para él la expresión máxima de justicia sería que éstos estuvieran tan jodidos como él. [Es la miserable ideología que se le ha inculcado.]

Un supuesto que apoya el periodista Jesús Arencibia, cuando arenga: “En medio de carencias cuya solución muchas veces no está al alcance inmediato de la mano, lo que no se debe perder, al menos en un proceso social como el nuestro, es el sentido de la justicia y de la bondad, para que bonanzas y penas se repartan con la mayor equidad, en cada caso”.

Y añade al cerrar: “Quizá cuando avancemos al escenario de máxima transparencia”, en el cual la entrada de fármacos a las farmacias y los registros de cifras de pacientes sean documentos accesibles y públicos para la ciudadanía —“escenario de control popular”, lo llama él— “tal vez evitemos que unos pocos se beneficien mientras los demás siguen aguardando en zona de peligro”. [Este se atiende en el CIMEX. Hay que tener poca,- o ninguna vergüenza-, para escribir semejante hipocresía.]

Todo lo cual sugiere que al final del día podrán faltar los medicamentos que nos mantienen dolorosamente vivos en esta ínsula absurda, pero lo que sí no puede faltarnos es la “bondad” que nos permite multiplicar las miserias. ¡Y todavía hay quienes se preguntan cómo es que el castrismo ha logrado sobrevivir por más de 60 años!

[Fue posible porque durante al menos diez años la mística revolucionaria estuvo plenamente vigente para gran parte de la población. Comienza a quebrarse cuando el desastre de la zafra de los diez millones; se recobra un poco cuando la reorganización estatal y gubernamental parecía encaminada,- por imposición de los soviéticos-, ante el descrédito que era el desastre cubano. Aguanto un poco hasta que el Comandante tuvo la iniciativa liberadora de la Guerra en Angola, rompiendo las negociaciones que se estaban realizando con los EE.UU. para normalizar las relaciones y cayeron definitivamente cuando al ocurrir el desplome “del campo socialista”, el inmovilismo fue lo que ocupó el lugar de las soluciones, las transformaciones raigales del sistema. Ha faltado el valor político de hacerlo: es mejor seguir medrando los que mandan que arriesgarse a que los echen del poder. Mientras estuvo abierta la puerta de la migración, la olla no cogió presión. Hoy está cerrada. Más temprano que tarde, se producirán algaradas que terminarán con este simulacro de gobierno. No importará a los que hoy mandan: ellos sabrán salir a flote y llegar a jugosos acuerdos con los nuevos dueños. Así ocurrió en la URSS y en el resto de los miembros de "El Campo Socialista". Ver para creer.]

Hija del Che: En Cuba “producimos muchos medicamentos” - Cubanet MIAMI, EE.UU. - Aleida Guevara March, hija del fallecido Ernesto “Che” Guevara, ha afirmado en una reciente entrevista que “producimos muchos medicamentos”… [De los seis hijos del Dr. Guevara, Aleidita es la única que se ha prestado a ser portavoz y adalid de las barbaridades y tonterías del gobierno cubano. Ha sido bien compensada. Cualquiera tiene una oveja negra en la familia.]

DE CUBA Y PARA EL MUNDO TRAIGO UN CANTAR…
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Curiosidades: 16 Datos locos que resultaron ser pura verdad - Genial.guru  A todos nos gusta aprender algo nuevo e inesperado. Pero rara vez ...

Aforismos y frases célebres:


Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu (Castillo de la Brède, 18 de enero de 1689París, 10 de febrero de 1755), fue un filósofo y jurista francés, cuya obra se desarrolla en el contexto del movimiento intelectual y cultural conocido como la Ilustración. Fue uno de los filósofos y ensayistas ilustrados más relevantes, en especial por la articulación de la teoría de la separación de poderes:

“En cada Estado hay tres clases de poderes: Por el legislativo, el príncipe o el magistrado hace las leyes para cierto tiempo o para siempre, y corrige o deroga las que están hechas. Por el ejecutivo, hace la paz o la guerra, envía o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones y por el judicial, castiga los crímenes o decide las contiendas de los particulares.” Su pensamiento debe ser enmarcado dentro del espíritu crítico de la Ilustración francesa, patente en rasgos como la tolerancia religiosa, la aspiración de libertad y su concepto de la felicidad en el sentido cívico,…

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