domingo, 26 de julio de 2020

224. 10 de Marzo, 26 de Julio: el pasado presente.


Pocos, muy pocos, de los cubanos actuales habrán oído la canción “Un viejo amor” interpretada por la gran María Teresa Vera; por ello, al final de estos Recuerdos le ofrezco la versión moderna de Ana Gabriel, por si les interesa conocer o rememorar aquella tan cubana como mundial canción del mexicano Alfonso Esparza Oteo. De hecho, una de sus estrofas es la que da pie a estos recuerdos: “… un viejo amor, ni se olvida ni se deja”.

La primera interrogante sobre el 10 de marzo de 1,952 es: ¿por qué el golpe de estado se produce un lunes y no el habitual sábado o domingo? En el momento en que ocurre, están convocadas elecciones presidenciales para el 1º de junio de ese año. En las encuestas de la época, el ganador estaría entre el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico*), con el Dr. Carlos Hevia como candidato,-educado y formado en la Academia Naval de los EE.UU-, y el Partido Ortodoxo, fundado por Eduardo Renato Chivas, con el candidato profesor, filósofo y sociólogo Roberto Agramonte, quien fuera Rector de la U. de La Habana, el tercero, muy lejos en intención de voto de los dos anteriores, el general Fulgencio Batista y Zaldívar por el Partido de Acción Progresiva. (*El término “Auténtico” se añadió para diferenciarlo del Partido Revolucionario Cubano creado por José Julián Martí y Pérez.)

Realmente, Batista había perdido influencia en las FF.AA. Ya no era el sargento taquígrafo del Estado Mayor, líder de la insurrección de las clases de 1,933, ascendido rápidamente a Coronel, pronto general, presidente electo en 1,940-44, con el apoyo del Partido Socialista Popular (PSP), su aparato sindical, más las simpatías de parte importante de la población que veía en él un hombre hecho a sí mismo, surgido de los humildes, que podía ser y hacer algo por los más desfavorecidos, además de restablecer el orden social y controlar al Ejército, lo cual, en cierta medida, cumplió.

En realidad, en el período 40-44, Batista se enfrentó y destruyó varios intentos de golpe de Estado, el más conocido el del General Eleuterio Peraza Cabrera que lo apoyó en el golpe de 1,933 y en el de 1,952. Siendo jefe de la Policía Nacional impuso restricciones a los ciudadanos a partir del “cañonazo de las nueve” (de la noche) además de reprimir con inteligencia cualquier intento de insubordinación. 

Del 44 al 52, muchos cambios habían ocurrido en las FF.AA. Relevados mandos simpatizantes con Batista, surgimiento de nuevos jefes que no aceptaban de buen grado que el General tuviera el poder. Incluso no obedecer sus órdenes como ocurrió con el asesinato masivo de los Asaltantes al Cuartel Moncada.

La causa de que el golpe se diera el lunes 10 de marzo y no el domingo 9, se ha comentado en su momento, que se debió a que Batista era consciente de su situación con relación a los mandos militares y no quiso sumarse al golpe del domingo. Hubo que “convencerlo” con buenas razones $$$ para que aceptara encabezar la asonada militar y abandonara su plácida vida de senador.

El “golpe” no estaba motivado por la amenaza “comunista” ni cosa parecida. Los dos aspirantes con más probabilidades eran profesionales y sus partidos estrictamente democráticos. En el caso del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), el gobierno del Dr. Carlos Prío Socarrás había suprimido el dominio de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) por el PSP, creado el Banco Nacional de Cuba, frustrada aspiración nacional desde los inicios de la República, así como varias entidades de crédito y fomento para agilizar y respaldar la economía cubana. En el plano internacional, ambos candidatos mantenían la independencia de la política y economía cubana, así como el apoyo a los movimientos anti dictatoriales,-como el régimen de Trujillo-, en la región y el mundo. Recordemos la frustrada expedición “Cayo Confites” contra el tirano, que tuvo la oposición del gobierno de los EE.UU.

Además de las discrepancias en política internacional con los EE.UU., ninguno de los dos candidatos con más posibilidades presidenciales estaba de acuerdo con la penetración y creciente poder de la mafia estadounidense en Cuba, que aspiraba convertir la Isla en su feudo y en Las Vegas del Caribe. Había muchos millones en juego y ellos tuvieron un peso decisivo en la realización de la asonada militar.  

El golpe se produjo, como no podía ser menos, con el conocimiento de la Embajada de los EE.UU. en Cuba, que no comunicó al Presidente Carlos Prío lo que estaba tramándose.  

Estas son las causas del golpe, además del descrédito moral que la última parte del gobierno de Prío generó, con el saqueo de los billetes destinados a ser cremados, que su hermano Antonio* sacó en camiones del M. de Hacienda, lo cual fue público y notorio, además del consumo de cocaína y drogas similares. (*“La falsa incineración de los billetes, constituyó un gran escándalo ocurrido en el año 1,949 cuando Antonio Prío que ocupaba el cargo de Ministro de Hacienda en el gobierno de su hermano. Ordenó quemar 39 960 000 pesos recogidos de la circulación por estar deteriorados, sin embargo, en lugar de los billetes en mal estado, lo que se quemaron fue paquetes de papeles, lo cual fue verificado por funcionarios de la Tesorería Nacional que comprobaron la serie y los números de los billetes que supuestamente debían estar quemados”. Fuente: Ecured.cu/Carlos Prío.)

Narradas grosso modo, las circunstancias que permitieron el golpe de estado, sólo me queda expresarles mi impresión personal sobre aquel día.

En esos meses estaba estudiando por libre para ingresar en Artes y Oficios de La Habana, porque la técnica siempre ha sido mi línea preferida. Además, al terminar los estudios, podía matricular en la U. de La Habana una carrera afín, y ganarme la vida con lo aprendido. También, como segunda opción, me presenté a los exámenes del Instituto de la Víbora, pero decidí seguir con mi deseo inicial. Vivía en Arroyo Naranjo, tome el bus en completa paz y silencio. Sólo al llegar a los barrios obreros comencé a escuchar sobre el golpe. Decidí continuar hasta la Universidad, viendo en todo el recorrido tranquilidad en las calles, los militares desplegados con armas largas y algunos edificios ocupados. Salvo el intento de José Antonio Echeverría, Manzanita, el presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), de que se le entregarán armas al pueblo, no hubo ninguna reacción pública en contra de la asonada. Fue una sorpresa general para la población. Pocas semanas más tarde comenzaron las acciones legales y políticas contra lo sucedido.

El tiempo y la Historia no tienen “marcha atrás”. Sólo se puede reflexionar sobre ella en un momento concreto y hacer el ejercicio intelectual de preguntarnos: ¿Cuál sería la situación actual de Cuba, si se hubiera alertado al gobierno constitucional por los EE.UU.? Recuerde que, en aquellos años, Cuba tenía una economía sólida. Éramos uno de los países más avanzados técnica y económicamente de la A. Latina, con independencia de las muchas deficiencias que existían, también de otras naciones de Europa. Hágase UD. la pregunta y obtenga la respuesta.

Sobre el 10 de marzo: https://es.wikipedia.org/wiki/Fulgencio_Batista [Lo recomiendo]





La primera interrogante sobre el asalto a la segunda plaza militar de la Isla,- el Cuartel Guillermón Moncada-, es fácil de comprender: era el domingo de la Santa Ana, carnavales en Stgo. de Cuba, distracción de la vigilancia y facilidad de movimiento para los atacantes.

Lo que no ha sido esclarecido es cómo se pudieron preparar cientos de hombres y decenas de mujeres durante meses, sin que fueran alertados los organismos de inteligencia nacional e internacionales.

La decisión de la lucha armada contra el tirano fue consecuencia directa de la división entre los partidos políticos, su incapacidad de hacer un frente común, más la crisis interna del Partido Ortodoxo que debilitó mucho la acción ciudadana.

Desde el propio mes de marzo comenzó la oposición a Batista y su régimen. En los centros estudiantiles de enseñanza media y superior surgieron por toda la Isla grupos pequeños de opositores, algunos muy bien organizados como el ARO en la provincia de Oriente, fundado y dirigido por Frank País y en la U. de La Habana, por la FEU.

El general comenzó por aumentar el sueldo a las FF.AA. y también el suyo, que llegó a ser superior al del presidente de los EE.UU. Además, se aceleró el proceso mafioso con la adquisición de tierras muy baratas al otro lado de la bahía de La Habana, lo cual se mantuvo en secreto hasta que se divulgó que se iba a construir un túnel que uniera la capital con dichos terrenos, donde se pretendía construir una cadena de hoteles destinados al turismo internacional, especialmente el de EE.UU. Fue el gran negocio de la tiranía, donde los principales dirigentes participaron.

La censura de prensa, la represión al movimiento sindical por su independencia y permanencia de cuadros activos del PSP, los primeros crímenes públicos y horrendos hicieron el resto para precipitar la organización y lucha clandestina sobre todo en las ciudades.

El Movimiento 26 de Julio, como tal, surge después del ataque al Moncada. Ya existían otras organizaciones, como el Directorio, la Organización Auténtica, Resistencia Cívica, etc., todos luchando contra la tiranía. El 26-7 se nutre de cuanto opositor,- pasivo o activo-, estuviera dispuesto a cooperar de una u otra forma en la lucha. No distinguía de clases ni creencias políticas. Mucha clase media, muchos profesionales y estudiantes, algo de obreros y menos de campesinos.

El resto es Historia más o menos real y más o menos conocida. El M-26-7 lideró la insurrección y tomó el poder con el apoyo de cerca del 90% de la población. Hizo rebaja de alquileres, del precio de la electricidad, la alfabetización, la Reforma Agraria, etc., incurriendo en errores, con aciertos también, que fueron definiendo lo que hoy tenemos en Cuba:  una seudodemocracia participativa ineficiente e ineficaz.

Cabe aquí también preguntarse, como ejercicio intelectual, ¿Cuál sería la situación actual de Cuba si el Sgto. Sarría, en lugar de llevarlos a la cárcel vivos, los hubiera entregado, como era la orden recibida, al sanguinario Chaviano?

Pudiéramos ser todavía una tiranía sangrienta, como tantas de Nuestra América, un régimen democrático al uso o, tal vez, una estrella más en la bandera de los EE.UU. Todo, en esta vida, puede suceder.

Entrevista a Natalia Bolívar Arostegui. Por Hilario Rosete Silva y Julio César Guanche. Fuente: La Tiza.

Desde el Castillo de Averoff, en Mantilla, hasta 26 y 7ma., en Miramar, en bicicleta, llegó Alma Mater a casa de Natalia Bolívar, estudiosa de la cultura afrocubana, autora de un centenar de libros y folletos, manuscritos y mecanuscritos, artículos y conferencias publicados en Cuba y en el extranjero.
Discípula de don Fernando Ortiz y Lidia Cabrera, la anfitriona, miembro del desaparecido Directorio Revolucionario 13 de marzo, recibió a los redactores con agua fría y cafecito caliente.

Bastó mostrarle una de sus obras impresas, Cuba, imágenes y relatos de un mundo mágico, contentiva de un jugoso currículo, para que la entrevistada revisara la tapa del libro, hiciera una advertencia, «aquí falta una importante etapa de mi vida» y, sin mayor preámbulo, desatara la historia.

El arte bello de la Revolución: En 1,955 cursé Arte Cubano en la entonces Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana. Había estudiado Pintura y Escultura en la escuela anexa de San Alejandro, y Dibujo al Natural, Pintura y Composición en el Arts Students League, en Nueva York, con los profesores Will Barnet, Morris Kantor y Norman Rockwell, estrellas del dibujo norteamericano. Desde 1,956, y hasta mediados del cincuenta y ocho, trabajé en el Palacio de Bellas Artes, primero como guía e intérprete de inglés y francés, y luego como responsable de la sala de Etnología Cubana. Eran los días en que Lezama Lima, acompañado de vez en cuando por el Padre Gaztelu, dedicaba dos horas todas las mañanas a conversar con nosotras en memorables tertulias.

Por todo este historial, al triunfo de la Revolución me nombraron directora del Museo Nacional de Bellas Artes. Hasta el año 1,966 realizamos allí un serio trabajo de restauración y rescate de obras halladas en manos privadas. Varias secciones fueron mudadas para la Academia de Ciencias y a la colección del conde de Lagunillas — arte antiguo —, apiñada en una sala, le dimos casi la mitad de un ala del edificio. Simultáneamente, participé en el «parto» y la dirección del Museo Napoleónico, enclavado en la antigua residencia — la Dolce Dimora* — de Orestes Ferrara, senador republicano en tiempos de Gerardo Machado. Buena parte de las piezas museables fueron entregadas al museo en calidad de depósito por el acaudalado cubano Julio Lobo. [*Bella casa situada a un costado de la U. de La Habana.]

Entretanto, usted fue miembro del Directorio Revolucionario 13 de marzo. Sí. Por esas actividades fui arrestada en julio de 1,958, me trasladaron al Buró de Investigaciones, y me ficharon con el número 24837. Ya en libertad, permanecí en la clandestinidad hasta el primero de enero de 1,959. Conspiré junto a Alberto Mora, Raúl Díaz-Argüelles, Gustavo Machín y Julio García Oliveras, entre otros compañeros.

Mujer, combatiente del Directorio Revolucionario 13 de marzo, e investigadora, ¿cuál es la Natalia que debemos conocer? Deberían conocer a Natalia ser humano, una mujer que siendo de la alta burguesía y graduada de Bachiller en el colegio del Sagrado Corazón de Jesús, conoció a los jóvenes del Directorio y se integró a ellos. Sí, en aquellos tiempos yo viví una doble vida. Mi familia no me permitía salir sola ni unirme con personas de otra clase social y yo, con la fachada de Bellas Artes, estaba conspirando. Eso costaba caro, en ese entonces aunque tuvieras veinte años tus padres podían zumbarte un buen regaño.

Fui amiga íntima de René Portocarrero, Wifredo Lam, Mariano Rodríguez… Con esas influencias, mi formación profesional, y mi amor por las artes plásticas, habría sido pintora, pero como decimos nosotros, «me quedé en esa», debía dedicarle el cuerpo y el alma a la pintura o a la Revolución, y la revolucionaria Natalia Bolívar «quemó sus naves» y se metió en Revolución en contra de su familia. Mi madre casi se muere cuando caí presa, y cuando pasé a la clandestinidad dejó de comer y se mantuvo a calditos durante ¡seis meses!

Fue una vida rica, no sabría decir si lo más importante fue mi condición de revolucionaria clandestina, o mis vivencias de juventud en el seno de la familia, cada ciclo marcó una pauta. La familia es un valor esencial, los jóvenes deben saberlo, para mí significó mucho, pero se desbarató cuando triunfó la Revolución y mis parientes se fueron de Cuba. La clandestinidad también fue un tiempo especial, signado por una bella afinidad con mis compañeros que después se rompió cuando algunos se olvidaron de casi todas las mujeres.

Cuarenta y tantos años más tarde, ¿cuáles son sus mayores preocupaciones? Si ustedes les preguntaran a los muchachos de hoy, buena parte no sabrían distinguir al Directorio Revolucionario como uno de los núcleos — el Movimiento Revolucionario 26 de julio era otro — que a fines de los años cincuenta agruparon en sus filas a la nueva generación enfrentada a Batista. Varios episodios de su historia se han borrado con el tiempo. Años atrás, una tarja colocada en la antigua Quince Estación de Policía, en el actual municipio de Playa, decía que el ataque perpetrado contra ella en noviembre de 1,958 fue ejecutado por comandos del M-26–7 y no por un grupo de Acción y Sabotaje del 13 de marzo
Si nos despreocupamos, en cualquier momento los jóvenes de ahora dirán que la toma de Radio Reloj en marzo del cincuenta y siete fue ejecutada por Frank País y no por José Antonio Echeverría. Es preciso profundizar en la historia. Durante años impartimos una historia muy superficial. Cuando nosotros faltemos, ¿quién contará la verdadera historia?

De mujer alma, corazón y vida. Para eso estamos nosotros aquí, ¿dónde estaban, por ejemplo, las mujeres, el 13 de marzo de 1,957?, ¿por qué apenas se habla de ellas? Haciendo un análisis objetivo, pudiera pensarse en un prejuicio de género: para algunos nosotras no existimos, aunque debo decir que nuestro compañero Julio García Oliveras publicó recientemente un artículo en Juventud Rebelde titulado «Las Mujeres del Directorio», donde nos rinde homenaje. Sin embargo, ahí están Mery Pumpido, alma y fuerza del Directorio; Lala y Zenaida Becerra, fieles compañeras; Marta Jiménez, la viuda de Fructuoso Rodríguez, con una trayectoria relevante; Zayda Trimiño, presidenta de la Escuela de Ciencias, cuyas manos guardaron el último escrito de Fructuoso Rodríguez en su época de presidente de la FEU, una carta que no llegó a firmar, lo matan antes en Humbolt-7, donde le reiteraba al Consejo Universitario el acuerdo del Directorio de cerrar la Universidad por la muerte de José Antonio Echeverría, y de desarrollar la guerra revolucionaria contra Batista; Susana Escalona, quien fuera aspirante a presidenta de la Escuela de Filosofía y Letras; Gudelia García y Delia Coro, que escondieron a varios de los muchachos…

De estas mujeres nadie habla, se han mantenido casi al margen de la historia, sería bueno hacerles justicia. En cuanto a mí, tal vez parezca una inmodestia revelarlo, estoy entre las cubanas que por aquellos años participaron directamente en una acción de guerra, el mencionado ataque a la Quince Estación de Policía de La Habana. Aunque pensándolo bien, de todas estas compañeras pudiera decirse lo mismo, ¿acaso no eran acciones de guerra esconder y trasladar armas, regar manifiestos y proclamas, acompañar a los hombres a poner una bomba, alquilar y atender, con fachada de matrimonio, las casas que les servían de refugio, llevándoles comida, lavándoles la ropa, buscando a los médicos y otras cosas? ¿Quién dice que estas no eran acciones de guerra?

Cualquiera puede imaginar el final del que atraparan en esto, corría el mismo peligro que quien empuñara un arma. ¡Imagínense ustedes, trasladar a Julio García Oliveras, un hombre de más de seis pies! Llegó un momento en que toda la policía de la capital sabía que el Directorio contaba con un «faro» de ese tamaño. Por un tiempo, el gran disfraz de Julio fue el de oficial de la marina yanqui, como diría Eusebio Leal, con él «anduvo toda La Habana». Pero después lo «chivatearon» {delataron} y ya no sabíamos cómo enmascararlo.

 [Un día me tocó acompañarlo para asistir a una reunión, era un disparate reunirnos en el mismo lugar donde nos escondíamos. Debíamos ir a pie hasta casa de Zoila Lapique, hoy día una de nuestras grandes historiadoras, trabajadora durante años de la Biblioteca Nacional, una persona de la cual se habla muy poco, en aquel entonces miembro de Mujeres Oposicionistas Unidas, de grandes vínculos, ella y su familia, con el M-26–7.

¿Saben cómo encubrimos a Julio? Lo pintamos como a «Chicharito», por aquellos años la versión popular del «negrito» del teatro vernáculo, un personaje interpretado por un actor blanco. Pero estando en verano, caminando unas ocho cuadras hasta donde vivía Zoila, con una ametralladora y todo, que la llevábamos en una jaba, Julio empezó a derretirse, y comenzó a teñírsele de negro la guayabera. No quiero acordarme. Para regresarlo tuvimos que quitarle la pintura, con el calor era imposible devolverlo así, el engaño era evidente, y buscarle otra camisa, mas como el tinte no era bueno se nos quedó medio manchado. Digan ustedes, qué habría sucedido si de pronto nos para una perseguidora. De seguro yo no estaría aquí haciéndoles el cuento].

Usted mencionó a Mujeres Oposicionistas Unidas, ¿quiénes la integraban? Ese es uno de los capítulos olvidados de la historia. La formaban amas de casa y mujeres de todas las fracciones, militantes o simpatizantes del Directorio, del M-26–7, de Resistencia Cívica, de Organización Auténtica, del Partido Socialista Popular (PSP), y de distintas organizaciones, cada movimiento tenía su representación. Entre sus variadas actividades se destacó la ayuda al preso político. Reuníamos comida, ropas y medicinas, y se las entregábamos a una comisión que funcionaba entre los detenidos del Castillo del Príncipe, a donde íbamos una vez al mes. Ellos se encargaban de repartirlas por igual, sin reparar en que un recluso fuera del veintiséis o del 13 de marzo. También nos encargábamos de buscarles abogados defensores y asilo político.

Aunque varias Mujeres Oposicionistas Unidas luego abandonaron Cuba, en su momento desempeñaron su papel e hicieron su aporte a la lucha anti-batistiana. Funcionábamos como una central coordinadora. Si las del Directorio necesitábamos tirar una proclama, las del PSP conseguían imprimirla con el mimeógrafo del partido, mientras las cartas a los cuadros del Ejército de Batista, instándolos a abrazar la causa, las editaban las del veintiséis. Yo tenía buenas relaciones entre los diplomáticos, y en más de una ocasión conseguí asilar a los perseguidos.

Esto me trajo algunos dolores de cabeza, por ejemplo con Virgilio Chiriboga, el embajador de Ecuador: sin decirle de quién se trataba, logré de su embajada asilo para Mario Reguera, que conjuntamente con Guillermo Jiménez había participado en el atentado contra Luis Manuel Martínez. En cambio, otros embajadores, como los Leitao Da Cunha, de Brasil, jamás preguntaron nada sobre los cargos imputados a las personas que amparaban.

La fuerza alcanzada por la organización radicó en su unidad. Nos propusimos no hacer diferencias entre si un muchacho en peligro era del 13 de marzo, del Partido Socialista Popular o del 26, nadie preguntaba de dónde venía ni qué había hecho. Llegamos a hacer gestiones hasta para encontrar un lugar en el cementerio donde enterrar a los jóvenes masacrados. Ese fue el caso del propio Reguerita, sepultado en el panteón de la familia Montoro. Como él, varios muchachos fueron inhumados en espacios provisionales, hasta que al triunfo de la Revolución sus restos fueron trasladados bien por sus familias hacia otros sitios o bien hacia el Mausoleo a los Héroes del 13 de Marzo.

Mujeres Martianas fue otra importantísima agrupación. Sería bueno que Alma Mater se ocupara de su historia. Ellas, también sin preguntar mucho, ayudaban a cualquier joven revolucionario. Se distinguían por su formación política y sus tradiciones de lucha. Al triunfo de la Revolución, tanto las Mujeres Oposicionistas Unidas como las Mujeres Martianas se integraron a la Federación de Mujeres Cubanas.

Historia limpia tendida. Usted mencionó a Reguerita. Se ha dicho que en el sepelio de este niño-gigante de solo 21 años se reunieron madres, hermanas, viudas, en fin, una multitud de mujeres. Fue una marcha de mujeres. A Reguerita lo asesinaron el 20 de abril de 1,958, cuando intentaba, junto a otro compañero, ejecutar una acción para rendir homenaje en el primer aniversario del crimen a los mártires de Humboldt-7. En un encuentro frente a frente con un policía en la calle, se le encasquilló la pistola, cayó herido, y ahí le pegaron el tiro de gracia. Pero de eso no nos enteramos inmediatamente. De pronto Reguerita desapareció, y todos me llamaban preguntándome por él. En eso Marta Jiménez me avisa: «Lo mataron, su cadáver está en el necrocomio

Cuando llegamos, hacia el final de la mañana, encontramos el cuerpo desnudo tirado en el piso, muerto como de dos-tres días, envuelto en periódicos. Le pedimos permiso al director para buscarle ropa y un sitio donde sepultarlo. Entonces el hombre nos enseñó un escrito: el criminal Ventura, jefe de la Quinta Estación, había ordenado avisar a la policía en cuanto alguien viniera a reclamar los despojos. Con todo, se compadeció de nosotras, éramos jóvenes y aquel espectáculo de Reguerita sin vida nos puso muy mal, y nos dio de plazo para enterrarlo hasta la hora en que la necrópolis reabría sus puertas por la tarde.

Entonces nos movilizamos. Gracias a nuestros contactos, el dueño de la funeraria La Nacional, aún hoy en la calle de Infanta, llamó a su gente, y les pagó a los sepultureros por trabajar en horario de descanso. A toda velocidad le avisamos a las Mujeres Martianas, a las Oposicionistas Unidas y, de la familia de Reguerita, a su abuela, no había más tiempo, mientras yo me fui como una loca por la calle 23, tocando a las puertas, pidiendo una ropa adecuada para vestirlo. Sobre la una y cuarto o la una y media logramos enterrarlo, ya les dije, en el panteón de la familia Montoro, cuya viuda nos otorgó el permiso. Pero cuando ya estábamos poniéndole la tapa al sepulcro, nos rodeó la policía, y cada cual se fue como pudo, corriendo entre las tumbas, porque empezaron a dar palos a diestra y siniestra.

[Por cierto, cuando abrimos la cripta de los Montoro, encontramos varios cadáveres de «casquitos» {sobrenombre a los reclutas jóvenes del ejército} en bolsas de polietileno. Al Ejército no le interesaba reconocer sus bajas en la Sierra Maestra, y al parecer a estos soldados habaneros muertos en combate los habían sepultado allí en secreto].

En julio de 1958, Natalia Bolívar es detenida y trasladada al Buró de Investigaciones. En una casa alquilada por ella en el Vedado, la policía de Batista asesinó a otros dos miembros del Directorio Revolucionario. ¿Recuerda cómo fueron los hechos? ¡Cómo no! El 10 de julio de ese año, en aquella casa de la calle B, entre 19 y 21, en el Vedado, inmolaron a Pedro Martínez Brito, vicepresidente por sustitución de la FEU después del crimen de Humboldt-7, y a Tato Rodríguez Vedo. Ese día teníamos una cita a las seis de la mañana, yo debía llevarles los documentos que a su vez ellos entregarían a la Asociación de Estudiantes Latinoamericanos por intermedio de Hilda Granados, la compañera de Eduardo García Lavandero. Los papeles denunciaban el estado de zozobra en que vivían los jóvenes revolucionarios cubanos, obligados a la clandestinidad. Pero me quedé dormida, cosa rara, y cerca de las siete de la mañana me despertó el teléfono: ¡«Natalia!», me dice una vecina del apartamento de la calle B, también guía de Bellas Artes, «corre para acá, que están matando a tus amigos». Me vestí y tomé un carro de alquiler. Cuando llegué ya era tarde.

Tratando de escapar, los muchachos se tiraron desde la azotea del tercer piso. Tato se golpeó contra un tanque de agua, y cayó al patio, donde lo remataron. A Pedro, que tenía las llaves de la casa, lo agarraron atontado, lo subieron de nuevo al tercer piso, y lo mataron en el interior del apartamento. Allí, dentro de la vivienda, y merodeando por los alrededores, se quedaron los policías, vestidos de civil, esperando que otros compañeros se acercaran. Me quedé vigilando para avisarles a los demás, después del mediodía teníamos allí una reunión, pero hacia las tres de la tarde mi presencia se hacía sospechosa, y me retiré.

A los cinco minutos, llegó Raulito Díaz-Argüelles, tocó a la puerta, y ahí mismo se formó el tiroteo. Raúl corrió hacia el final del pasillo, logró tirarse por una ventana, se enganchó de unos cables, cayó arriba de un pollero y se partió un pie. La policía se asomó y comenzó a dispararle, pero él, con buena puntería, eliminó a uno de ellos, y en lo que los otros decidían volverse a asomar, brincó, salió por la casa de al lado, y se fue en un carro de alquiler encañonando al chofer. Al final, terminó en la embajada de Brasil, el pie nunca le soldó bien.

Sin tiempo ni espacio para nuevas anécdotas, ¿qué les recomendaría a los jóvenes? Al igual que a mis hijas, cualquier joven de hoy podría ser hijo mío, les recomendaría hurgar en la historia, investigar, no quedarse con lo que dicen ciertos textos e indagar en la tradición oral. Sobre todo les aconsejaría buscar en la historia más antigua para conocer nuestras raíces y saber de dónde vienen nuestras ansias libertarias. En ellas hay mucha herencia negra, los negros preferían «cimarronearse» {irse al monte}, «apalenquearse» {poblados de esclavos huidos en las lomas y montes}, suicidarse, todo menos ser esclavos. Es hermoso estudiar a profundidad la Historia de Cuba: [¡nosotros somos el fruto de esa Historia!]

Este texto forma parte de la serie «La unidad no es hija única»
Fuente: Tomado de Rosete Silva, Hilario y Julio César Guanche. El hombre en la cornisa. Casa Editora Abril, 2,006. Los fragmentos entre corchetes [] pertenecen a la versión original de los autores. Las aclaraciones entre {} son del Editor.

Nota del Editor: muchas más historias como esta son necesarias para que el pasado recobre su verdadero contenido: fue la lucha de todo un pueblo,- sin distinción de clases sociales, instrucción, creencias políticas o religiosas lo que luchó por la libertad en contra de la tiranía de batista. La Historia de nuestras luchas,- las de las tres guerras por la Independencia, la lucha contra la tiranía de machado y contra la de batista, dan fe de nuestro deseo de vivir en libertad, aportando cuando ha sido preciso la vida de nuestros hijos y hermanos. ¡Viva Cuba! ¡Viva el pueblo combatiente contra la tiranía! ¡Viva para siempre la memoria de nuestros luchadores!

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