sábado, 29 de septiembre de 2012

13. Visiones sobre el socialismo que guían los cambios actuales en Cuba.

clip_image002Por Camila Piñeiro Harnecker, Profesora, investigadora y consultora de empresas. Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC). Currículo de la autora[1].

Tercera parte y final. Consideraciones de la autora. Comentarios del Editor.

Autogestionarios: sólo un socialismo democrático es verdadero y sustentable.

Al igual que los estatistas —y a diferencia de los economicistas más puros— los autogestionarios defienden la necesidad de un orden social más justo y sustentable[2] que el capitalismo. Sin embargo, prevén un camino diferente del “socialismo estatista” que ha marcado fuertemente la versión cubana y que los estatistas intentan renovar, y del “socialismo de mercado” que los economicistas presentan como el único factible. Los autogestionarios argumentan que no puede haber socialismo verdadero, sin solidaridad, sin igualdad,-no igualitarismo-, sin participación sustantiva de las personas en la toma de decisiones en todos los ámbitos de organización social—política, económica, cultural, etc. Para ellos, la esencia del socialismo es la autogestión o autogobierno por las personas en sus lugares de trabajo y sus comunidades y hasta el nivel nacional; y eventualmente hasta abarcar toda la familia humana. Es decir, socialismo es control social de la sociedad sobre el Estado, la economía, el sistema político y todas las instituciones sociales[3].

Inspirados en las conceptualizaciones del socialismo del siglo XXI, y reafirmando los ideales humanistas, emancipadores e igualitarios que han marcado la revolución cubana desde sus inicios[4], los autogestionarios sostienen que el objetivo del socialismo debe ser el desarrollo humano integral de todas las personas[5]. Esta suprema felicidad, autorrealización, libertad plena puede lograrse, básicamente, permitiéndole a cada persona desarrollar todas sus capacidades mediante la participación activa en las actividades sociales cotidianas, sobre todo en la toma de decisiones que les afectan[6]. Construir el socialismo es, por tanto, democratizar o socializar los poderes; es liberar a los individuos de toda forma de opresión, subordinación, discriminación y exclusión que interfiera en la satisfacción de sus necesidades materiales y espirituales. Los autogestionarios buscan la emancipación tanto de un Estado opresivo, como de instituciones económicas no democráticas que no satisfacen las necesidades de las mayorías; como las empresas privadas y estatales convencionales, y los mercados o mecanismos de distribución verticales.[7]

Para ellos, el objetivo del socialismo cubano no debe ser cubrir las necesidades materiales crecientes de sus ciudadanos, sino también establecer las condiciones que les permitan desarrollar plenamente sus capacidades como seres humanos y así satisfacer sus necesidades materiales y espirituales; y asumen que las primeras van a cambiar cuando la vida cotidiana sea más liberadora.

Aunque las relaciones de trabajo asalariado y de mercado son también formas de opresión, la mayoría de los autogestionarios concuerda en que no deben ser prohibidas, y que la sociedad puede avanzar hacia su gradual superación o eliminación —no absoluta— haciendo que las empresas gestionadas democráticamente y las relaciones horizontales socializadas (o “mercados socializados[8]) sean más efectivas y atractivas[9].

El principal problema del socialismo cubano no es que la política haya superado a la economía, como plantean los economicistas, sino cómo esa “política” ha sido definida. Los autogestionarios argumentan que las decisiones, a nivel central del Estado e incluso en los gobiernos locales y las empresas, han sido tomadas muy a menudo sin una verdadera participación del pueblo, y que por ello los beneficios de la participación han sido perdidos[10]. Las condiciones para el éxito de la actividad económica —o las “leyes económicas” que siempre nos recuerdan los economicistas— habrían sido tenidas en cuenta si la toma de decisiones hubiera permitido la participación de todos los grupos sociales afectados por estas y los criterios de los expertos hubieran sido escuchados.

clip_image004Foto: que.es Presidente norcoreano visita fábrica.

Es la escasa o nula participación democrática en las instituciones políticas y económicas, el insuficiente control democrático de los órganos ejecutivos y de dirección, lo que —además de los bajos ingresos— resulta en la poca motivación hacia el trabajo, las decisiones gerenciales equivocadas y la corrupción en todos los niveles del Estado[11].

Aunque los autogestionarios concuerdan con los estatistas en la necesidad de ejercer un mayor control y con los economicistas en la de establecer un sistema coherente de incentivos en las instituciones cubanas, identifican diferentes causas de fondo de los problemas y proponen soluciones diferentes. El magro desempeño de las instituciones del Estado es principalmente consecuencia del poco sentido de pertenencia de los trabajadores e incluso de los directivos. A diferencia de las otras dos tendencias, esta considera que los problemas en la realización del sentido de propiedad de las instituciones estatales se derivan, en esencia, de la naturaleza del proceso de toma de decisiones y de las relaciones sociales que se establecen dentro de ellos; y no fundamentalmente por la falta de educación[12] o la necesidad de incentivos privados estrechos[13]. Sin una verdadera propiedad —que no se equipara a la propiedad legal— de los trabajadores, no habrá motivación para asegurar que los recursos se utilicen correctamente[14].

La posición autogestionaria subraya la necesidad no solo de redistribuir la riqueza, sino sobre todo de cambiar cómo ella se produce, de que las instituciones estén organizadas de modo que permitan el ejercicio de verdaderas relaciones socialistas. Esto desarrollaría la productividad y creatividad de las personas, y la riqueza se generaría desde el comienzo de manera más equitativa y justa[15]. Para los autogestionarios, “democratizar” o “socializar” es establecer las relaciones sociales de trabajo [libre] asociado y asociación en general, es decir, la propiedad social que Marx identificó como la base sobre la que descansa una sociedad que se propone trascender el orden capitalista[16]. Además, señalan que dichas relaciones, y no solo salarios más altos o mayor autonomía para los gerentes, son una fuente importante de incentivos para la productividad y la eficiencia, y que al mismo tiempo promueven el desarrollo de los hombres y mujeres “nuevos” sin los que la construcción socialista es impensable. Los autogestionarios enfatizan la necesidad de promover una conciencia socialista, solidaria y el compromiso revolucionario con los históricamente marginalizados, y agregan que ello sólo se puede lograr como resultado de la práctica cotidiana bajo relaciones de asociación y cooperación[17].

Según los estatistas y economicistas la democracia en el lugar de trabajo es en esencia una utopía incómoda que desafía la superioridad de sus cuadros, expertos o empresarios y resultaría en un caos que conduciría a la ineficiencia. Sin embargo, para los autogestionarios los niveles deseables de eficiencia y productividad (aunque no aquellos logrados mediante la sobrexplotación de los hombres y la naturaleza) se alcanzan precisamente democratizando la gestión de las empresas. Están convencidos de que la participación —aunque no es fácil de lograr— constituye un medio indispensable para alcanzar mayores niveles de desarrollo de las capacidades tanto de los trabajadores (manuales, intelectuales, espirituales) como de las fuerzas productivas en general, ya que el control social asegura el uso efectivo de los recursos y ofrece incentivos positivos para la productividad no disponibles de otro modo. Rechazan la falsa dicotomía propuesta por economicistas: hay que elegir entre la eficiencia con inevitable desigualdad y la justicia social con carencias materiales[18].

Los que se identifican con esta posición advierten sobre los riesgos de la descentralización de los gobiernos locales y las empresas estatales sin democratización, es decir, que les permita a las nuevas autoridades utilizar recursos según sus criterios y sin el control de los supuestos beneficiarios[19]. Del mismo modo, llaman la atención sobre la liberalización de las muy necesarias relaciones horizontales entre agentes económicos, y sobre la necesidad de no reducir la coordinación a un conjunto de normas[20]. Algunos defienden la necesidad de establecer, además de un marco regulatorio bien diseñado, espacios de coordinación democrática entre productores, consumidores y otros grupos sociales (ecologistas, feministas, minorías, etc.) para que la economía local pueda ser orientada hacia intereses sociales en lugar de hacia la maximización de ganancias[21]. Mientras que otros reducen la coordinación macroeconómica a un mercado regulado y no explican cómo evitar el surgimiento de intereses grupales ajenos a los sociales.

Pero los autogestionarios son percibidos como voluntaristas cuando no tienen en cuenta que no todos los cubanos están interesados en asumir la responsabilidad de participar en la gestión de sus empresas y gobiernos locales. No han argumentado claramente por qué la democratización es factible y cómo puede resultar en mayor eficiencia y productividad. No obstante, ello no niega la posibilidad de establecer políticas públicas que permitan un incremento gradual de la participación sustantiva en la toma de decisiones en esas organizaciones, y de educación sobre las ventajas de participar en la toma de esas decisiones que nos afectan.

clip_image005Foto: thp.org.mx Cooperativa formada por 270 mujeres y 1 hombre de cada una de 26 comunidades diferentes.

Es difícil definir qué sectores de la sociedad cubana se identifican con esta tendencia. De hecho, ante los constantes mensajes en defensa de la privatización y la mercantilización a través de diversos medios nacionales y extranjeros, no es sorprendente que muchos cubanos vean la propuesta autogestionaria como utópica. En Cuba ha habido pocas experiencias de empresas y gobiernos locales gestionados democráticamente, antes y después de 1959. Además, la idea de la participación democrática puede haber perdido su significado entre los cubanos porque las autoridades han repetido que el sistema político cubano y las empresas estatales son lo más participativos posible, y también porque la autonomía de gestión e incluso de operación de las “cooperativas” agropecuarias han estado seriamente limitadas. De ahí que es comprensible que los defensores más convencidos de esta postura sean intelectuales y profesionales que han leído acerca de la forma “alternativa” de pensar y construir el socialismo, o que han estado expuestos a los discursos sobre el socialismo del siglo XXI.

Sin embargo, la preferencia por la gestión democrática de organizaciones sociales es intuitiva (resulta de la intuición o instinto humano) para todos los cubanos que perciben que la mejor manera de resolver algunos de sus problemas más apremiantes es mediante el trabajo colectivo, o cooperando con aquellos que sufren las consecuencias del autoritarismo en sus empleos y sus comunidades, o los que comienzan a sufrir las consecuencias negativas de la privatización y mercantilización —incremento de precios, evasión de impuestos, relación de subordinación de los trabajadores contratados, etc.[22]. Además, los trabajadores estatales, ante la vinculación de los salarios al desempeño de sus empresas, están cada vez más interesados en tener control sobre ellas, e incluso han planteado poder elegir a sus directivos[23]. Algunos incluso están llamando a crear cooperativas en las empresas estatales no estratégicas[24]. En determinadas localidades (Cárdenas, en Matanzas, y Santos Suárez, en La Habana), los ciudadanos han intentado resolver de forma autónoma ciertos problemas de la comunidad.

Consideraciones finales: En Cuba se define actualmente un nuevo camino para la nación. Se tratará de un socialismo estatista mejor organizado, uno de mercado, uno realmente democrático, o —más probablemente— una combinación de los tres. Predecir qué visión va a prevalecer en los cambios actuales es un mero ejercicio de especulación. Sin embargo, algunas evidencias permiten evaluar el peso que hoy tiene cada postura, y las posibilidades de la fluctuación de su influencia.

clip_image007Foto de: grenade.cl Empresa china.

Sin dudas, el economicismo es lo que predomina tanto en el Estado como entre la mayoría de los cubanos. Al presentar la empresa privada y el mercado como los más eficientes, ante el fracaso de las empresas estatales convencionales y la planificación autoritaria, y ante el desconocimiento de la factibilidad de otras formas de socialización de la economía, muchos no creen que existan mejores alternativas. Sin embargo, muchos cubanos no ven el funcionamiento de la empresa privada y los mercados como algo natural, y desean poder evitarse sus irracionalidades —precios diferenciados y variables, más beneficios para el comercio que la producción, explotación, etc. — y efectos negativos —desigualdades, contaminación, discriminación, etc.

El estatismo es abiertamente reconocido como la corriente de pensamiento que nos ha conducido a la situación actual, y por tanto de la que tenemos que alejarnos. No obstante, sobre todo debido a un instinto de conservación, está todavía goza de importante apoyo dentro del Estado y entre aquellos que temen perder los logros sociales de la Revolución. De hecho, la versión final de los “Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revoluciónes menos economicista y más estatista que la inicial[25]. Otra evidencia de la pérdida de influencia de la tendencia economicista es la moratoria en el plan que pretendía reubicar o despedir 10% de la fuerza laboral cubana.

De la visión autogestionaria hay muy poco en los “Lineamientos... y los cambios actuales”. Estos no reflejan ni los objetivos —satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de las personas, es decir, las relativas al desarrollo humano—, ni los medios —democracia participativa, control democrático de la sociedad, en particular, de la política y la economía— propuestos por los autogestionarios[26]. Aunque el presidente Raúl Castro y otros altos funcionarios del Estado han mencionado varias veces la importancia de la “participación”, el documento partidista sólo lo hace tres veces, y realmente en el sentido de consulta o implementación de decisiones tomadas por otros[27]. El único acercamiento a la posición autogestionaria está en el reconocimiento de las cooperativas como una forma socialista de empresa, aunque no se declara una intención de darles prioridad sobre las empresas privadas. La decisión de otorgar una mayor autonomía a las empresas estatales y gobiernos municipales es un paso positivo, pero aún no se reconoce el imperativo de democratizarlos. Tal ausencia refleja el hecho de que los autogestionarios están en minoría —al menos en los actuales espacios de poder—, lo cual en gran medida es resultado de la cultura verticalista, autoritaria y patriarcal que ha caracterizado la sociedad cubana antes y después del triunfo revolucionario.

Sin embargo, el imaginario de justicia social y emancipación sigue presente en la identidad de muchos cubanos. Aunque los nietos de la “generación histórica” están menos familiarizados con los ideales socialistas y revolucionarios, un gran número también valora la dignidad y la justicia, e incluso rechaza posiciones de subordinación. La cultura de la solidaridad cultivada por la Revolución aún perdura, por lo que las diferencias sociales resultan incómodas e injustas para muchos. Algunas personas han advertido que sin participación y control social de empresas y sin gobiernos locales autónomos, Cuba está allanando el camino hacia el capitalismo[28]. Recientemente han surgido ciertas señales sobre la creciente presencia de la posición autogestionaria, en artículos que defienden la necesidad de los trabajadores de participar realmente en las decisiones de gestión para poder asumir el papel de verdaderos dueños[29].

Las tres posiciones analizadas no pueden reducirse a opciones “buenas” o “malas”. Todas plantean preocupaciones legítimas que deben ser consideradas en cualquier decisión estratégica. No obstante, la conveniencia de la democracia —no la representativa liberal, sino una “real” o “participativa”— es ampliamente aceptada en el mundo de hoy. De ahí que, desde una perspectiva normativa, la visión que busca mayores niveles de democracia debe ser más deseable. Parece más justo que la sociedad decida democráticamente su destino, en lugar de colocar este poder en funcionarios estatales que se comprometan a representar los intereses de la sociedad, o —peor aún— en actores económicos bien dotados para dirigir desde las sombras “una mano invisible” que nos afecte a todos.

En el actual proceso de definición del tipo de socialismo que los cubanos estaremos construyendo por las próximas décadas, debemos saber que hay opciones entre el socialismo de Estado y el de mercado. Si nuestro objetivo continúa siendo alcanzar una sociedad lo más justa posible, debería abrirse más espacio a las ideas autogestionarias en los medios de comunicación; y los líderes deberían retomar el énfasis en el valor de la igualdad, la justicia y la solidaridad. También habría que tener en cuenta la importancia que otros procesos revolucionarios actuales en América Latina le han otorgado a la democracia participativa en todas las esferas de la sociedad. Así como las empresas privadas han sido autorizadas, debería suceder con las cooperativas, de manera que más cubanos puedan experimentar con la autogestión. Ahora que los gobiernos locales y empresas estatales tendrán más autonomía, al menos se deben experimentar métodos más democráticos, como el presupuesto y la planificación participativos. Es necesario ser pragmáticos, pero desde una noción menos simplista de nuestra sociedad y una visión menos condescendiente de nosotros mismos. Los cubanos dispuestos a experimentar con la autogestión deberían poder hacerlo, para así decidir, a partir de su experiencia, si es un camino preferible o no.

Una estrategia centrada sólo en sostener un crecimiento económico y en mejorar el desempeño del Estado cubano puede mejorar las condiciones de vida de una parte de la población y podría ayudar a mantener el apoyo al proyecto socialista cubano. Sin embargo, en la medida en que el crecimiento económico venga fundamentalmente de la privatización y la mercantilización —en lugar de la democratización o socialización de la economía—, los intereses de los nuevos empresarios inevitablemente se van a alejar de los sociales, y van a encontrar el modo de contribuir con menos impuestos, cobrar precios más altos, externalizar los costos a la sociedad tanto como sea posible. No demasiado tarde, como ocurre en los países capitalistas y con economías de mercado, ellos buscarán que el Estado responda a sus intereses privados. Del mismo modo, en la medida en que los administradores de los gobiernos locales y empresas estatales tengan más autonomía sin democratización, se harán comunes los abusos de poder y los trabajadores más capaces y revolucionarios se van a mover desilusionados hacia el sector privado u otros países. Por lo tanto, si los cambios se concentran solo en “perfeccionar la economía”, no sólo no se logrará el objetivo de mejorar las condiciones materiales de la población cubana, sino que la cohesión social que ha sostenido a la Revolución se verá afectada. Sus principales defensores estarán menos inclinados a apoyar un proyecto que no tiene en cuenta sus necesidades y expectativas de justicia y dignidad.

Comentarios del Editor: El excelente análisis y compilación de la profesora Camila Piñeiro Harnecker tiene muchas más vertientes de las que podemos valorar en este número. Sólo haremos comentarios concisos sobre algunas y el lector, según su formación e interés, se hará otros.

1) Es evidente que esta investigación,- sin proponérselo explícitamente-, rebasa con mucho el ámbito de lo que se ha denominado “la Revolución Cubana”. De hecho, es un repaso histórico de las formas del pensamiento social y económico que podemos remontar a “La República” de Platón, pasando por la Utopía de Tomás Moro, entrando en la Revolución Industrial inglesa con el Socialismo utópico de Fourier, Owen, Saint Simon, Babeuf, etc., etc. llegando hasta el presente, incluida la imprescindible visión de Carlos Marx contenida en la “Crítica al Programa de Gotha”, que no fue publicada hasta muchos años después de su muerte.

2) Igualmente evidente es la objetividad con que la autora ha tratado las tres vertientes de lo que ha denominado “Visiones sobre el socialismo que guían los cambios actuales en Cuba”, título infortunado en mi juicio por las connotaciones religiosas implícitas en él. Realmente, no es un problema sólo de lo que se ha llamado “socialismo cubano” sino de todo el pensamiento social actual cuando se trata de encontrar cómo crear una sociedad justa con todos, equitativa, plural, democrática, participativa. Cualquiera que sea vuestro criterio sobre el gobierno cubano este trabajo va mucho más allá de él y sus acciones concretas: va a la esencia de lo que deseamos alcanzar como Sociedad y Hombres Libres.

3) El “estatismo” está fracasado histórica y económicamente: estalinismo, maoísmo, Corea del Norte, khmer rojo, fidelismo, etc. demuestran su costo material, histórico e ineficiencia social y económica. Los seis millones de ucranianos muertos de hambre en los años 30 del siglo pasado por “la colectivización forzada” estalinista o los 20 millones de la “Revolución Cultural” maoísta, los 3 del khmer rojo o los dos millones de cubanos exiliados son ejemplo más que suficiente de su fracaso social, económico y político.

4) El “economicismo”, simplemente capitalismo de Estado o capitalismo sin apellido, es la forma más inmediata de sacar al pueblo cubano de su actual situación desesperada. Cierto, sería eficiencia,- más o menos que tampoco es tanta como demuestra la crisis actual-, con injusticia social. Pero, si somos materialistas,- tal vez marxistas-, recordemos que primero el hombre tiene que comer y después filosofar y esa es la alternativa cubana y, conscientes o no de ello, también la de los dirigentes actuales.

Porque, como en cubano diríamos, citando la popular canción de los Van-Van, “La Habana no aguanta más…” cuando los privilegiados del sistema, los que han detentado el poder económico y político para sí y su grupo, abandonan en masa el barco que se hunde sin remedio y sin esperanza hay que actuar ya, que hace mucho tiempo que se término la fiesta.

5) La corriente “autogestionariaper se,-por sí misma, por su propia naturaleza, sería una locura generalizarla en estos momentos. Primero es necesario resolver los problemas económicos y sólo más tarde los sociales, o paralelamente en la medida de lo posible. El ejemplo del intento democratizador de Gorbachov es reciente y sus resultados más que visibles. Además, la autora reconoce las limitaciones de la visión autogestionaria y añade que la mayoría de los que la defienden sólo ha oído hablar de ella, no la han conocido en carne propia como ella. Volvemos un poco al pensamiento libertario, anarquista, cooperativo ante todo, al “Apoyo Mutuo” de Pedro (Piotr) Kropotkin.

6) Creo que es posible aplicar el “economicismo” en la industria, según el modelo clásico de Yugoeslavia que transformó el Che para Cuba, con las adecuaciones correspondientes a la situación actual y el “autogestionario” en la agricultura, creando los instrumentos de financiamiento necesarios para ello, entregando la tierra por 99 años hasta 5 caballerías (13.43 hectáreas/cab.) y 30 para las cooperativas porque el campesino está acostumbrado al trabajo en común, al apoyo mutuo, para todo tipo de labor. Se trataría de, en el modelo “economicista”, que cada organismo seleccionase un número limitado de empresas experimentales a las cuales aplicar el concepto tanto económico como político,- algo similar a lo realizado en las empresas militares-, seguirlas sin entrometerse en su dirección y acción, evaluando económicamente sus resultados, de lo que carece este estudio. En el caso del modelo “autogestionario” pedir ayuda a los países nórdicos, a los organismos internacionales, a las grandes cooperativas que existen en el mundo y dejarlos trabajar. ¡En dos cosechas se termina el hambre en Cuba!

7) No obstante nuestros deseos, creo que la realidad debe imponerse. La situación del Estado y gobierno cubano depende de la salud y voluntad de otros. Es posible que me equivoque, tal vez. No vivo ni lo he hecho en una urna de cristal, ni en cuna de oro, ni alejado del diario vivir y yantar de mi pueblo. He sufrido y sufro por lo que allí ocurre y por lo que sé, la situación es desesperada y desesperanzadora, sin tiempo para “experimentos sociales” más o menos intelectuales o políticos.

Creo que si Lenin tuvo el coraje político y ético de sacrificar sus concepciones y restablecer temporalmente el capitalismo en Rusia con la Nueva Política Económica (NEP), es posible que eso sea lo que haya que hacer en aras de salvar lo poco positivo que realmente queda de nuestros sueños. El futuro inmediato, no las “próximas décadas” de la autora, dictará el destino del “socialismo cubano” y, entonces, “La Historia nos juzgará a todos” parafraseando a quien fuera un gran líder.

8) Felicito de todo corazón a la autora que todavía cree en algo que yo soñé cuando joven y aún defiendo. Comprendo perfectamente, por haberlas sufrido, las dificultades de todo tipo que ha afrontado y confronta por esta investigación en absoluto visionaria. Tiene juventud, inteligencia y fuerza. Su esfuerzo no será en vano, o eso espero. R.

PARA REFRESCAR.

MAGIA. Cada día es más “científica” y difícil de adivinar dónde está el truco. Aquí les ofrecemos uno muy sencillo y por tanto, no se sabe cómo lo logra. Además, al final del vídeo, otros 12 números igualmente simples, bellos y “mágicos”. Colaboración de Héctor L.

http://www.youtube.com/watch_popup?v=sKns1uatyNg&vq=medium

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[1] Currículo: En él se hace referencia al Título de Oro: es una distinción académica que se concede a los graduados de una licenciatura universitaria que han logrado no sólo la nota más alta, sino también un trabajo integral relevante en su tesis de grado y estudios.

http://riless.org/es/miembros/perfil/camila-pineiro-harnecker/248

[2] Mientras que “sostenible” implica que puede sostenerse a lo largo de cierto tiempo, el concepto de “sustentable” se refiere a la capacidad de tener en cuenta los intereses de las generaciones presentes y futuras

[3] Ricardo Ronquillo afirma que el socialismo “solo es posible donde prevalezca un transparente, democrático y real control obrero” (“Decido, luego existo”, Juventud Rebelde, La Habana, 24 de septiembre de 2011). Fernando Martínez Heredia hace hincapié en que el socialismo es el proyecto de liberación humana que requiere la acción consciente del pueblo (“Socialismo”, en Julio César Guanche, ¿coord. =coordinador?, Autocríticas. Un diálogo al interior de la tradición socialista, Ruth Casa Editorial, La Habana, 2009, p. 37). Alina Perera y Marianela Martín coinciden con Martínez Heredia en que el socialismo no resulta automáticamente del desarrollo de las fuerzas productivas, y que la participación real es una de las “condiciones” para la aparición de la esperada “conciencia social” (“La fuerza invisible que modela el mundo”, Juventud Rebelde, La Habana, 25 de septiembre de 2011). Véase también Julio César Guanche, “Todo lo que existe merece perecer (o una pregunta distinta sobre la democracia)”, en Autocríticas…, ob. cit., pp. 227-236, y Pedro Campos, “Democracia para controlar la burocracia”, Kaos en la Red, 6 de julio de 2011, disponible en www.kaosenlared.net.

[4] Baste considerar el pensamiento humanista de José Martí, así como las obras de Raúl Roa y Fernando Martínez Heredia que subrayan la esencia emancipadora de socialismo.

[5] Véase Julio Antonio Fernández y Julio César Guanche, “Un socialismo de ley. En busca de un diálogo sobre el constitucionalismo socialista cubano en el 2010”, Caminos, nº 57, La Habana, 2010, pp. 4, 10-11.

[6] La idea de Marx sobre el desarrollo humano a través de la práctica revolucionaria ha sido destacada por Michael A. Lebowitz (El socialismo no cae del cielo. Un nuevo comienzo, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009) y se evidencia en los análisis de cubanos como Pedro Campos (“¿Qué es el socialismo?”, 29 de septiembre de 2006, disponible en www.oocities.org/es/amigos_pedroc/Socialismo-1.htm).

[7] La carta de Álvarez López (4 de agosto de 2011) advierte que “la ley de la oferta y la demanda ha sido cuestionada en los debates que ha participado” y se pregunta “¿qué es la demanda?, ¿lo que se necesita o lo que se puede adquirir en realidad?”, y señala que los ricos siempre van a ser capaces de comprar, mientras que los que tienen mucho menos, no. Chávez Domínguez y Lugo Domínguez se quejan en sus cartas (20 de mayo y 11 de septiembre de 2011) de que los cuentapropistas (autónomos, trabajadores por cuenta propia) compran en las tiendas estatales y acaparan para luego vender a precios más altos.

[8]Los “mercados socializados” son aquellos espacios de intercambio horizontal controlados por representantes de intereses sociales; promueven que los participantes autónomos (vendedores y compradores) internalicen esos intereses. Existen varios modelos de planificación democrática o participativa que permiten institucionalizarlos.

[9] Véase Camila Piñeiro Harnecker, “Empresas no estatales en la economía cubana: ¿construyendo el socialismo?”, Temas, n. 67, La Habana, julio-septiembre de 2011, pp. 70-6.

[10] Véase Mayra Espina, “Mirar a Cuba hoy: cuatro supuestos para la observación y seis problemas-nudos”, Temas, nº 56, La Habana, octubre-diciembre de 2008, p. 137; y Carlos Alzugaray, en dossier “Cuba: ¿hacia un nuevo pacto social?”, Espacio Laical, n. 2, La Habana, 2011, pp. 20-1.

[11] Pedro Campos, ob. cit.

[12] Para Fidel Vascós González, la conciencia socialista es resultado no de las relaciones sociales en que viven, sino sobre todo de la educación (Socialismo y mercado, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009, p. 104).

[13] Según José R. Fabelo (citado en “Trabajo. Llave maestra”, Bohemia, La Habana, 13 de octubre de 2010): “Si no tengo posibilidad de decidir sobre lo que produzco, ni sobre su destino, ni intervengo en la gestión, en la planificación y muchas veces tampoco gano en dependencia de lo que hago, ¿qué sentimiento de propietario voy a tener...?”. Fabelo propone armonizar incentivos morales y materiales y señala que los mecanismos económicos por sí solos no son adecuados.

[14] Véase Rafael Hernández, Espacio Laical, n. 1, La Habana, 2011, p. 19; José Antonio Fraga Castro, director de la empresa estatal Labiofam, “llamó a establecer mecanismos y métodos que motiven a los trabajadores a que sientan que sus empresas son realmente suyas y participen de manera sustantiva en el proceso de gestión” como la mejor manera de resolver los problemas actuales (“Orden, disciplina y exigencia”, Tribuna de La Habana, La Habana, 12 de julio de 2011). La carta de Manso de Borges (23 de julio de 2010) advierte que la privatización no es la solución, y defiende socializar la propiedad con 1) la verdadera participación en la gestión de los trabajadores, 2) la educación económica y política, y 3) el desarrollo de sus capacidades guiadas por los intereses colectivos y los individuales.

[15] Véase Alina Perera y Marianela Martín, ob. cit.; Fernando Martínez Heredia, ob. cit., p. 33-4; Rafael Hernández, ob. cit., p. 4; Mayra Espina, ob. cit., pp. 134-5.

[16] Véase Pedro Campos, “¿Qué es el socialismo?”, ob. cit.

[17] Véase Carlos Tablada, “El socialismo del Che”, en Autocríticas..., ob. cit., pp. 141-5, 148-9; Mayra Espina, ob. cit., pp. 135-7. La carta de Aledo Roller (4 de septiembre de 2011) plantea que “es la forma en que organizamos nuestra vida económica y material lo que, en última instancia, determina la conciencia social”, propone a las cooperativas, y explica que en el socialismo no debe haber trabajo asalariado y que la competencia de mercado y la anarquía no deben “gobernar nuestras vidas”.

[18] Julio César Guanche, “Es rentable ser libres”, Espacio Laical, n. 2, La Habana, 2011, pp. 50-5; Armando Chaguaceda y Ramón Centeno, “Cuba: Una mirada socialista de las reformas”, Espacio Laical, n. 1, La Habana, 2011, pp. 50-3.

[19] Véase Ovidio D’Angelo, “¿Qué conferencia y lineamientos necesitamos? Conferencia del pueblo para la nueva sociedad”, Compendio de la Red Protagónica Observatorio Crítico, 12 de julio de 2011, disponible en http://observatoriocriticodesdecuba.wordpress.com; y la carta de Martín (22 de octubre de 2010) que alerta que la incapacidad de los trabajadores de participar realmente en el proceso de disponibilidad podría dar lugar a que los jefes abusen de su poder.

[20] Arturo López-Levy alerta sobre las limitaciones objetivas inherentes a los mercados reales (no los descritos en los libros de texto). Se pronuncia en contra de “las concepciones economicistas” y que el objetivo no debe ser el crecimiento económico, sino un desarrollo sostenible con objetivos sociales y ambientales (en dossier “Cuba: ¿hacia un nuevo pacto social?”, ob. cit., p. 30).

[21] La carta de Sandoval López (30 de septiembre de 2011) se queja de que los nuevos taxis privados no se preocupan por la gente, y sugirió que “incentivar la solidaridad” disminuyendo los impuestos para aquellos que cobren precios más asequibles y permitan la supervisión social de las personas. Véase también Camila Piñeiro Harnecker, ob. cit.

[22] Véanse Fariñas Carmona, Granma, La Habana, 23 de septiembre de 2011; Pastor Batista Valdés, “Prestos para el disfrute, escurridizos en el aporte”, Granma, La Habana, 4 de octubre de 2011; Lenier González, en dossier “Cuba: ¿hacia un nuevo pacto social?”, ob. cit., pp. 22-3.

[23] Véanse las cartas a Granma de González Cruz (7 de enero de 2011) y de Marichal Castillo (14 de mayo de 2011).

[24] Véanse las cartas a Granma de Rodríguez Vega (23 de septiembre de 2011), Paéz del Amo (9 de septiembre de 2011) y Arteaga Pérez (20 de mayo de 2011).

[25] De combinar la planificación y el mercado, se pasó a mantener la planificación como herramienta central y “teniendo en cuenta el mercado” (Lineamiento nº 1). De que las empresas del Estado pudieran fijar los precios libremente, se cambió a “revisar integralmente el Sistema de Precios” (Lineamiento nº 67), aunque sin decir cómo se va a hacer. Véase Partido Comunista de Cuba, “Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución” (Resolución aprobada en el VI Congreso del PCC, junio de 2011, disponible en www.congresopcc.cip.cu).

[26] De los quinientos mil trabajadores estatales que iban a ser declarados “disponibles” sólo lo han sido menos de ciento cincuenta mil (Reuters, 10 de mayo de 2011).

[27]Lineamientos…”, pp. 21-2 y 38.

[28] La carta de Regalado García (12 de marzo de 2010) alerta sobre el riesgo de “volver al pasado”.

[29] Muchas de las cartas a la dirección de Granma ya citadas que proponen la creación de cooperativas defienden que es la mejor manera de lograr el sentido de pertenencia. Isabel Castañeda y Gonzalo Rubio (“Una opinión: mirar adelante con sentido crítico y con ciencia”, Granma, La Habana, 2 de septiembre de 2011) proponen la “co-propiedad” o cogestión en las empresas estatales.

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