viernes, 23 de mayo de 2025

278. Carta al director de La Iberia.

Por Enrique José Varona.

Sr. Director de LA IBERIA

La Habana

Muy señor mío.

Espero de su cartesía (sic) sirva publicar en su ilustrado periódico las siguientes líneas.

En la Miscelánea Política de su número del 1º he leído una aseveración que me concierne, y que es de todo punto errónea. Dícese allí que me he reconciliado con mis antiguos amigos. Si esto significa que haya modificado la actitud en que me coloqué, al salir de la Junta Central del Partido Autonomista a fines de 1,885, es seguramente inexacto. Para eso habría sido preciso, o que la Junta Central hubiese adoptado una línea de conducta diversa de la quo ha juzgado conveniente, seguir, lo que no he pretendido; o que yo hubiera llegado a apreciar de distinto modo nuestra situación y sus exigencias, lo que no ha resultado. Así, todo continúa como estaba; llenos mis antiguos compañeros de esperanzas; yo espectador triste e impotente del desquiciamiento y la ruina de mi patria*.

[*Yo también, porque las circunstancias que señala Varona son muy parecidas a las del presente, pero más lamentables, porque en Cuba no han sucedido una guerra ni represión extranjera: sólo y solo sí, errores graves de todo tipo: propios y de extraños, léase dirigentes cubanos, rusos o venezolanos. No el pueblo. R.]

Dice también su distinguido colaborador que el Sr. Ruiz Zorrilla no habría escrito La hija pródiga en las circunstancias en que yo la escribí. Lo ignoro; pero, en cuanto a mí, puedo asegurarle que tampoco le hubiera escrito, a tener algunos años más, a conocer mejor la historia colonial de España, y si hubiera sido ya, como lo fui después, testigo de los horrores de la represión.

Soy su muy atento y s.s.

Enrique José Varona

La Habana, 2 de junio de 1,887

Fuente: Carta publicada en el número de La Iberia, diario político español dirigido por Andrés de la Cruz Prieto, de junio 4 de 1,887. Disponible en la Biblioteca Histórica Cubana y Americana Francisco González del Valle, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

Publicado por: https://www.elcamaguey.org/varona-carta-director-de-la-iberia

Si desea conocer en profundidad la vida y obra de Enrique José Varona, le ofrecemos dos vínculos a ella. Ambos imparciales, objetivo y muy completos.

https://es.wikipedia.org/wiki/Enrique_Jos%C3%A9_Varona

https://www.ecured.cu/Enrique_Jos%C3%A9_Varon [Buen y breve resumen de la vida y obra de Enrique José Varona. Me alegra.

https://bdigital.uncu.edu.ar/objetos_digitales/234/guadarramaCuyo18-19.pdf 

Esta carta tiene "filo, contrafilo y punta" en su respuesta, pues el que escribió sobre la posición política de Enrique José Varona insinúa claramente el abandono de su posición de principios, a lo que contesta Varona sin insultar, amenazar, ni subestimar al plumifero Sr. Ruiz Zorrilla. La cultura de Varona le permite jugar con las palabras y situarlo en su lugar equivocado. Hoy, en las contiendas políticas españolas no hay un solo orador capaz de estar a la altura de los clásicos: "Dícese allí que me he reconciliado con mis antiguos amigos. Si esto significa que haya modificado la actitud en que me coloqué, al salir de la Junta Central del Partido Autonomista a fines de 1,885, es seguramente inexacto. Para eso habría sido preciso, o que la Junta Central hubiese adoptado una línea de conducta diversa de la quo ha juzgado conveniente, seguir, lo que no he pretendido; o que yo hubiera llegado a apreciar de distinto modo nuestra situación y sus exigencias, lo que no ha resultado.

Para muestra, basta recoger este texto creado por IA: "Entre los grandes oradores españoles clásicos, destacan personajes como Emilio Castelar, reconocido por su habilidad en los debates parlamentarios. También se menciona a Antonio Maura, cuyo discurso de ingreso en la Real Academia Española, "La oratoria", es un referente en el estudio de la oratoria española. Otros nombres que se mencionan son Cánovas del Castillo y Felipe González". (actualmente no comparto esta última afirmación). Hoy, el Congreso es sólo insultos, mentiras, exageraciones. Es así. R.

Nota del Editor:  Foto del diario La Iberia. Pocas, muy pocas, personas quedan en Cuba que conozcan la vida y obra de Enrique José Varona. Patriota donde los haya, se distinguió durante la ocupación de los EE.UU. de Norteamérica por el llamado “Plan Varona” que consistió en crear cientos de escuelas, traer libros en español por miles y dar trabajo a cientos de maestros, miles de niños y mayores cubanos que no habían podido ir a la escuela, tanto por las circunstancias de la Guerra Grande,- la de los Diez Años, como la que se inicia como definitiva en El comienzo de la guerra final de independencia de Cuba, también conocida como la Guerra de 1,895 o la Guerra Hispano-[Cubana*]-Estadounidense, fue el 24 de febrero de 1,895, con el "Grito de Baire". Este levantamiento simultáneo en 35 localidades cubanas marcó el inicio de la lucha por la independencia que terminaría con la derrota española y la entrada de EE.UU. en el conflicto. Texto de IA.

*¡¡¡Qué empeño en negar u ocultar que existía y combatía el Ejército Mambí!!!, y que fue muy importante en la ayuda brindada a las tropas de los EE.UU. (p-ejemplo, cuando comenzaron a combatir a los españoles. Tanta fue la negación que no fueron siquiera  fueron invitados a participar en el Tratado de París, en el cual EE.UU. de Norteamérica y España blindaron los intereses de ambos en Cuba, dejando sin posibilidad de recuperar sus propiedades a los que vencieron a España: los combatientes del humilde Ejército mambí y los que emigraron al exilio forzoso, perdiendo también lo que les fue arrebatado, sin compensación, cuando pasaron a la manigua o al exilio.

Francisco Vicente Aguilera: el hacendado más rico de Cuba,- el de los antiguos billetes de 100 m.n.-, murió en la pobreza absoluta por la ingratitud de los Gobiernos y la mala memoria de muchos. No importa ahora: será recordado cuando se vuelva a estudiar y aplicar la Historia de Cuba, tan rica en ejemplos y hombres grandes de verdad.]

En la Guerra de Independencia de Cuba (1,895-1,898), el ejército de EE.UU. jugó un papel clave, especialmente en el Oriente de la Isla. Los combates más importantes fueron: la Batalla de Santiago de Cuba (1,898)*, que resultó en la captura de la flota española**, y la Batalla de San Juan Hill***, donde las tropas estadounidenses, incluyendo los "Rough Riders", lograron una victoria decisiva”.

*En la Batalla por la ciudad y puerto de Santiago de Cuba, **la flota española era un conjunto de barcos en pésimas condiciones,- sin carbón para las calderas-, que le fue negado por Gran Bretaña en los puertos que esperaba recoger el combustible.

Fueron sacrificados ante la potencia de la armada estadounidense. Por cierto, el embajador de la “Pérfida Albión”,- como se llamaba coloquialmente a la Gran Bretaña-, en esa época del Gran Juego”-, como se denominaba el intento del Imperio Zarista de extender su dominio a la India o,- al menos-, favorecer alzamientos contra el dominio inglés, se brindó a ejercer de intermediario entre el embajador norteamericano y el español-, lo cual le permitía transmitir a los EE.UU. los planes españoles. [Kim de la India tiene esta historia muy favorable al espionaje inglés, como no podía ser de otra manera. La actuación del Embajador británico está recogida en los archivos imperiales zaristas y publicada en un libro que conservo. ¡Asqueroso alcahuete*! *Intermediario entre personas, negocios o estados, en relaciones generalmente ilícitas.]

Vaya, como hoy el muy honorable señor Presidente de los EE.UU. entre Zelensky y Putin. La Historia se repite una y otra vez, como dijera alguien: “unas veces como tragedia  otras como farsa.”

<La frase "la historia se repite, primero como tragedia, luego como farsa" es una cita atribuida a Karl Marx y es una forma de expresar que los errores del pasado tienden a repetirse, pero con un sentido diferente o menos serio en la segunda ocasión. En la primera repetición, la historia se manifiesta con la gravedad y la intensidad de una tragedia, mientras que en la segunda, se vuelve más ligera y con un toque de comedia, ya sea por la ironía de la situación o por la manera en que se reinterpretan los errores del pasado, según la revista ri.conicet.gov.ar>. Texto de IA.  

Vaya, que es la misma historia de Ucrania, Rusia y los EE.UU. de Norteamérica hoy, que quieren burlar o ignorar al pueblo y gobierno ucraniano.

Volviendo a nuestro texto: la Batalla por la ciudad de Santiago de Cuba, fue ganada por las tropas mambises que apoyaron a las de EE.UU., aunque IA no lo recoge así. “Tras una campaña de mes y medio de duros combates en la zona oriental, en la que las fogueadas tropas españolas ralentizaron el avance de las fuerzas estadounidenses, que contaban con el apoyo de los guerrilleros cubanos, capituló el dieciséis de julio del año 1,898. Las tropas yanquis entraron en la ciudad, dando un buen trato a los españoles, no permitiendo que los insurgentes cubanos entraran en ella”. Lo mejor que he leído en mucho tiempo: autor 
Edmundo Fayanás Escuer
, 16 de septiembre de 2,023, 19:28

Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura---ocio/guerra-independencia-cuba-espa%C3%B1a-historia/20230912173013216923.html

[El que tenga los diez volúmenes de la Edición del Centenario de la Historia de Cuba, encontrará allí lo que fue el Plan Varona.]

Próxima publicación: ultimo viernes de julio de 2,025, si la salud lo permite.

Mangoconarroztres,  https://mangoconarroztres.blogspot.com/ - publicará un cuento, tema histórico, poesía, arte y similares.

Se publica, preferentemente, los viernes de cada mes. Se hace sin ánimo de lucro. No percibimos ingresos por ellos.

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viernes, 2 de mayo de 2025

277. Episodio histórico de la Guerra de los Diez Años.

Por Fernando Figueredo Socarrás.

En los primeros meses del año 1,874, se encontraba al frente de la administración militar del ejército español el Coronel R. que pasaba ya de sus sesenta inviernos y que, por sus condiciones de honradez, su limpia historia militar, los servicios que había prestado a su patria y su conducta honorable y digna, se le conservaba como una reliquia patriótica: se le respetaba por sus altas dotes de educación y cultura y se le admiraba por la bondosidad (sic) de su carácter y la delicadeza de sus maneras. Era dulce en su hablar y sencillo en sus ademanes, lleno de ingeniosidad y seriedad, demandando siempre consideraciones y respeto a cuantos le trataban y la admiración de sus amigos. Foto: Revista Binder.

Su oficina principal se hallaba situada en Puerto Príncipe como centro de la Isla y de allí partían las ramificaciones del delicado departamento que se le tenía confiado. Había venido a Cuba al principio de la guerra y aquí había obtenido sus dos últimos grados. Era un excelente padre de familia y la circunstancia de estar ésta ausente, en la Península, hacían su vida por demás angustiosa y su existencia llena de penas y sinsabores.

Su esposa y sus hijos residían en Madrid. Su hijo mayor Rosendo, era capitán del Ejército y operaba a las órdenes del General Palanca, en Oriente. Su hijo menor, Raúl, de 19 años, acababa de llegar después de terminar brillantemente su carrera en la escuela de caballería y se había incorporado a uno de los Regimientos que guarnicionaban a Puerto Príncipe, la llegada de Raúl fue para el viejo un rayo de luz en la nebulosidad de su vida: ella trajo consuelo a su espíritu, asaz abatido y alegría a su enfermo corazón.

Con Raúl llegaron brisas de la Patria y sonrisas del hogar, y a aquel anciano, por lo regular taciturno y triste, se le vio sonreír y al parecer feliz...

El Coronel era alto, delgado, bien conformado y por comodidad como sucede en tiempo de guerra usaba toda la barba. Su aspecto era patriarcal y el que pasaba junto a aquella figura venerable no podía menos que descubrirse ante el respetable anciano. Siendo joven había hecho las campañas contra el Pretendiente, en la Península, y más tarde, la de África, donde ascendió a Capitán. La presencia del joven oficial de caballería, lo hacía sentir por demás feliz y él se enorgullecía al presentar al apuesto joven que le remedara en estatura y gentileza, a la consideración de sus amigos y conocidos.

No hay cubano que no recuerde o no haya leído lleno de orgullo, y justa satisfacción los incidentes de la gran batalla de Las Guásimas que se librara en los campos del Camagüey, a mediados del mes de mayo de 1,874. Las Guásimas, es la página más gloriosa que se escribiera en la historia de aquella guerra, que por sus hechos se apellida la Guerra Grande la han descrito publicistas españoles y cubanos y todos la acreditan como la acción de guerra más importante en aquella epopeya que durara diez años. [Hoy, hay pocos cubanos que sepan, siquiera, qué fue la gran batalla de Las Guásimas. La Educación Cívica ya no se imparte, sería una hipocresía completa.]

Fue una verdadera batalla, en que una fuerte columna de 4,000 hombres, se vio sitiada por Máximo Gómez, durante cuatro días, y en la que, de parte y parte, se realizaron proezas de valor y se desplegaron inteligencia y pericia militares. La nota más saliente de aquella formidable acción, en que España confesó mil hombres fuera de combate, fue la célebre carga de caballería, que con el coronel Enrique Reeve [El Inglesito] a la cabeza, se dio en el largo carril (especie de callejón en la montaña) que une a Jimaguayú con las Guásimas.

En ese callejón fue destrozada despiadadamente la caballería española por los cubanos, cediendo al plan de batalla forjado por Máximo Gómez. Las fuerzas españolas habían abandonado la ciudad el día 15 de mayo de 1,874. La descubierta de la caballería era mandada por el joven alférez Raúl, que fue despedido por su anciano padre, llevando su bendición y elevando sus preces al ciclo (¿cielo?) porque retornara sano y salvo de aquella acción en que iba a recibir su bautizo de fuego. Dios se lo había de proteger y devolvérselo a su corazón, lleno de vida y colmado de laureles.

En la horrorosa acción del carril, cuando la caballería española cargó, llena de bríos, luciendo su garbo y levantando en alto sus relucientes sables, llena de bravura y entusiasmo, el joven alférez mandaba la extrema vanguardia. Él fue el primero en clavarse en los rifles de la emboscada de la infantería oriental, al mando de Ricardo Céspedes; él fue el que al volver grupas, quedó por su posición en la extrema retaguardia y la primera víctima del filo del machete de los implacables soldados de la caballería camagüeyana.

Raúl cayó el primero y después de él, centenares de cadáveres marcaban aquella tremenda huida, que se efectuaba a lo largo del célebre carril que después se ha bautizado con el nombre del carril de la carga.

La columna de Armiñán, es histórico, que se salvó al cuarto día de sitiada, por el refuerzo que le proporcionó el general Báscones. A no ser por esto, toda habría sido hecha prisionera.

La noticia del desastre de aquella columna que saliera tan llena de esperanza e ilusiones de Puerto Príncipe, para cortar a Máximo Gómez su marcha hacia Occidente, llegó a la ciudad con todos sus horripilantes colores, llenando de consternación a sus habitantes. Calcúlese el efecto que la derrota produciría en el anciano coronel, que solicito se apresuró a obtener todos los tristes detalles de la acción. Su aflicción no tuvo limites, se consideró, como era natural el más desventurado de los padres...

Había pasado un mes, más o menos, cuando el C. Salvador Cisneros, Presidente de la República, recibió por medio de su hermana Ciriaca el siguiente mensaje.

Sr. Marqués: El más desventurado de los padres, se llega a Vd. solicitando la gracia que espera no le sea negada de que se le permita visitar el campo donde cayera su hijo Raúl, en defensa de su Patria. Vd. es padre y debiera colocarse en lugar de éste, que ya no espera tener un momento de tranquilidad en este mundo... Respetuosamente, Coronel R.

El presidente Cisneros sometió la petición a la consideración del General Gómez y éste puso su Visto Bueno a la demanda.

El coronel R. apareció en nuestro campo acompañado de un ordenanza y un práctico, todos desarmados.

El general Gómez lo trató con señalada delicadeza y como prueba de la alta consideración que le mereciera puso a su disposición a su Jefe de E .M. Coronel Rafael Rodríguez, de quien debiera ser huésped, durante su permanencia en el campo insurrecto.

El coronel aparecía muy abatido, su dolor era inmenso y los halagos y cortesías de que era objeto aumentaban su pena. Se hizo referir el hecho de la batalla tal como pasó: escuchó de labios de sus enemigos las frases más encomiásticas hacia el soldado español, la bravura con que se peleó, y cuando se llegó a la descripción de la gallarda figura de su hijo, tronchado como una flor por implacable vendaval, su aflicción no tuvo dique.

Nuestros soldados, los que cargaron más inmediatamente sobre él y que prestos se reunieron a su rededor, se lo pintaban hermoso como una aurora y valiente como un adalid. Todos trataban de enjugar las lágrimas, que a raudales corrían de los ojos del veterano, encanecido en los campos de batalla.

Al momento no hubo uno que no tratara con empeño de que el coronel recogiera las reliquias de su hijo. Su reloj, un par de yugos con las iniciales R. R., sus espuelas, su cinturón, su sable, todo, todo lo que representaba una prenda de valor le fue entregada al Coronel, que abismado, en medio de su cruento dolor, recibía aquellas pruebas de respeto y consideración.

Aunque un tanto dictante, se dispuso una excursión al campo de batalla, para recoger los restos y darles sepultura. Llegaron al lugar: uno de los primeros esqueletos era el de Raúl. No existía sino la osamenta: todavía cubría su pierna una de sus polainas, prenda que sirvió para principiar la identificación; pero cuando se mostró el cráneo al infeliz anciano, este lanzó un grito de dolor al reconocer por la dentadura la calavera de su hijo.

Pero otra cosa le angustiaba más: un omóplato lo tenía hendido por un tajo del terrible machete: Raúl había sido herido por la espalda: había huido frente al adversario. Fue necesario explicarle la angustiosa situación y que si volvió la espalda fue después de señalados actos de heroicidad...

Los preciosos restos fueron sepultados. Los cubanos se disputaban el deber de consolar al afligido padre y ellos mismos, cavaron la sepultura en que, lleno de recogimiento, depositaron los restos del heroico joven. 

Había el coronel R. cumplido su misión. Necesitaba después de su herida, la más honda que confesaba haber recibido, buscar el consuelo del hogar, el calor de su esposa y de sus hijos, pero antes de marchar y abandonar para siempre la tierra que guardara los restos adorados de su hijo, solicitó nuevo permiso para visitar su tumba y este le fue concedido. Había una distancia de un mes entre una y otra visita.

Volvió a nuestro campo: regó nuevamente con sus lágrimas la tumba de su hijo y una tarde que descansaba en nuestro campamento, sito en Jimaguayú, rodeado siempre de las mayores atenciones, hubo de presentarse un montero, uno de nuestros tipos más curiosos y más dignos de estudio, que venía acompañado de su inseparable pareja de perros. El coronel se distraía con la locuacidad del nuevo huésped: sus ojos, sin embargo, se iban detrás de los perros, que le acompañaban, hasta que por fin manifestó deseos de comprar uno de los animales.

El montero, no consintió que se repitiera el deseo y tomando los dos por la cuerda que los sujetaba exclamó:

—Aquí están, son suyos: disponga Vd. de ellos. El Coronel escogió el que le pareció más aceptable y cuando fue a entregar una moneda de oro al cazador, éste, impelido por el espíritu generoso de nuestros guajiros, exclamó:

—¡Oh! no: yo no lo vendo, yo se lo regalo al afligido padre del mártir Raúl.

Para el coronel aquel perro fue una adquisición. Lo bautizó con el nombre de Mambí y cuando se encontraba a solas con él, en la intimidad de sus pensamientos, se le oía, acariciando al perro en triste soliloquio exclamar:

Ahora Mambí irás a una tierra muy distante. Serás el espíritu de mi Raúl: servirás de consuelo a una madre que vierte sus lágrimas a raudales, v nos servirás de compañía en nuestras tristes horas, cuando hablemos de esta tierra tan hermosa. como ingrata, al recordar al hijo que por siempre ha de guardar en su seno”.

Tomado de Social. Vol. IX, Núm.2, La Habana, febrero, 1,924, pp. 29 y 65.

Fuente: https://www.elcamaguey.org/fernando-figueredo-episodio-historico-guerra-diez-anos

Nota del Editor: El texto procede íntegramente de elcamagüey.org. Para facilitar la lectura, hemos separado párrafos del original a los efectos de dar mejor visión del texto. Las cursivas, negritas, subrayados y comentarios entre corchetes [ ] son del Editor. Salvo estos “detalles” todo es del original. Este artículo pudiera servir para enseñar nuestra historia por la Libertad, a las nuevas generaciones. Esto sí sería una “clase de moral y cívica”. R.

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