martes, 20 de junio de 2023

270. Entrevista de los generales Máximo Gómez y Martínez Campos en 1,878.

Singular veneración nos ha inspirado siempre el mayor general Máximo Gómez, jefe ilustre de nuestras dos guerras de la independencia. Él es la tradición viva de los episodios más trascendentales de aquellas épicas campañas: el símbolo intangible de la redención de la Patria. Por ese motivo hemos buscado la ocasión de acercarnos a él y de cultivar su amistad. 

Durante los meses de septiembre y octubre del año 1,900 fuimos varias veces a visitarle en la hermosa casa de don Antonio de Quesada, que habita con su interesante familia en el pintoresco pueblo de Calabazar. 

Mucho habíamos oído hablar del carácter del general y de sus genialidades durante las pasadas luchas y si es cierto que tiene el rudo aspecto de un soldado, también lo es que su trato es amenísimo y su conversación seductora. Nosotros nos pasaríamos horas enteras a su lado oyéndolo relatar con aquella sencilla y encantadora palabra hechos de los tiempos heroicos de nuestras épicas luchas por la independencia de la Patria, en los cuales su modestia incomparable sólo sabe enaltecer el valor de sus compañeros de armas, y hacer aparecer su grandiosa figura en segundo término, en la sombra

En una de aquellas visitas al Calabazar, que no olvidaremos nunca, le pedimos que nos refiriera su entrevista con el general Martínez Campos, (El Pacificador), después de hecho el convenio del Zanjón.

Díjonos, si nuestra memoria no nos es infiel, que durante los preliminares de ese famoso pacto, el Pacificador le había enviado ya varios mandaditos, pero él no quiso acatarlos, hasta que una vez celebrado el convenio del Zanjón, le escribió a Martínez Campos solicitando de él una entrevista, para la cual le rogaba que designara día y hora.

Habiéndole dicho el general, el día y señalado el lugar, la entrevista se llevó a cabo en el Camagüey, en el punto denominado Vista Hermosa, a principios de 1,878. A ella acudió el general Máximo Gómez en compañía del brigadier Rafael Rodríguez, del teniente coronel Salvador Rosado, del comandante Enrique Collazo, del capitán Enrique Canals y de los hijos del señor Prado, presidente del Perú, quienes habían venido recomendados a nuestro insigne general para hacer la campaña a su lado.

Llegaron todos montados en sendos caballos al campamento español donde el general en jefe y su Estado mayor, con vistosos uniformes, recibieron con demostraciones de halago y de contento a aquellos veteranos de la guerra de los diez años, que iban vestidos a la ligera y con ropas hechas jirones. El contraste no podía menos de resaltar entre aquellos patriotas y la cohorte de Martínez Campos. Después de los correspondientes saludos, tomó la palabra el general Gómez, y le hizo presente a Martínez Campos que el objeto de su visita era pedirle que le facilitara un buque, con el fin de ausentarse inmediatamente de la Isla, para lo cual lo autorizaba una de las cláusulas ya aprobadas del convenio del Zanjón.

Al oír esto Martínez Campos, le contestó que no pensara en salir de Cuba, porque él era uno de los que debían quedarse aquí para auxiliar al gobierno español en la magna obra de la reconstrucción del país, empobrecido y asolado por una dilatada y desastrosa guerra de diez años: que le pidiera lo que quisiera, pues todo, a excepción de la mitra*, estaba facultado para concederle. Nuestro general le contestó que de ninguna manera podía permanecer un momento más en esta tierra; que él le había hecho la guerra al gobierno de España, y que viendo perdido el triunfo de su ideal, que era el de la independencia de Cuba, estaba resuelto a abandonar de todas maneras este país. El general Martínez Campos siguió insistiendo, agregándole que todavía le quedaban en caja quinientos mil pesos oro para ofrecerle cuánto quisiera, como gobernante y como particular. [*1. Mitra: f. Toca alta y apuntada con que en las grandes solemnidades se cubren la cabeza los arzobispos, obispos y algunas otras personas eclesiásticas que tienen este privilegio. D.L.E., R.A.E., ES.]

El general Máximo Gómez, lleno de altivez y poseído de noble indignación, se puso de pie y le replicó: General Martínez Campos: Acuérdese que usted, al frente de su ejército, y yo, al frente del mío, llevamos entorchados,* y que si estoy obligado a respetarle es porque usted también lo está para conmigo. Nos debemos respetar mutuamente. Yo tengo muchas haciendas y España no tiene dinero para comprármelas: véalas usted, son estos andrajos con que me ve usted cubierto. Yo no he venido a pedir al general en jefe más que el exacto cumplimiento de una de las cláusulas del convenio del Zanjón, que me facilite los medios de salir de la Isla, y no puedo, bajo ningún concepto, ni como militar, ni como particular, admitirle ningún dinero. Como militar, porque mi honra me lo impide y como particular, porque el dinero no se recibe en préstamo más que de los amigos íntimos, y yo no tengo el honor de serlo de usted. Si yo se lo admitiera a usted en estas circunstancias, usted mismo me juzgaría mal, general, y lo que usted trata es de corromperme...” [*Entorchado. m. Bordado en oro o plata, que como distintivo llevaban en las vueltas de las mangas del uniforme los militares, los ministros y otros altos funcionarios.]

El Pacificador, conmovido ante semejante entereza de ánimo y tan acrisolada honradez, hubo de contestarle disculpándose y diciéndole que había interpretado mal sus palabras y que en nada había pretendido ofenderle. En estos momentos llamaron al general en jefe de lo interior de la tienda de campaña donde la entrevista se efectuaba y pidiéndole a Gómez que lo excusara por breves momentos, recomendó a Cassola que durante su ausencia lo atendiese.

El brigadier Manuel Cassola había presenciado lo ocurrido, y noble y generoso, simpatizó con la actitud digna y viril de nuestro héroe. Allí, bajo aquellas lonas, no se encontraba ningún vencido; las sienes de aquel prócer de la titánica guerra estaban cubiertas por muchos laureles y aún no se habían marchitado los de las Guásimas, Naranjo, Palo Seco y cien más gloriosos combates. Su situación era respetable: se hallaba entristecido por las desdichadas causas que dieron origen a aquel pacto, pero su alma, templada para soportar las adversidades de la vida, le infundió esa firmeza ante el caudillo español, que llamó la atención del malogrado Cassola.

Durante la escena éste había permanecido sentado, inclinada hacia adelante la cabeza que apoyaba en ambas manos. Cuando Martínez Campos se ausentó y le recomendó que hiciera los honores a Máximo Gómez, abandonó su actitud reflexiva y levantándose, no pudo ocultar dos gruesas lágrimas que surcaban sus mejillas. Haciendo al aguerrido jefe, hasta pocos momentos antes su enemigo, los correspondientes signos masónicos, le estrechó afectuosamente la mano, y le colmó de atenciones mientras duró la ausencia del vencedor de Sagunto.

Una vez reanudada la conversación entre ambos caudillos, preguntóle el Pacificador por dónde quería embarcarse, y para dónde. Repuesto ya de la emoción que le causara la muda escena con Cassola, le contestó que deseaba embarcarse para Jamaica; por el Junco, próximo a Santa Cruz del Sur, porque sabía que allí acampaban Acosta y Albear y otros jefes españoles, y quería evitarse el disgusto de encontrarse con ellos. 

El general Gómez aprovechó la ocasión de hablarnos, en los más elevados conceptos, de los humanitarios sentimientos del general Arsenio Martínez Campos. Éste le brindó de lo que allí había, y llevándole al lugar donde se hallaba puesta una gran mesa con toda clase de bebidas, Gómez aceptó una copa de ron, pero viendo que todos los de la comitiva de Martínez Campos se habían puesto de pie alrededor de la mesa y temiendo que allí fuera a resonar dentro de poco el mágico grito de ¡viva España!, tomando rápidamente la copa, y dirigiéndose al general en jefe, le dijo: salud, general; y se tomó el ron sin esperar a que éste acercara la suya a los labios.

El heroico caudillo de nuestra épica lucha de los diez años se embarcó, el 3 de marzo de 1,878, a bordo del cañonero Vigía, por el puerto o estero del Junco, haciendo escala en Manzanillo. Allí fue a verle su paisano (dominicano) el general Valera, al servicio del ejército español, con el objeto de insinuarle los deseos de Martínez Campos de que permaneciera en la Isla e influyera en la pacificación de Oriente, a lo que se negó el general Gómez en los términos más absolutos. Viendo que el cañonero no daba señales de salir de Manzanillo, mandó al comandante Enrique Collazo que hablara, por medio del telégrafo con el general en jefe y le preguntara, de su parte, si iba o no a continuar su viaje, o si estaba preso.

Al fin se dio la orden de salida, y después de haber tenido que recalar por mal tiempo en las costas de Cuba, llegó al siguiente día a Jamaica, donde el general fue, injustamente, muy mal recibido por los emigrados cubanos allí residentes, quienes lo creyeron uno de los autores directos del malhadado pacto. Pero el general continuó su labor de trabajar desinteresadamente por Cuba y por sus hijos, obteniendo que el cónsul de España en aquella colonia inglesa, pidiese a su gobierno que enviase a Kingston un buque para llevarse, en las mejores condiciones posibles, las numerosas familias de Oriente y del Camagüey que se hallaban allí emigradas, lo que al fin consiguió.

Esta página admirable, digna de las Vidas paralelas de los varones ilustres, de Plutarco, es una de las más bellas de la vida gloriosísima del egregio general dominicano, cubano por sus sentimientos, cubano por sus ingentes servicios, cubano porque Cuba es la patria de su mujer y de sus hijos y porque a la causa de la independencia ha ofrendado la vida de uno de ellos*, el inolvidable Panchito, aquel héroe griego, que por no querer abandonar los restos amados de su general, el inmortal Antonio Maceo, pereció a su lado. Porque es poco conocida y porque le enaltece, la arrancamos de nuestro libro de memorias y la damos al pueblo cubano en los días en que festeja la constitución de la Patria libre, que él nos ayudó a conquistar[*Diario de campaña del mayor general Máximo Gómez; febrero 16 de 1,882: “Muere mi hijo Andresito”. En las págs. 142 a la 164 está el relato escueto del hambre, miseria y estafas que sufrió el General Máximo Gómez Báez.]

Fuentes: Tomado de El Fígaro, Año XVIII, Núms. 18, 19 y 20, La Habana, Mayo 20 de 1,902, p.216.

https://www.elcamaguey.org/vidal-morales-entrevista-de-los-generales-maximo-gomez-y-martinez-campos 

Poema de Aurelia del Castillo dedicado al Gral. Máximo Gómez Báez.

Alto y enjuto y de ademán severo,
    Del enemigo estuvo cara a cara
    Con la enseña de Cárdenas y Yara
    De los Diez Años en el lapso entero.

    “Voy a partir —exclama— mas... ¡espero!”
    Y de Baire a la bélica algazara,
    Como saeta su corcel dispara
    Y La Invasión escribe con su acero.

    De libertad al delirante grito,
    “¡Salve —prorrumpe el pueblo— al Presidente!
    ¡Con flores deja que tu senda alfombre!”

    Mas él, formado de inmortal granito,
    Dice, indicando al solitario ausente
    Con suprema grandeza: “Éste es el hombre”.

Fuentes:   Tomado de El Fígaro, Año XVIII, Núms. 18, 19 y 20, La Habana, Mayo 20 de 1,902, p.225. https://www.elcamaguey.org/aurelia-castillo-maximo-gomez.

El poema anterior se inspiró en el hecho de la inauguración del primer monumento al Apóstol de nuestras libertades: José Julian Martí Pérez, cuyo origen narramos a continuación. Algunos interpretan que el seleccionado por Máximo Gómez Báez fue Don Tomás Estrada Palma. Para mí, cuando el poema expresa “Dice, indicando al solitario ausente
 Con suprema grandeza: “Éste es el hombre”.
Solamente puede referirse a Martí pues es el “solitario ausente”, no Don Tomás.

Monumento a José Martí en el Parque Central de La Habana, un homenaje del pueblo al Héroe de Dos Ríos.

El monumento a José Martí en el Parque Central fue el primer gran homenaje que le rindió el pueblo cubano al Apóstol de su independencia.

Erigido por suscripción popular, la obra, atribuida al escultor cubano José Vilalta, se develó el 24 de febrero de 1,905, en el décimo aniversario del comienzo de la última guerra de independencia. El acto inaugural, al que asistieron numerosas personalidades y veteranos de la noble contienda, contó con la presencia del Mayor General Máximo Gómez y el presidente de la República, Tomás Estrada Palma.

El camino al monumento a José Martí:

La idea del primer monumento a José Martí surgió con la encuesta que el 30 de abril de 1,899 lanzó el periódico El Fígaro, tras la remoción de la estatua de Isabel II del Parque Central.

En ella pregunta El Fígaro qué personalidad debía ocupar el privilegiado lugar de la defenestrada reina entre un listado de 105 candidatos.

José Martí se alzó con el primer lugar de la lista (con sólo 16 votos), por delante del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes (15), la Estatua de la Libertad (8), José de la Luz y Caballero (7), Cristóbal Colón (5), las estatuas de Cuba Libre, la República, la Independencia, la Revolución y la Concordia (4, 3, 2, 2 y 2 votos respectivamente). Dos votos también alcanzarían la propuesta de estatua al cacique Hatuey.

Un solitario voto alcanzaron Antonio Maceo y Máximo Gómez, cuyos monumentos se levantarían en La Habana pocos años después; Ignacio Agramonte; Narciso López; la insigne Marta Abreu; José Antonio Saco y el presbítero Félix Varela.

Algunos de los llamados a votar, como el poeta y periodista Enrique Hernández Miyares, expresaron que poca importancia tenía el asunto, y bien podían poner cualquier cosa hasta ver si al final había o no República.

A favor del monumento a José Martí se pronunciaron los generales Emilio Núñez, Daniel Gispert y Enrique Loynaz del Castillo, varias figuras de las letras y los amigos personales del Apóstol, el Dr. Fermín Valdés Domínguez y Juan Gualberto Gómez.

Se creó entonces la Asociación Pro – Monumento a José Martí, con el objetivo de recaudar fondo para poder erigir el monumento. Con ese objetivo contactaron al escultor José Vilalta, que residía entonces en Italia y que aceptó el encargo sin cobrar un centavo.

El 6 de noviembre de 1,904, después de una intensa labor de la Asociación Pro – Monumento a José Martí, el Mayor General Máximo Gómez colocó la primera piedra en la base de la futura estatua del Apóstol de la libertad de Cuba en el Parque Central de La Habana.

Martí en el Parque Central: Cuatro meses después, el presidente Tomás Estrada Palma, develaba el monumento a José Martí en el Parque Central de La Habana, en un acto solemne en que el Generalísimo Máximo Gómez izó la enseña nacional al compás del Himno Invasor. [Los cubanos nos reímos de casi todo, incluyéndonos en la burla. Una puede ser el hecho que el busto se haya colocado de “espalda” al Centro Gallego de La Habana. R.]

Al acto asistió la familia del héroe: su madre Doña Leonor Pérez, su viuda Carmen Zayas Bazán y su hermana Amelia Martí.

En la base del monumento se colocaron varios periódicos del día y objetos épocales, dentro de una caja de plomo, junto al famoso clavo de oro que donó Juana Varona, hermana del mártir Bernabé de Varona, con la inscripción «la hermana de Bembeta».

https://fotosdlahabana.com/monumento-a-jose-marti-en-el-parque-central-de-la-habana-un-homenaje-del-pueblo-al-heroe-de-dos-rios/

Autor: Vidal Morales y Morales. Texto y foto originales de: Tomado de El Fígaro, Año XVIII, Núms. 18, 19 y 20, La Habana, Mayo 20 de 1902, p.216. Publicado por El Camagüey el 16 de junio de 2,023. https://mail.google.com/mail/u/0/?tab=rm#inbox/FMfcgzGsnBlCLMSMsgFxBnSFTTVBblSL   

Comentario del Editor de Mangoconarroztres:

Diversos problemas personales y familiares, más la decisión de no pronunciarme sobre temas actuales cubanos desde tierras lejanas, me han llevado a limitar las publicaciones sobre temas cubanos, sobre todo vinculados a las decisiones político y económicas del presente.

No obstante, cuando encuentro paginas tan maravillosas y ejemplarizantes de nuestra Historia como ésta, creo que es un deber de cubano divulgarlas para conocimiento y honra de nuestra causa por la Libertad. Añado el comentario que realicé al pie del texto publicado por El Camagüey:

“¡Así era y así fue El Chino Viejo, que era el sobrenombre cariñoso y privado que sus compañeros le habían otorgado! Máximo Gómez tuvo muchos detractores dentro de las propias filas mambisas pues era en extremo riguroso con el cobarde o con aquel que incumplía sus órdenes. Además, no permitía abusos ni excesos con el enemigo; tampoco con los pacíficos campesinos. Extremo en el cuidado de los recursos que disponía y austero en el comer y vestir. No toleraba el menor desvió de los recursos destinados para hacer la Guerra Grande, llegando en ocasiones a ordenar el castigo físico de algún oficial. Implacable con los cubanos traidores al servicio de España, el castigo solía ser el que determinará el Consejo de Guerra Sumarísimo, que no siempre era fusilamiento.

Vivió desde dentro todas las traiciones, ambiciones y luchas intestinas entre los diferentes grupos territoriales no participando en ninguna: sólo quería la libertad de Cuba. Jamás se mezcló en las luchas internas por el poder.

El más cubano de los cubanos, que nos conocía bien para bien y para mal, no aceptó prebendas ni privilegios cuando se logró la Independencia: su única exigencia fue que se pagará a los combatientes del ejército mambí por sus servicios. No ha recibido el reconocimiento que merecerá siempre del pueblo cubano lo cual es, en sí mismo, un crimen histórico. R”.

Micro biografía de Vidal Morales y Morales.

Nacimiento: 21/4/1,848. Fallecimiento: 27/8/1,904.

Abogado, periodista, biógrafo e historiador cubano.

Nació en La Habana. Sobrino del padre de la biografía cubana Antonio Bachiller y Morales. Cursó sus primeros estudios en La Habana. En 1,870 se graduó de licenciado en Derecho Civil en la Universidad de La Habana, bajo el influjo de Anselmo Suárez Romero y Antonio Bachiller Morales, quienes lo motivaron a aproximarse a la Historia de Cuba.

Desde el 19 de septiembre de 1,881 hasta el 21 de mayo de 1,883 prestó servicios como abogado fiscal sustituto de la Audiencia de La Habana. También fue fundador del Colegio de Abogados de La Habana, donde se desempeñó como secretario contador y perteneció a la junta clasificadora del gremio de abogados.

En 1,897, durante la primera ocupación militar de EE.UU. en Cuba, el gobierno interventor lo designó jefe de los Archivos de la Isla de Cuba. En 1,902 fundó el Boletín de los Archivos de la Isla de Cuba que cambió su nombre por el Boletín de los Archivos de la República de Cuba, el cual dirigió hasta su muerte.

La labor realizada durante la etapa de ocupación militar norteamericana trascendió más allá de esa época e influyó de manera directa e indirecta en otros historiadores de las generaciones que le sucedieron.

Dedicó buena parte de su existencia a la labor de recopilar información, acumuló un gran arsenal de datos con el ánimo de rectificar algunos de los errores históricos reiterados en las obras de este carácter, que circulaban en Cuba hasta fines del siglo XIX. Trabajó con materiales de primera mano que supo revisar y organizar pacientemente. Conservó libros, folletos, cartas y documentos, muchos de los cuales se convirtieron en volúmenes de su inapreciable biblioteca o más en especial de su «colección facticia», hoy en la Biblioteca Nacional José Martí (sic), o formaron los legajos que constituyen el fondo de su archivo, en depósito en la biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País (sic).

Sus estudios estuvieron revestidos con características inéditas, pues además del material documental de primera mano, utilizó la información directa, moviéndose en los círculos intelectuales de su época. Acumuló una enorme correspondencia para su obra de biógrafo.

El archivo histórico de Vidal Morales resultó el más completo de su época y conformó las bibliotecas más integradas sobre asuntos nacionales en aquellos momentos. Publicó importantes trabajos históricos, como Hombres del 68 y Nociones de Historia de Cuba (1,901). Este último se aprobó por la Junta de Superintendencia de Escuelas el 9 de abril de 1,901, tuvo ocho ediciones hasta el año 1,944 (sic). Fue adoptado como texto oficial para la enseñanza primaria; a lo largo de sus páginas, Morales expone las bases históricas del Estado nacional en ciernes, asumiendo las tareas que décadas antes llevara a cabo la historiografía romántica en otros países del continente.

Vidal Morales fue uno de los historiadores cubanos que más contribuyó a que se amara la historia nacional, a que se conocieran mejor sus héroes y se les honrara; asimismo despertó en muchos investigadores el interés por el acarreo informativo en archivos y bibliotecas, con la finalidad de llenar los vacíos historiográficos existentes. A su muerte dejó varios trabajos inéditos. Firmó sus trabajos con sus iniciales y utilizó los seudónimos Ladislao Vermy XX.

Falleció en La Habana, el 27 de agosto de 1904.

Fuentes: EnCaribe.org; Publicado en: https://www.cubanosfamosos.com/es/biografia/vidal-morales-morales

Adenda del Editor de Mangoconarroztres: (Del lat. addenda, las cosas que se han de añadir).1. f. Apéndice, sobre todo de un libro. U. t. c. m. D.L.E., R.A.E. ES. ¿Por qué todo este tesoro de patriotismo sano, de cubanía, ejemplo de nuestros mejores y peores tiempo se ha perdido? Un pueblo que no conoce su pasado no podrá valorar su presente. R.

Próxima edición: se avisará en Facebook.

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