Un grupo de trabajadores telefónicos
cortando caña en Quiebra Hacha, Pinar del Río, en 1,966. El Editor, junto a su
gran amigo Jesús Veiga, el primero de la izq. en la primera fila.
Existen muchos tipos y formas de
dirigentes; igualmente de líderes, cada uno con sus particulares formas de
actuar, pensar y organizar cualquier actividad en la que se halle al
frente. De lo que no existen en el mundo en un siglo, es más de dos o
tres Profetas de Su Verdad, amados y odiados simultáneamente, de
“izquierdas” o de “derechas”, a los cuales masivamente, con
confianza casi ciega y mayoritaria, los conciudadanos están dispuestos a seguir
a riesgo de vida, familias, haciendas. Son los Conductores de Pueblos: el Moisés
moderno.
Lenin, Hitler, Fidel en el siglo XX
fueron los que alcanzaron notoriedad mundial. Otros profetas en Asia, África, América
Latina, Europa murieron en la lucha por lograr su Cielo en la Tierra. Los
distingue su rechazo a lo formal, a lo “administrativo”; su cercanía aparente o
real, a su pueblo, su valor personal, su convicción en el éxito de su lucha,
en una confianza irracional que contamina a sus seguidores. No son
lejanos, sino un amigo, una esperanza.
Así fueron tanto Hitler como
Fidel. Ambos carecieron del
pragmatismo político y del objetivismo de Lenin. Ambos condujeron a su pueblo
al desastre. Ambos dijeron,- e hicieron-, una cosa y la contraria al
mismo tiempo: ambos estuvieron en los frentes de guerra y expusieron su vida
decenas de veces,- cosa que jamás hizo Stalin-, tienen y tendrán seguidores por
muchas décadas porque ellos no son racionales, sino emocionales.
Eso nos llega a todos; a unos nos hiere y marca para toda la vida.
Fidel cometió serios y
graves errores que jamás admitió en público ni en privado. Fue inepto en
el control y seguimiento de las medidas económicas, políticas, agrícolas e
industriales que orientó. Oyó sólo
lo que quería oír y de quiénes le decían lo que quería escuchar.
Pronto todos en su círculo supieron callar lo que pensaban, salvo Raúl
con el cual tuvo muchas y serías discrepancias privadas que, de una u otra
forma, se filtraban lentamente. La corrupción fue el compañero
inseparable de todas sus iniciativas: desde el Cordón de La Habana, hasta la
última tontería senil: la siembra masiva del arbusto paraguayo Moringa.
Jamás aprendió de sus errores, de sus fracasos
continuos en la agricultura. Fue incapaz de dejar que los ministros
hicieran su trabajo supervisando su labor: fue el superministro de
todo. De economía, agricultura, educación, salud pública. Metió las
narices en todo y ningún ministro era responsable de su trabajo de
dirección. Era, dicho finamente, un
grano en el culo o una piedra en el zapato de todos. Además, lo que
fracasaba, él no se daba por enterado. Cientos, miles de millones costó
al pueblo cubano y a los países amigos,- especialmente la URSS-, su falta de
dirección, su incompetencia como dirigente administrativo. No supo siquiera organizar un partido que
realmente controlara la eficiencia gubernamental, luchará contra la corrupción y
sirviera de esqueleto a la Sociedad Civil, a la que nunca tuvo en cuenta.
Algún día se escribirá una historia
de su vida, espero. Historia que
comienza desde niño y que lo marcó para siempre. Historia que debe
recoger su vida,- con Raúl-, en el prestigioso colegio medio-superior jesuita de
Belén. Vida que llevó al padre evaluador a señalar en su currículo que era una
persona destinada a ser importante en la Historia de Cuba. Historia que tiene que ver con sus primeros
años en el bonche,- actuaciones cuasi gansteriles de muchos
universitarios-, de sus “locuras” en el parque universitario hoy,
Manuel Sanguily Garrite, cuando se montaba sobre la poda césped como un
muchacho grande, que es lo que era en ese momento. Cuando maduró, llegó a
desafiar al entonces profesor universitario Antonio Sánchez Arango y realizar el
examen de su asignatura verbal, sin un papel. Desde luego, fue un brillante
estudiante. Biografía que debe recoger su participación en la lucha contra la
tiranía trujillista y su valor al saltar al agua antes de ser detenido, nadando
no sé cuantos kilómetros, como gran deportista que fue toda su vida. No será la historia que él quiso escuchar y
que prácticamente escribió para Ignacio Ramonet, falsa, adulterada, arreglada a
su visión distorsionada de la realidad y acomodada a ella.
También que jamás, ni antes
ni después de 1,959 fue un marxista-leninista, ni siquiera un socialista.
La idea de justicia social la tenían
muchos jóvenes universitarios, no era algo exclusivo. Idea que no comulgaba con
el estalinismo ni con el régimen soviético. Su primer contacto con la
lucha social fue cuando Alfredo Guevara,- que sí era un marxista y
materialista-, lo ilustro durante su permanencia en Colombia cuando el
“bogotazo”, donde recibió las primeras lecciones de lucha social. El único comunista de los cubanos fue Raúl
Castro, que antes de ir para México se hizo miembro de la Juventud Socialista
del Partido Socialista Popular. La cual, entre paréntesis, tenía
profundas discrepancias con la dirección y acción de ese Partido y sus
relaciones con la tiranía.
Ha muerto Fidel. Así
será para siempre: simplemente Fidel. Los que pusimos nuestras esperanzas y fe
en él, así lo recordaremos siempre. Aunque nunca le perdonaremos que haya incitado a una
guerra nuclear sin contar con el pueblo, supuestamente su pueblo.
Nunca le perdonaremos que nuestras
esperanzas, la de miles de cubanos y hermanos de otros continentes que apoyaron
la construcción de un nuevo estado más justo y social, se hayan frustrado por su
incapacidad de reflexionar sobre sus errores y rectificarlos. El
verdadero pagador de sus deficiencias e insuficiencias es el pueblo y la nación
cubana: ellos son los que merecen todos los tributos. Lo merecen los
cortadores de caña citadinos, los alfabetizadores quinceañeros, los que
combatieron en todo el mundo por una nueva sociedad: sea Argel, el Congo,
Nicaragua, Venezuela, Etiopia, Chile, Argentina, Angola, etc., etc. Ellos
son los verdaderos Fidel: los que siguieron a un Conductor de Pueblo
carismático, simpático, valiente, conquistador como corresponde a un líder
latino y su pueblo no ve mal.
Esperemos tiempos mejores: Raúl es capaz de
lograrlo. Puede abrir la mano todo lo que quiera porque no hay oposición interna
organizada. Sobra mecanismo de inteligencia para controlar
“delicadamente” sin brutalidades, la poca oposición y dar paso a nuevas libertades civiles.
Si al morir Fidel, no se produjo el alzamiento espontáneo esperado en el
extranjero, no se ocurrirá en el futuro, salvo que no den esperanzas a un pueblo que no
puede resistir más hambre y miseria. Sobre todo, sin
Fidel.
Castro inspecciona una unidad de
artillería, Crisis de los Misiles, 1,962 (The Guardian)
El hombre nuclear
Cuba Net. Por Alberto Méndez Castelló. Ha muerto el que sugirió a Nikita
Jruschov que hoy no estuviéramos vivos. LAS TUNAS, Cuba.- Fidel Castro ha
muerto. Con él ha desaparecido el último líder de la Guerra Fría. El caudillo
por quien la Unión Soviética (URSS) instaló cohetes nucleares a sólo 90 millas
de los EE.UU.
Ha muerto el que sugirió que hoy no
estuviéramos vivos. No estuviéramos vivos porque millones de seres humanos
hubiéramos muerto quemados por el fuego nuclear en lugares tan distantes y a la
vez tan dispares como lo son Washington y Moscú, La Habana y Estambul.
El 26 de octubre de 1,962, en el
punto más crítico de la Crisis de los Misiles, Fidel Castro sugirió a Nikita
Jruschov, llegado el caso, el empleo de las armas de destrucción masiva contra
la nación estadounidense diciendo:
“Si los imperialistas invaden a
Cuba (…) la Unión Soviética no debe permitir jamás las circunstancias en las
cuales los imperialistas pudieran descargar contra ella el primer golpe nuclear
(…) invadir a Cuba, ése sería el momento de eliminar para siempre semejante
peligro, en acto de la más legítima defensa, por dura y terrible que fuese la
solución, porque no habrá otra.”
Respondiendo a Fidel Castro acerca de
lo que bien podía conducir a la tercera guerra mundial, Nikita Jruschov dijo:
“Usted nos propuso que fuéramos nosotros los primeros en asestar el golpe
nuclear. (…) Usted, desde luego, comprende a qué llevaría esto. Esto no
sería un simple golpe sino el inicio de la guerra mundial termonuclear.
Evidentemente, en tal caso, los EE.UU. sufrirían enormes pérdidas, pero la
URSS y todo el campo socialista también sufrirían mucho. En lo que se refiere a Cuba, al pueblo cubano,
es difícil incluso decir en general con qué eso podría terminar para él. En
primer término, en el fuego de la guerra se quemaría Cuba.”
No. No sólo ha muerto Fidel Castro,
el que valiéndose de una dictadura para promover una revolución, él mismo se
convirtió en dictador: en el dictador más prolongado que tuviera Cuba. El que
pudo hacer desaparecer no sólo a Cuba bajo el fuego nuclear, sino también
importantes territorios de EE.UU., la URSS, y a decenas de países aliados de
estas superpotencias, que de no haber sus líderes obrado con la debida
serenidad, en el caso de la URSS, a sugerencia de Fidel Castro, hubiera
disparado el primer misil, a causa del cual, hoy no estuviéramos haciendo la
historia.
Esa fue la tentativa de genocidio de
Fidel Castro de la cual gracias a Nikita Jruschov y el presidente Kennedy
millones de personas de gran parte del mundo nos salvamos. Pero los cubanos si
bien salvamos la mayor parte de nuestros cuerpos del fuego termonuclear, no
conseguimos salvar nuestras mentes del bombardeo palabrero de Fidel
Castro.
Sí. Fidel Castro ha muerto, pero en
Cuba y fuera de ella, como criminal internacional que fué, tras de sí deja demasiados pensamientos atrofiados,
difíciles de restaurar, unos, por dóciles ovejunos, otros, por arrogantes
intolerantes, cualquiera de las dos categorías de imposible congruencia en una
sociedad democrática, la que tiene Cuba por delante para ser República y dejar
de ser feudo.
Sólo ha muerto Fidel Castro. En los
próximos días veremos cientos de miles de cubanos desfilando delante de sus
cenizas, valga decir, desfilando dentro de los cadáveres que Fidel Castro hizo
de ellos, despojos que ellos llevan en sí mismos.
Sí. Nada más ha muerto Fidel Castro.
Con él hubo tanto acabamiento, que una parte se va con él, pero otra queda ahí,
hasta que le llegue el enterramiento definitivo.
[Sobre este artículo: se
dice muy poco u oculta pudorosamente la realidad de este episodio. La dirección
política de la URSS jugó una excelente partida de ajedrez y la ganó. Para ello,
ocultó a Fidel Castro que todo era un farol*, un bluff, cuyo éxito
dependía especialmente que él actuará suponiendo que era cierto lo que estaba
ocurriendo. La realidad, develada años más tarde, es que la URSS estaba en
inferioridad nuclear total con respecto a los EE.UU. No había la menor intención
de provocar una guerra, nuclear o no. Sólo se pretendía y se logró, que EE.UU. se
comprometiera a no atacar Cuba en el futuro. Al comprender que había sido
engañado, Fidel montó en cólera, negándose de plano a aceptar las explicaciones
que le quisieron dar los soviéticos en la persona de un amigo de los cubanos,
Anastás Mikoyán cuando fue a Cuba. Fidel
reaccionó como cuando los bromistas de Miami lo hicieron quedar en ridículo
haciéndose pasar por Hugo Chavéz. [*Farol: 5. m. En el juego,
envite falso hecho para desorientar o atemorizar. DRAE]
El Fidel que conoció Ignacio
Ramonet. Ignacio Ramonet. Tomado de Tele Sur. Fidel ha muerto, pero es
immortal. Pocos hombres conocieron la gloria de entrar vivos en la
leyenda y en la historia. Fidel es uno de ellos. Perteneció a esa generación de
insurgentes míticos – Nelson Mandela, Patrice Lumumba, Amilcar Cabral, Che
Guevara, Camilo Torres, Turcios Lima, Ahmed Ben Barka – que, persiguiendo un
ideal de justicia, se lanzaron, en los años 1,950, a la acción política con la
ambición y la esperanza de cambiar un mundo de desigualdades y de
discriminaciones, marcado por el comienzo de la guerra fría entre la URSS y
EE.UU.
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Aforismos y frases
célebres:
"La causa de la libertad se convierte en una
burla si el precio a pagar es la destrucción de quienes deberían disfrutar la
libertad". Mahatma Gandhi. Activista político que dedicó su vida a la
lucha por la paz. Fuente: http://www.lainformacion.com/
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