sábado, 6 de diciembre de 2014

98. El pasado, el presente y el futuro.

“...si yo quiero que la República sea amable, si yo quiero que los cubanos amen la Nación y la República, me importa muy poco que amen al Gobierno. El Gobierno es una cosa transitoria y la República es algo que debe ser inconmovible. El Gobierno se compone de personas que pasan. La República se compone de las leyes, de los sentimientos, de la historia que son duraderos. Amar a la República no implica amar a sus gobiernos.[1]Manuel Sanguily Garrite.

clip_image002Cubanos de Miami tienen nostalgia por productos rusos. Nora Gámez Torres. Elnuevoherald.com

La “carne rusa” formó parte de la dieta de millones de cubanos durante las décadas en que la Isla y el gigante socialista, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), tuvieron una estrecha alianza. Algunos la recuerdan con pavor, por ser la comida que se repetía en becas, escuelas al campo, zafras (corte, recogida y procesamiento de la caña de azúcar) y movilizaciones (trabajos agrícolas o militares) de todo tipo.

En Biscayne Boulevard y la calle 79, en el noreste de Miami, un mercado de productos rusos y europeos vende latas de carne de cerdo y de res a los cubanos que no han podido olvidar su sabor.

Hubo una época en que llegó a ser un lujo. En los 90 ya no había ni carne, ni rusos”, recuerda Pedro Valdés, un cubano de 53 años que llegó a EE.UU. en el 2001 y quien, un día, buscando imágenes de las antiguas latas de “carne rusa” que llegaban a la Isla, descubrió que podía comprarlas en Marky’s, la tienda en Biscayne Boulevard.

Valdés llegó incluso a mandar una lata a su hermano en Cuba, quien paseó el producto como un trofeo en su barrio de Jaimanitas, en la capital.

Pero estos productos no son baratos. En Miami, una lata de carne rusa cuesta USD$10,00 (8.15€). Según el presidente de Marky’s Gruop, Christopher Hlubb, la carne enlatada es uno de los productos más vendidos de la tienda.

Aracelis Marcos llegó a EE.UU. hace 13 años y desde que encontró este mercado, va una vez al mes a comprar “carne rusa”. “Quizá porque la comía tanto en Cuba, me gusta y me da nostalgia. Descubrí este lugar hace como siete años y vengo a comprar carne, también el perfume Moscú Rojo, y el Bálsamo de Shostakovsky”, un ungüento con efectos antiinflamatorios y bactericidas que se usó mucho en Cuba para el tratamiento de las úlceras.

Cubanos que estudiaron y trabajaron en la antigua Unión Soviética son también asiduos clientes de la tienda. Armando Portela comenzó a viajar a Moscú en los años 80. Geógrafo de profesión, primero trabajó en un proyecto relacionado con una compañía satelital soviética y, luego, para confeccionar el “Atlas de Cuba”, uno de sus mayores orgullos. En el proceso, también se casó con una mujer rusa y terminó su doctorado.

“En 1991 fui de nuevo (a la Unión Soviética) y no regresé nunca. Fui con el ánimo de volver pero me cogió el día en que (Mijaíl) Gorbachov anunció que desaparecía la URSS. Salí para la calle corriendo para conversar con la gente pero no parecía importarles lo que estaba pasando. Una vendedora de periódicos me dijo que lo que le importaba era cómo conseguir comida”, rememora Portela, quien actualmente trabaja como editor en el Nuevo Herald.

Precisamente los hábitos alimenticios adquiridos en ese país, lo hacen frecuentar varias tiendas rusas que existen en la ciudad. En Miami, donde la comunidad de exiliados ha preservado la memoria y la cultura de la Cuba pre-revolucionaria, los cubanos que compran productos como la “carne rusa”, son muchas veces incomprendidos, cuando no abiertamente criticados.

Es que así fue como nos criamos. Todos los artículos eran soviéticos, no tiene nada que ver la cultura culinaria con la política”, opina Marcos.

Valdés, por su parte, asegura que esto “está más allá de la política, uno lo que hace es recordar su juventud y pasarla bien. ¿Qué tiene que ver con la política comerme una lata de carne rusa y tomar vodka?”.

clip_image004El famoso bálsamo ruso, que fue uno de los remedios más populares en Cuba, también está a la venta en Marky's, en North Miami. PEDRO PORTAL EL NUEVO HERALD

Jacqueline Loss, profesora de Español de la Universidad de Connecticut, autora de Dreaming in Russian: The Cuban Soviet Imaginaré, y editora de Caviar with Rum, Cuba-USSR and the Post-Soviet Experience, explica que “la emigración a Miami no paró al comienzo de los 60. Los cubanos de diferentes generaciones son capaces de establecer lazos con sus vidas transnacionales de maneras diferentes”.

“No creo que debamos juzgar a los que lo hacen a través de una lata de carne rusa, aún si les resulte vulgar, cheo (cutre, poco elegante o de mal gusto) o poco fino o cubano a otros. Los que se fueron antes de la sovietización del país no tienen por qué entender lo que era criarse con el prisma soviético”, apunta.

En blogs y páginas de internet donde se discute el tema, algunos comentaristas ven en esto como un intento de “sovietización” de EE.UU. Las raíces de este fenómeno, no obstante, tienen más que ver con hondos procesos culturales que con una conspiración política.

“Ostalgia” a la cubana: Ostalgia, una palabra acuñada en Alemania para designar la nostalgia por los productos y el modo de vida en la antigua Alemania Oriental, se ha extendido por los países que integraron lo que una vez fue el llamado “bloque socialista”, incluida Cuba y también su diáspora.

Pero este sentimiento no tiene que ver con un deseo de volver al pasado socialista. De acuerdo con la cadena de radiodifusión internacional alemana, Deutsche Welle, solo el 10% de los 15 millones que viven en el antiguo territorio de la Alemania Oriental, quieren de vuelta el sistema comunista, según indican varias encuestas.

La ostalgia se refiere precisamente a la nostalgia hacia un mundo que ha desaparecido”, explica Loss.

En el caso cubano hay particularidades muy distintas: aunque hayan ocurrido ciertos cambios en el sistema dentro de Cuba y en la política en la época posterior a la Guerra Fría, no se derrumbó exactamente ningún muro. Miami y La Habana siguen representando polos distintos, aunque coinciden en muchas cosas, entre ellas la nostalgia por productos rusos. Pero ya sea en Cuba o en la diáspora, la sensación de ostalgia a nivel sentimental puede hacer a uno viajar a las memorias de la juventud”.

La ostalgia, entonces, no es una añoranza cualquiera. Es una nostalgia por un pasado idealizado, que ahora se percibe más simple que el capitalismo y sus retos. Es el deseo de recuperar los olores, sabores y objetos de una vida cotidiana que dejó de existir. Es, sobre todo, un modo de recordar un pasado que caló hondo en la identidad de muchas personas y forma parte de sus recuerdos y emociones, en muchos casos, desde la niñez.

La generación de “los muñequitos rusos.” En Cuba a los dibujos animados se les conoce como “muñequitos”. Durante décadas en las que hubo apenas dos canales de televisión, los niños cubanos religiosamente (puntualmente) veían “la tanda infantil” cada tarde. La mayoría de los animados provenían de los países socialistas. Aunque algunos eran francamente tediosos, otros traían personajes e historias que se grabaron en la memoria de toda una generación.

Aurora Jácome emigró a España con 15 años y luego se hizo arquitecta. En el 2005, creó el blog titulado Muñequitos Rusos por el deseo de recuperar la memoria de mi infancia”, explica al Nuevo Herald.

Un comentarista identificado como Ángel la felicita por crear el blog, el cual “puede llegar a ser algo muy grande que reúna a toda una generación que por causas ajenas a nuestra voluntad se encuentra dispersa por todo el mundo”.

Precisamente, ese el mérito que Jácome destaca: “creo que el mayor logro fue crear un lugar de encuentro, en el que —aunque a veces con un gran esfuerzo de moderación— no se hablaba de política, sino que se centraba en recuperar, compartir y disfrutar del imaginario común de la infancia de todos los cubanos de mi generación”.

María Antonia Cabrera Arús, estudiante de doctorado en Sociología en la New School en Nueva York y autora del blog Cuba Material, añade que la ostalgia en Cuba tendría que ver también con el empeoramiento de las condiciones de vida tras la desaparición de la URSS, cuando Cuba perdió el 80% de su comercio y el Producto Interno Bruto experimentó una caída del 35%. [El llamado hipócritamente “periodo especial” fue, simplemente, el desplome total del nivel de vida del pueblo cubano. Por cientos se cuentan los muertos en los asilos de ancianos, prisiones, hospitales y familias, al no existir alimentos ni medicinas. En nuestro caso, recuerdo que desayunábamos,- es un decir-, una tizana,- efusión-, de hojas de nuestra mata de limón o de naranja agria del patio. Algo que decían era pan de 3 onzas por persona al día. Solo los muy ricos o bien arrimados a las fuentes alimenticias podían supervivir pasablemente. Los locutores y presentadores de la TV adelgazaron tanto que parecían esqueletos. La diferencia con los dirigentes políticos eran tan evidentes y contrastantes que fueron objeto de cientos de cuentos cubanos sobre los mismos. El comentarista de las películas fue un ejemplo destacado de “esqueletismo”. Era honrado y bueno.]

Aunque las latas de “carne rusa” formaban parte de una economía de la supervivencia, casi una economía de guerra, “lo que vino después en términos materiales fue mucho peor, más precario y caracterizado por la escasez. A la nostalgia por la infancia se sumó la nostalgia por esas cosas que no existieron más”, explica Cabrera Arús.

Loss menciona que muchos de los miembros de la generación de los muñequitos rusos que entrevistó para sus libros, recordaban los años 80 como un período en que “aunque no tenían productos que serían clasificados como lujosos en Occidente, sí podían consumir, [en contraste con el Período Especial] cuando solo podían mirar las vidrieras en las tiendas frecuentadas por los turistas.” [Igual era en la URSS. Solo que peor. Lo viví “en vivo y en directo”. No me pueden hacer cuentos chinos.]

Otro elemento importante en la ostalgia es el deseo de reafirmación de la identidad. “La ostalgia empezó también en Alemania Oriental como una solución psicológica al orgullo herido. Tras la reunificación, los alemanes de la parte oriental se convirtieron en los hermanos pobres, los que no sabían vestirse bien… Algunos autores explican entonces ese sentimiento como un mecanismo de respuesta a esto. Era una reafirmación personal y un problema de autoestima. Esos procesos pudieran estarse dando entre los cubanos de la Isla y los del exilio”, señala Cabrera Arús. [La excelente película alemana “Good Bye Lenin” refleja exactamente esta situación. Los hijos y familiares buscan productos de “antes de la reunificación” para la madre enferma, ingresada en un hospital, supuesta militante comunista. El final de la peli es infortunado, pues la militante se transforma de “golpe y porrazo” en una ardiente defensora del nuevo sistema. Guste o no, la República Democrática Alemana tenía muchos aspectos positivos, entre ellos las cooperativas agrícolas eficientes, a las que acudían los berlineses occidentales a comprar productos agrícolas baratos. No tiene ni de lejos, nada que ver con la actual Cuba. La comparación sería imposible.]

Algunos autores advierten sobre los peligros de llevar la ostalgia a extremos que nieguen la historia. Muchas personas no recuerdan los elementos del período soviético de un modo “romántico”. Durante esa etapa siempre hubo resistencia en Cuba a la cultura material rusa y sus objetos catalogados como “feos” y con un diseño o calidad pobre. [El recuerdo de los rusos borrachos, mal educados, golpeados por los oficiales, su incultura y obsesión por negocios turbios, fue un golpe para las ilusiones que era una sociedad mejor. Nunca formaron parte de la cultura nacional ni una aspiración política. Demasiados cubanos vivieron allí,- más de 300 mil-, repartidos por todas las repúblicas soviéticas, conocieron sus entrañas y no deseaban ese monstruo para Cuba. Hoy, aunque muchos cubanos se han enriquecido, son dirigentes políticos, o empresarios importantes y gran parte aman y respetan la Gran Nación Americana, también conocen sus grandes desigualdades sociales, raciales y económicas. Por similares razones, salvando las diferencias históricas, tampoco quieren copiar la actual sociedad estadounidense. El cubanismo, patriotismo si se quiere, sigue tan vigente como hace 150 años. El desastre del mesianismo no ha podido terminarlo. Es mi opinión.]

Según Loss, “esta resistencia a integrar otra etnia/raza y, especialmente, una que solamente se vinculó al país estrechamente por tres décadas y que para algunos constituyó una relación colonial con él, no se limita a cubanos que viven en Miami sino que es una resistencia que también se encuentra en la Isla”. [Así lo estimo.]

La venta del pasado: Pero en buena medida, la ostalgia es también una operación comercial. En Cuba, el joven diseñador Darwin Fornés logró que el taller de serigrafía René Portocarrero llevara a cabo su proyecto “Chamakovish” (de “chamaco” (muchacho, joven) y “kovish”, el patronímico ruso) para la Feria Comercial Arte en la Rampa en el 2013. El diseñador imprimió camisetas y bolsas de tela con imágenes de muñequitos rusos y de otros países como Polonia o la antigua Checoslovaquia —por ejemplo, El lobo y la Liebre, (el único muñequito ruso que hacía reír a mis hijos) Bolek y Lolek y Cheburashka— que se veían en la televisión cubana en las décadas de los 70 y los 80. El precio de las bolsas era 4 CUC, equivalentes a USD$4.20 (3.40€).

En la Plaza de Armas de La Habana Vieja, junto a libros antiguos se venden medallas, monedas y todo tipo de objetos de la época soviética, de modo similar a lo que ha venido sucediendo en Rusia y los países de Europa del Este, donde el coleccionismo de estos objetos ha ido en aumento.

“Estos objetos que se están coleccionado, estuvieron en el pasado investidos de mucha carga política. Uno vivió con una cultura material politizada porque eran ejemplos de la amistad cubano-soviética, del futuro luminoso que nos esperaba y del cual el consumo era un componente importante de ese futuro”, subraya Cabrera Arús.

Con los cambios sociales y políticos que sobrevinieron con el colapso del socialismo en Europa, muchos de estos objetos “quedaron olvidados o dejaron de producirse por no tener valor comercial, objetos difíciles de recuperar que se convirtieron inevitablemente en objetos de deseo”, señala Jácome.

Esta historia se escribió con la colaboración de Univisión 23 y el reportero Mario Vallejo.

http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/america-latina/cuba-es/article3938840.html#storylink#storylink=cpy

[Artículo integro. Si desea leerlo sin “los aportes” del Editor, abra el vínculo. Coincido con los análisis que se realizan en él, en especial cuando se recoge que NO es un tema exclusivamente cubano, sino común a los que vivieron esa utopía perversa. He añadido los comentarios que estimo necesarios para precisar alguna situación, los que se encuentran entre corchetes. Las aclaraciones entre paréntesis en letra de 10 puntos son del Editor. El lector reaccionará de diverso modo según la ola migratoria que le corresponda. Los del 60-70 estarán en desacuerdo con la mayoría de lo dicho. Las posteriores tendrán menos objeciones. Añado: el bálsamo de nombre impronunciable dio excelentes resultados en Cuba. Asumo que está aprobada su venta en EE.UU. por la FDA.]

Explicación: Hace diez años al mecanógrafo de nuestros blogs le fue realizada una radiografía de la cervical con el siguiente resultado: “Rx col. cerv: cervicoartrosis moderada-severa con posibles discopatías C3 - C4 y C7”, el cual se ha mantenido más o menos estable con la ayuda de collarines para el cuello, ejercicios, posturas adecuadas para dormir, etc. No obstante, el trabajo de información y realización del montaje de los blogs ha repercutido severamente en una contractura muy fuerte que imposibilitó el uso de ambos brazos y dolores extremos. Ya recuperado, procedemos a publicar el presente pero nos vemos obligados a reducir a dos los blogs la publicación regular. Mangoconarroztres se publicará eventualmente, cuando tengamos materiales extensos, monotemáticos, de Cuba o cualquier otro tema que a nuestro juicio ayuden a formar una opinión imparcial, sin otros contenidos. Si lo estimáramos necesario, haremos los comentarios pertinentes identificados como obra de los Editores.

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[1] Citado por el historiador Octavio R. Costa.

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