Presentación: el 13 de
junio de 2,012 fue publicada una carta dirigida a los jóvenes que se marchan de
Cuba. Un análisis que fue rebatido el 31 de agosto del propio año por un joven
que había abandonado la Isla. En su momento, tuvo gran repercusión mediática.
¿Por qué la traemos hoy a su consideración? Para que la valore, juzgue en qué grado erró
el joven y en cuánto acertó; qué ha cambiado del panorama económico,
social y político. Cuáles son las expectativas futuras para los cubanos de
dentro y fuera de la Isla. También,
porque este cruce de argumentos e ideas va mucho más allá de lo que ocurre en
Cuba. Su marco se extiende a todo movimiento o gobierno que se diga democrático
y socialista. Aplicable a la actual Venezuela o Nicaragua, por citar
dos gobiernos de nuestra América. Foto:
www.aciprensa.com
Al final de la respuesta están los
textos íntegros de ambos documentos, por lo que omitimos la introducción que
realizó para Cubadebate su redactor Alejandro, que podrá leer en el enlace.
Esperamos que le sea útil.
Estimado Rafael
Hernández,
He leído con mucho interés su
“Carta a un joven que se va”. Me he sentido aludido, porque hace dos años me
marché de Cuba, tengo 28 años y vivo en Pomorie, una ciudad balneario situada en
el este de Bulgaria. La razón por la que le escribo es para intentar explicarle
mi postura como joven cubano emigrado. Sin solemnidades ni verdades absolutas, porque
si algo me ha enseñado dejar mi país, es descubrir que esas verdades no
existen.
Puede que algunos de los que
nos hemos marchado en los últimos años (somos miles) tengan claro el momento en
que decidieron hacerlo. Yo no. Lo mío fue progresivo, casi sin darme cuenta.
Empezaría con ese recurso tan cubano que es la queja. Por nimiedades, tal vez. Por lo que
no hay, por lo que no llega, por lo que pasa, por lo que no pasa, por no saber.
O no poder. La queja no es grave, lo grave es que se cronifique [≈ se haga
eterna] como una enfermedad cuando nada parece resolverse. Y uno puede
aceptar que eso es así, y es tu país para lo bueno y para lo malo, o pasar a la
siguiente categoría, que es la frustración. O sea, descubrir que la solución a la mayoría de los
problemas no está en tus manos. O no te permiten hacerlo. O aún más triste: no
parece importar.
Abandonar o permanecer en
tu país es una decisión muy personal que nunca debe juzgarse en términos
morales. Yo elegí este camino
porque quería un futuro diferente al que veía en Cuba, y salí a buscarlo
consciente de que podía salir mal, pero quise correr ese riesgo. No voy a
mentirle diciendo que fue doloroso. No lloré en el aeropuerto. Todo lo
contrario, me alegré. Le digo más, me liberé.
Tiene usted razón cuando dice que mi
generación carece de esos lazos emocionales que generan experiencias como Playa
Girón, la Crisis de Octubre o la guerra de Angola. Pero no se
equivoque, yo también he tenido mis epopeyas. A lo mejor no tan épicas, pero
sí igual de demoledoras. En estos
veintidós años que menciona, he visto degradarse el país por el tanto lucharon
mis padres. He visto marchar a mis maestros de primaria y secundaria. He visto a
familias discutir por el derecho a comerse un pan. He visto el malecón lleno de
gente nerviosa gritando contra el gobierno, y gente aún más nerviosa gritando a
su favor. He visto a jóvenes construyendo balsas para huir quién sabe a dónde, y
a una turba lanzando mierda de gato contra la casa de un “traidor”.
Incluso, Rafael, he visto a un perro comiéndose a otro perro en la esquina
habanera de 27 y F. Y también he visto a
mi padre, que sí estuvo en Angola, con el rostro pálido, sin respuestas, el día
que un custodio de hotel le dijo que no podía seguir caminando por una playa de
Jibacoa (frente al camping internacional) por ser cubano. Yo estaba con él. Yo lo vi. Tenía diez
años, y un niño de diez años no olvida cómo la dignidad de su padre se va a la
mierda. Aunque haya vuelto de una guerra con tres
medallas.
Me habla usted de las conquistas
sociales de la Revolución. De la educación y la medicina. Voy a hablarle de mi educación. Tuve buenos
maestros, y cuando se marcharon fueron sustituidos por otros menos preparados
que, a su vez, fueron reemplazados por trabajadores sociales que escribían
experiencia con S y eran incapaces de señalar en un mapa cinco capitales de
Latinoamérica (esto no me lo contaron, lo viví) Mis padres
tuvieron que contratar maestros privados para que yo aprendiera de verdad. No
lo pagaban ellos sino una tía mía radicada en Toronto. De modo que si somos
honestos, buena parte de la formación que tengo se la debo a los clientes del
restaurante griego donde trabajaba mi tía. Pero hay más. En tiempos de mi hermana
mayor era extremadamente raro que un alumno sacara una nota de cien. En mi época el cien se volvió algo común, no
porque los alumnos fuésemos más brillantes sino porque los profesores bajaron
sus exigencias para maquillar el fracaso escolar. ¿Y sabe una cosa? Yo
tuve suerte, porque los que venían detrás de mí en vez de maestros tuvieron un
televisor.
De la medicina poco tengo que
decirle porque usted vive en Cuba. Y
salvo el hecho de mantenerse la gratuidad, cosas que admito sigue siendo
meritoria, el estado de los hospitales, la precariedad de unos médicos mal
pagados y la creciente corrupción empujan cada vez más al sistema de salud hacia
ese tercer mundo del que tanto hizo por alejarse. Y lo cierto es que,
hoy en día, un cubano que maneje divisas tiene más posibilidades de recibir
un tratamiento mejor (haciendo regalos o incluso pagando) que uno que no
lo tenga, aunque sea de forma ilegal. Y aunque la constitución diga otra
cosa. Por triste que resulte admitirlo, Rafael, la educación y la medicina de la que disponen
los cubanos de hoy es peor que la que disfrutaron mis padres.
Usted dice que el país hace un
gran esfuerzo, que existe un embargo. Y yo le respondo que también existe un
gobierno que lleva cincuenta años tomando decisiones en nombre de todos los
cubanos. Y si estamos en el punto en el que estamos, lo más sano es que
admitiera que no ha sabido, o no ha podido, o no ha querido hacer las cosas de
otra forma. Por la razones que sea. Porque el fracaso también está cargado de
razones. Y en vez de atrincherarse con sus figuras históricas en el Consejo de
Estado, debería dar paso a los que vienen detrás. Rafael, es muy frustrante para
un joven de mi edad ver que en Cuba llevamos 50 años sin que se produzca un relevo
generacional porque el gobierno no lo ha permitido. Y no hablo de que me
den el poder a mí, que tengo 28 años. Hablo de los cubanos que tienen 40, 50 o
incluso 60 años y no han tenido nunca la posibilidad de decidir. Porque
las personas que hoy en día tienen esas edades y ocupan puestos de
responsabilidad en Cuba no han sido formados para tomar decisiones, sino para
aprobarlas. No son dirigentes, son funcionarios. Y ahí incluyo desde
ministros hasta los delegados de la asamblea nacional. Son parte de un sistema vertical que no da
margen para que ejerzan la autonomía que les corresponde. Todo se
consulta. Y contrario a lo que dice el refrán: en vez de pedir perdón, todos
prefieren pedir permiso.
Dice usted que en mi país se puede
votar y ser elegido para cargos desde los 16 años. Y que la presencia de jóvenes
delegados ha bajado desde los años 80 hasta ahora. Incluso me advierte que si
seguimos marchándonos, habrá menos jóvenes votando y por tanto menos elegibles.
Y yo le pregunto: ¿De qué sirve mi voto? ¿Qué puedo yo cambiar?
¿Qué han hecho los delegados de la asamblea nacional para que me interese por
ellos? Seamos sinceros, Rafael, y creo que usted lo es en su carta, así que
yo también quiero serlo en la mía, ambos sabemos que la asamblea nacional, tal y como está
concebida, solo sirve para aprobar leyes por unanimidad. Resulta
paradójico llamarle asamblea a una institución que se reúne una semana al año.
Tres o cuatro días en verano y tres o cuatro días en diciembre. Y en esos días
se limita a aprobar los mandatos del Consejo de Estado y de su Presidente, que
es quien decide lo que se hace o no se hace en el país. Lamentablemente, yo no
puedo votar a ese presidente. Y no sabe cuánto me gustaría hacerlo.
Hace unos días escuché a Ricardo
Alarcón confesarle a un periodista español que él no cree en la democracia
occidental “porque los ciudadanos solo son libres el día que votan, el resto del
tiempo los partidos hacen lo que quieren…” Aunque fuera así, que no lo es (al
menos no siempre, y no en todas las democracias), estaría reconociendo que desde que yo nací, en
1,984, los electores en EE.UU., por ejemplo, ha tenido siete días de libertad
(uno cada cuatro años) para cambiar a su presidente. Algunas veces lo han
hecho para bien, y otras para mal. Pero esa es otra historia. Un joven de New
Jersey que tenga mi edad ya ha tenido dos días de libertad para, por ejemplo,
echar a los republicanos de Bush y nombrar a Obama. Los cubanos no hemos
podido tomar una decisión así desde 1,948 (no incluyo las elecciones de
Batista, por supuesto). Y si usted me dice que la capacidad de nombrar a un
presidente no es relevante para un país yo le digo que sí lo es. Y más para un
joven que necesita sentir que se le toma en cuenta. Aunque solo sea por un
día.
Usted probablemente piensa
que los que nos marchamos elegimos el camino más fácil, que lo duro es quedarse
a resolver los problemas. Pero le tengo que decir que mis abuelos y mis padres
se quedaron en Cuba para pelearse con esos problemas. Renunciaron a muchas cosas
por la Revolución y hasta se jugaron la vida por ella. Para darme un país
avanzado, equitativo, progresista. Y el
que me han dado es uno en el que la gente celebra poder comprar un carro y
vender su casa como si fuera una conquista. Pero eso no es una conquista, es
recuperar un derecho que ya teníamos antes de la Revolución. ¿A eso hemos
llegado? ¿A celebrar como un éxito algo tan básico? ¿Cuántas otras cosas básicas
habremos perdido en estos años? Para mis padres es doloroso asumir ese fracaso,
y no lo quieren para mí. No quieren que con 55 años tenga un sueldo que no me
alcance para vivir, ni el sueldo ni la libreta [Cartilla de
racionamiento]. Porque no alcanza. Y no quieren que para sobrevivir acuda al
mercado negro, a la corrupción, a la doble moral, a fingir. Prefieren que
esté lejos. A los 28 años yo me he convertido en la seguridad social de mis
padres, ¿O cómo cree que sobreviven dos personas con 650 pesos? [24 pesos ≈ 1
dólar] Sí, Rafael, hemos tenido
que irnos cientos de miles de cubanos para que nuestro país no quiebre.
Lo que Cuba ingresa de nuestras remesas es superior, en valor neto, a casi
todas sus exportaciones. Eso sí, el país ha perdido juventud y talento, y en
vez de abrir un debate realista sobre cómo parar esa sangría, sigue anclado
a un inmovilismo ideológico que no es
otra cosa que miedo al futuro. ¿Y qué hago yo en un país cuyos
gobernantes le tienen miedo al futuro…? ¿Esperar a que se mueran…? ¿Esperar
a que cambien las leyes por generosidad y no por convicción? ¿Qué hago yo en
un país que sigue premiando la incondicionalidad política por encima del
talento? ¿A qué puedo aspirar si no basta con lo que soy y lo que hago…? ¿A
convertirme un cínico? ¿O me anima usted a que dé la cara y diga lo que pienso?
Algunos jóvenes de mi generación ya lo han hecho, ¿Y dónde están? Recordemos a
Eliécer Ávila, un estudiante de la Universidad de Ciencias Informáticas que tuvo
la valentía de preguntarle a Ricardo Alarcón por qué los jóvenes cubanos no
podíamos viajar como cualquier otro, y fue represaliado por el sistema*.
Él no tuvo la culpa de que allí hubiera un cámara de la BBC, ni de la respuesta
ridícula que dio Alarcón (aquella barbaridad de que el cielo se llenaría de
aviones que chocarían entre ellos) Hoy Eliécer vive marginado por razones
políticas. Y no es un terrorista ni un mercenario ni un apátrida, es un joven humilde, mulato, universitario,
que cometió el error de ser honesto. Qué triste hacer una revolución para
terminar condenando a alguien por ser honesto. ¿Para eso quiere usted que me
quede, Rafael?
Dejar tu país y tu familia no es
un camino fácil. Ni la solución a nada, solo es un principio. Te vas a otra
cultura, tienes que aprender otro idioma, pasas momentos muy malos. Te sientes
solo. Pero al menos tienes el alivio de saber que con esfuerzo puedes conseguir
cosas. Mi primer invierno en Bulgaria fue muy duro, conseguí trabajo como
transportista y pasé cuatro meses subiendo y bajando lavadoras para ahorrar
dinero y poder viajar a Turquía. Una ilusión que tenía desde niño. Y viajé. No
tuve que pedir un permiso de salida ni mi avión chocó con ninguno. Pude cumplir
el sueño de Eliécer. Y me alegro de haberlo hecho. He conocido otras realidades, he podido
comparar. He descubierto que el mundo es infinitamente imperfecto, y que los
cubanos no somos el centro de nada. Se nos admira por algunas cosas igual que se
nos aborrece por otras. También he descubierto que irme no ha cambiado
mis convicciones de izquierda. Porque lo de Cuba no es izquierda,
Rafael. Póngale usted el nombre que quiera, pero no es izquierda. Yo estoy de parte de aquellos que buscan el
progreso social con igualdad de oportunidades y sin exclusiones. Pienses como
pienses. Sin sectarismo ni trincheras. Porque eso solo sirve para enfrentar a la
sociedad y sustituir verdades por dogmas.
Por último, Rafael, la casualidad
quiso que terminara en un país que también estuvo gobernado por un partido y una
ideología única. Aquí no hubo revolución de terciopelo como en Checoslovaquia,
ni derribaron un muro como en Berlín ni fusilaron un presidente como en Rumania.
Aquí, como en Cuba, la gente no conocía a sus disidentes. Aquí no había fisuras,
y sin embargo, en una semana pasaron de ser un estado socialista a una república
parlamentaria. Y nadie protestó. Nadie se quejó. No puedo evitar preguntarme,
¿Acaso pasaron 40 años fingiendo?
Desde entonces no han tenido un camino de rosas, han enfrentado varias crisis,
incluso la población ha llegado a vivir con peor calidad de la que tenía en los
años 80, pero curiosamente, la inmensa
mayoría de búlgaros no quiere volver atrás. Y eso que el socialismo que
dejaron ellos era bastante más próspero que el que hoy tenemos los cubanos. Pero
en este país no piensan en el pasado,
piensan en el presente. En mejorar la economía, en resolver las desigualdades
(que las hay, como en Cuba), en combatir la doble moral, los personalismos y la
corrupción que generó el estado durante décadas.
El día que ese presente importe en
Cuba, no tenga duda, nos veremos en La Habana. Iván López Monreal
Texto íntegro de la “Carta a
un joven que se va” y la respuesta a ella.
* Eliecer Ávila fue el
portavoz de los jóvenes de su comité de base de la Unión de Jóvenes Comunistas
(UJC) de la pomposa y costosa Universidad de Ciencias Informáticas, selección de
selecciones de jóvenes supuestamente comprometidos “políticamente”, todos
ellos,-como mínimo-, militantes de la UJC y de familia sin mácula. Eliecer
expuso las preguntas que habían acordado al Presidente de la Asamblea Nacional,
el cual quedó en completo ridículo ante la prensa internacional por las
tonterías que expresó. Se había permitido el acceso a la prensa porque los
jóvenes estaban “orientados”, sobre qué debían y qué no debían preguntar.
También porque desde el año 1,964,- como mínimo-, el presidente vivía en el
mundo de la más alta dirección política, con todas las sinecuras que ello
conlleva y, por tanto, desconocía y desconoce totalmente cómo vive la población.
Ya no es el joven estudiante de filosofía que recorría las calles de La Habana
con la policía pisándole los talones: ahora está por encima y al margen de los
cubanos. Eliecer pago caro su honestidad: fue enviado a su
provincia de origen, Guantánamo, en el extremo oriental de la Isla, sin ofertas
de trabajo en su especialidad. Se ha convertido en una figura de la disidencia
interna.] Más: Eliécer Ávila | Diario de Cuba Foto: www.cubaencuentro.com
[Añado: en mi criterio,
para desgracia de la Patria, poco ha cambiado en lo fundamental, en los cuatro
años transcurridos desde que se escribió está carta. La misma burocracia e
inmovilismo político y económico. La vida más cara y la misma picaresca para
sobrevivir o mal vivir. La realidad es
la que muestra el gráfico: fracaso completo político y social. Los que
emigran desde el extranjero, desertan según la terminología oficial,
no son el pueblo llano ni humildes balseros, sino profesionales altamente
calificados, con nivel de vida e ingresos muy por encima de la población, como
demuestra el hecho que la principal vía de entrada es a través de México.
Muchos son miembros de “la Nueva Clase” sociolista, hijas e hijos, hermanos,
sobrinos y nietos desde Fidel Castro hasta el último de la cola de “dirigentes”
económicos o políticos. Se marchan ante
el temor que cambie la Ley de Ajuste Cubano que otorga ingreso preferente a los
cubanos, que hoy lo pueden hacer con sólo mostrar su pasaporte en frontera o
ingresando ilegalmente. El gráfico muestra esa realidad y contra ella la
demagogia política no puede. En 2,015 43.159 cubanos llegaron a
EE.UU.
Cuba: Apertura a la caribeña | Economía | EL
PAÍS El régimen cubano es reacio a los
cambios económicos ante el temor de perder el control en la nueva etapa. Las
remesas, según Western Union, supusieron un ingreso de dos mil ochocientos
millones en 2,013. [Estudio de las de las exportaciones e importaciones;
modalidades de la inversión extranjera y su detalle por sectores, en la Isla.]
DEL MUNDO TRAIGO UN
CANTAR…
Cuba niega visa a legisladores
estadounidenses VOA Los congresistas
planeaban evaluar los potenciales riesgos a la seguridad nacional asociados con
la reanudación del servicio aéreo a Cuba. Más [El Gobierno cubano
es como la “ola marina” que va “pa alante y pa atrás”. No son
confiables.]
Remesas a Cuba alcanzan cifra récord Cubanet [En 2,015 fueron 3 mil 354 millones de
USD ¿En qué los invertirá el Estado?]
Economía: tema de los debates en próximo período de sesiones
del Parlamento cubano Cuba.cu La
Habana, 23 jun (RHC) El respaldo a la actualización de los Lineamientos de la
Política Económica y Social del Partido y la Revolución. [¡¡¡Hasta cuándo con
las mismas mentiras!!!n De qué debate se habla: las orientaciones serán
cumplidas y punto. Nada de discrepantes.]
El miedo a quedarse en Cuba Cubanet
Nadie tiene la culpa… ¿o sí? Havana Times [Sobre la asistencia hospitalaria en Cuba.]
http://cartasdesdecuba.com/los-condenados-de-la-izquierda/ [Sobre los que desean otro destino para Cuba, sin dogmas y
con libertad.]
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de su agrado, recomiéndelo a sus amigos. Gracias. Yskra y Romel.
El blog http://www.mangoconarroztres.blogspot.com.es se hace sin ánimo de lucro. No percibimos
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entretenimiento. Por razones de espacio algunos artículos han sido
resumidos. Si desea leer el texto completo debe ir al vínculo que mostramos en
el tema. Salvo que se especifique lo contrario, las negritas,
itálicas, y subrayados son de los Editores. El sentido de (…) y
de… es indicar que se ha condensado la obra original. Los comentarios entre [ ]
son del Editor. Nuestro blog es posible por los servicios gratuitos de
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Gracias.