viernes, 27 de febrero de 2015

109. “En Cuba me aguarda el final del círculo de mi vida.”

“...si yo quiero que la República sea amable, si yo quiero que los cubanos amen la Nación y la República, me importa muy poco que amen al Gobierno. El Gobierno es una cosa transitoria y la República es algo que debe ser inconmovible. El Gobierno se compone de personas que pasan. La República se compone de las leyes, de los sentimientos, de la historia que son duraderos. Amar a la República no implica amar a sus gobiernos.[1]Manuel Sanguily Garrite.

El autor de “La caverna de las ideas”, entre otras novelas, nunca ha regresado a la Isla, desde que salió con un año de edad. “Me he pasado la vida oyendo que soy español –dice en esta entrevista– pero mi hijo mayor insiste, que sí, que soy cubano” Por José Hugo Fernández. Fuente: cubanet.org

clip_image002LA HABANA, Cuba -José Carlos Somoza, nacido en La Habana, en 1,959, es un escritor con muy bien ganado éxito y prestigio internacionales. Por inusual concurrencia, sus novelas, a la vez que son asumidas como best seller por los lectores, resultan también fruto de un talento cultivado a partir de la frecuentación de los clásicos de todas las épocas (Shakespeare, Cervantes, Tolstoi, Stevenson, Dashiell Hammett, Philip K. Dick…) y de una proyección autoral que desborda los estrechos límites de los géneros para apostar únicamente por la buena literatura.

Desde su casa en Madrid, adonde fue llevado de muy niño por sus padres cubanos, ha tenido la gentileza de responder para Cubanet algunas preguntas acerca de las cuerdas emocionales que –conscientemente o no- aún le atan a nuestra Isla.

JHF: Desde la Grecia antigua hasta Nueva Zelanda, desde Japón a toda Europa… los escenarios de sus novelas abarcan gran parte del planeta. Sin embargo, hasta donde sé, no ha ubicado nunca a un personaje suyo en La Habana, ciudad donde nació. ¿Será que le han faltado motivaciones, o acaso se trata de una exclusión ex profeso, pues de algún modo le duele el lugar que -por motivos políticos- debieron abandonar sus padres cuando apenas tenía usted un año de edad?

JCS: Ambas razones han sido (y son) importantes para mí. Mi infancia se desarrolló en un clima familiar donde hablar de Cuba daba lugar a llanto, rabia y frustración, y por ello siempre he mantenido al margen ese país en mi vida. Digamos que lo he negado: lo he borrado del mapa de mi inspiración, porque para mí es la tierra en la que mis padres y abuelos hubiesen deseado vivir, pero no pudieron, y se lamentaron siempre por ello. Ahora todos ellos han muerto. Todos desearon al final ser incinerados y que sus cenizas fuesen arrojadas al mar, y eso he hecho. No querían dormir para siempre en España: querían que el mar los llevase lejos, acaso de nuevo a la Cuba que perdieron. Y de la misma forma que he arrojado las cenizas de todo aquello que amé, probablemente arrojé Cuba con ellos también. No sé si para siempre, pero sí por ahora.

clip_image004JHF: Me ha dicho un amigo: “al lado de José Carlos Somoza, Paul Lafargue* parece ser más cubano que Benny Moré”. Es posible que tenga razón, pero me pregunto y le pregunto a usted, ¿acaso en su condición como hijo de cubanos, no creció bajo la nostalgia recurrente de la Isla, de sus comidas, de su cultura, y en especial de su música y de las múltiples frustraciones ocasionadas por la revolución?

JCS: Crecí, como ya he dicho, en un ambiente de gran dolor y frustración, ya que se daba el caso de que mi padre, como tantos otros engañados y traicionados en esa Isla, era un notable opositor al régimen de Batista y apoyó a Castro desde el principio y tenía puestas sus esperanzas en él. No hay dolor mayor que el de quien se siente traicionado. Pero, naturalmente, mis padres siguieron siendo “cubanos” en España. Y aunque con el paso del tiempo evitaban hablar de Cuba y su política (entre otras cosas, debido al fuerte sentimiento pro-castrista de muchos españoles, muchos tan engañados o más de lo que mi padre había estado nunca), es cierto que la cultura, las comidas y la música cubanas siguieron formando parte de sus vidas, y de la mía, en cierto modo.

JHF: En librerías de “viejos” de La Habana (un mercado alternativo, por lo general) he podido comprar sus novelas “Clara y la penumbra” y “El cebo”. Sé que muy en especial la primera ha llamado poderosamente la atención de lectores habaneros. ¿No es posible (o no le interesa a usted) que sus libros lleguen a nuestras librerías de novedades, pertenecientes todas al Estado?

JSC: Mis libros, o al menos uno de ellos, ya llegaron a las mesas de novedades hace años. Alrededor de 2,001 o 2,002 me pidieron directamente desde la embajada cubana permiso –a través de su agregado cultural- para realizar una edición no venal [no destinada a la venta, entregada como regalo o reconocimiento] de “La caverna de las ideas”, mi obra más traducida y vendida en el mundo. Mi padre vivía por aquella época, y tanto él como mi esposa me desaconsejaron aceptar. Pero yo pensé que mis ideas y sentimientos no tenían que ser obstáculos para que el lector cubano conociese mi obra, si así quería, de modo que (tras alguna reunión de embajada con el agregado), terminé aceptando. Por supuesto, edición “no venal” significaba que yo no iba a recibir absolutamente nada pero que ellos sí podrían vender el libro sin problema alguno, como así hicieron (creo que varias ediciones). Yo lo asumí y no me importó. Pero decliné fervientemente la invitación extraoficial del gobierno cubano a asistir a la feria del libro de La Habana.

JHF: ¿Conoce lo que se escribe hoy en Cuba, en materia de literatura fantástica y de terror, las cuales alinean entre sus preferencias? ¿Conoce o frecuenta en general a los clásicos de nuestra literatura, ya que es usted un devoto de los clásicos? ¿Mantiene comunicación con escritores cubanos de adentro o de la diáspora?

JCS: Conozco a algunos escritores cubanos con los que a veces mantengo contacto. Algunos de ellos bastante amigos. En general, hemos coincidido casi siempre en la célebre Semana Negra de Gijón, donde tantos de nosotros nos hemos reunido, y casi todos ellos pertenecen a la diáspora. Nunca he hablado de Cuba con ellos, sin embargo, y la amistad que les profeso es independiente del tema cubano.

JHF: ¿Ha visitado La Habana, siendo ya un escritor de éxito internacional? ¿Le gustaría recorrer los sitios donde vivieron y donde alguna vez fueron felices sus padres?

clip_image006JCS: Nunca he regresado a Cuba desde que salí con un año de edad. De siempre mi esposa (que es española, como mis hijos) me ha instado a que recupere mis “raíces” alguna vez, sea esto lo que sea. Quizá lo haga algún día, no lo sé. No voy a negar que en Cuba me aguarde, probablemente, el final del círculo de mi vida. Es posible que necesite cerrar ese círculo, o esa herida que mantengo abierta como si se tratara de llevar una antorcha olímpica y ardiente entregada por mi familia. Es verdad que a veces siento ese pasado como una carga honda que necesitara abandonar por fin. Curiosamente, me pasé toda la infancia oyendo decir que yo era español, no cubano. Sin embargo hoy día, mi hijo mayor (que apenas conoce nada de esto ni fue involucrado nunca en cuestiones de nostalgia y pérdida como yo lo fui) insiste, quizá con cierta ironía, en que, en realidad, sí soy cubano. De modo que así me he quedado: con mis padres diciéndome que no lo soy y mi hijo diciéndome que sí. Y lo peor del caso: no tengo ni la menor idea de qué significa ser cubano.

[Añado: El escritor José Carlos Somoza partió de Cuba con un año de edad. Salvo en alguna de sus obras, es imposible que recuerde algo vinculado a ella. Su niñez fue la de un emigrante de primera generación, con el agravante del recuerdo permanente de sus padres no solo sobre su origen sino en qué se convirtieron sus sueños de una vida mejor para el pueblo cubano. Partieron pronto,- 1,960/61-, y deben haber sido como muchos que apoyaron la insurrección y la lucha contra la tiranía de Batista, profesionales calificados o empresarios.

De su experiencia posterior con los representantes del gobierno cubano afirma que “Yo lo asumí y no me importó. Pero decliné fervientemente la invitación extraoficial del gobierno cubano a asistir a la Feria del Libro de La Habana Realmente, sí le importó como demuestra el que declinará “la ferviente invitación” gubernamental. Esas son heridas de sal, que no cierran o lo hacen en falso. Sobre todo porque demostró que su padre y esposa tenían razón en no ser parte ni arte de “los compañeros de viaje” que aprovechan cuanto plato de lentejas les es ofrecido a cambio de silencio o tolerancia. Hizo, y hace bien, creo. “Para muestra basta un botón” expresa el refrán. Yo, a diferencia de Ud., quiero que mis cenizas se unan con las de mi hijo muerto en España y juntos en esta tierra que nos acogió, fertilicemos las acogedoras parras del patio.

José Carlos Somoza afirma que “no tengo ni la menor idea de qué significa ser cubano”. No se preocupe ni ocupe por ello. Lo sabrá para siempre no el día que sus cenizas lleguen a nuestras playas, sino cuando éste entre nuestro pueblo, en un carnaval en Santiago, escuche Lágrimas Negras en Cuba un fin de año, o tomando una “cañita” [vaso o jarra de cerveza] con cuatro “blanquitos”, tres negros y par de mulatos: haciendo cuentos, riéndose de la miseria y de los miserables. Compay: Usted es cubano. Déjese querer y lo sentirá. Su hijo tiene razón.

Nota: Los libros de este autor pueden ser adquiridos en las siguientes direcciones: http://www.amazon.com/-/e/B003DYC1R0; www.plazacontemporaneos.com Su blog en: http://elvagonamarillo.blogspot.com.es/

* Si le interesa conocer sobre la vida y obra del mulato cubano-francés, Paul Lafargue, senador de la República, dirigente de la Internacional, casado con una hija de Carlos Marx, participante en las barricadas francesas, organizador de los sindicatos españoles, abra este vínculo:
http://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Lafargue

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Boccaccio en La Habana. Por Leonardo Padura. Especial para BBC Mundo. Cuando en la década de 1,980 la producción cinematográfica cubana se benefició de la relativa bonanza económica del país y pudo multiplicar y diversificar sus realizaciones, la comedia (quizás podríamos desde ya calificarla como de "costumbres") pasó a ocupar un espacio importante en la labor creativa de varios directores cubanos.

…, se distinguieron por trabajar un humor que, aun cuando se proponía realizar ciertas críticas a determinados comportamientos sociales e individuales, no pretendían que su sello distintivo fuera una visión controversial con la realidad circundante, sino más bien su mirada irónica sobre actitudes y procesos de la vida ciudadana del país y de actitudes de los individuos.

clip_image008De aquel período son películas que, concebidas dentro de este género, hoy se pueden considerar entre los clásicos del cine cubano, y entre ellas puedo recordar Se permuta y Plaff, de Juan Carlos Tabío, Adorables mentiras, de Gerardo Chijona, o Los pájaros tirándole a la escopeta, de Rolando Díaz, cintas que con mayor o menor fortuna han resistido el paso de los años, pero que en todos los casos son testimonios válidos y reveladores de lo que fue una sociedad en la cual la vida cotidiana alcanzó una notable estabilidad que sufriría drásticas alteraciones en los años siguientes, esos que se inician con la crisis económica profunda del Período Especial, una época que, con otras peculiaridades, llega hasta este presente. Foto: Juan Carlos Tabío. BBC

En medio de esta tendencia epocal el director Arturo Sotto acaba de hacer su debut en el género. Ante todo sorprende la ruptura que esta comedia entraña con su trabajo anterior (sobre todo los filmes Pon tu pensamiento en mí y Amor vertical, ambos de la década de 1,990), caracterizado por una honda preocupación existencial, pues ahora Sotto no solo se desplaza hacia la comedia, sino que lo hace con un film que se propone, ante todo, ser un divertimento.

Tomando como punto de partida –o más bien como pretexto- los relatos clásicos de El Decamerón de Giovanni Boccaccio, la cinta titulada (con poca fortuna para mi gusto) Boccaccerías habaneras, se propone lanzar una mirada sobre algunos aspectos de la contemporaneidad cubana, por supuesto que desde los códigos y recursos de la comedia y con el propósito evidente de provocar la risa y la diversión, pero con la intención visible de ofrecer un atisbo que también se preocupa por ser un testimonio de una época y que, por tanto, no puede evitar ser incisiva y penetrante.

De tal modo, si bien los tres relatos que componen el filme tratan de transpolar a nuestra realidad el discurso satírico de Boccaccio, proponiéndose preservar algunas de las esencias y hallazgos del clásico italiano (tan increíblemente contemporáneo, tan sorprendentemente afín a los cubanos), la realidad insular domina de forma hasta tal punto decisiva en los argumentos concebidos por el propio Arturo Sotto que del pre-texto escogido llega a quedar muy poco, o lo hace de un modo muy transfigurado, que apenas nos permite evocar el conocido referente literario.

Así, las historias de cornudos, pillos, tramposos, intrigantes y mujeres hábiles del original se re contextualizan y trasmutan en un ambiente donde aparecen envueltos en la lucha por la supervivencia cotidiana y las carencias económicas, en la presencia del dinero como elemento recurrente en las motivaciones de los personajes, en el tratamiento del sexo concebido como negocio o asumido casi como deporte, en el ejercicio del engaño como actitud cotidiana para alcanzar la solución de los problemas e incluso en la mercantilización del arte practicada por el escritor que "compra" historias a personas capaces de vender hasta sus intimidades, recurso que da origen al filme.

Pero, al ser manejadas estas cuestiones como elementos episódicos o colaterales, ambientales o ineludibles, o como chistes que se agotan en sí mismos con la consecución de una risa, se echa de menos un discurso que las problematice y enjuicie, aun cuando resulta evidente que ese no era el propósito de Arturo Sotto al concebir esta obra…

No obstante, sin que se pierda la risa, la Cuba de hoy y algunos de sus conflictos están ahí, en esas Boccaccerías habaneras porque resulta prácticamente imposible hacer arte hoy en la Isla y solo mirar hacia las nubes.

Nuestra realidad es tan abarcadora y avasallante, nos afecta tanto en cualquier decisión o necesidad que, casi en cada acto de la vida y en cada ejercicio artístico aparece, se impone, domina.

DEL MUNDO TRAIGO UN CANTAR…

17 hechos que no sabías de Cuba Taringa.net

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[1] Citado por el historiador Octavio R. Costa.

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